LA NACION

prisiones. el trato con los presos quedaría a cargo de civiles

Quieren limitar el trabajo de los guardiacár­celes a tareas básicas de custodia

- Santiago Dapelo

El Gobierno tiene lista una reforma profunda del Servicio Penitencia­rio Federal (SPF). El proyecto de ley, que la Casa Rosada enviará al Congreso en el segundo semestre del año, tiene como objetivo principal separar las áreas de seguridad de los internos de los lugares de tratamient­o y rehabilita­ción social. Es decir que los agentes penitencia­rios, que tienen amplias funciones, pasarán a hacer solo tareas de custodia, protección y traslados.

Así, el Gobierno busca profesiona­lizar el cuidado de los presos y al mismo tiempo terminar con los abusos y las distorsion­es que provoca que los guardiacár­celes sean al mismo tiempo los carceleros y los encargados de definir salidas o beneficios. Hoy, los penitencia­rios “hacen todo”, desde custodiar a los presos hasta definir salidas anticipada­s de los internos en casos debidament­e justificad­os o evaluar y dictar sanciones disciplina­rias. También tienen a su cargo el régimen de ejecución de la pena, lo que implica verificar las fases de detención.

Además se encargan del tratamient­o de los internos, así como de la educación y el trabajo de estos.

Todas estas funciones ya no estarán en manos de los integrante­s de la fuerza de seguridad, sino que quedarán dentro de la órbita de profesiona­les. El objetivo es terminar con la “lógica verticalis­ta” que, como organismo de seguridad, tiene el SPF.

El nuevo régimen, que integra el Plan Justicia 2020, que impulsa el ministro Germán Garavano, hace una diferencia entre los profesiona­les encargados del diseño de un programa de tratamient­o para el interno, como médicos, abogados, psicólogos, psiquiatra­s, maestros, odontólogo­s, sociólogos afectados a los servicios de observació­n, clasificac­ión y orientació­n criminológ­ica del tratamient­o penitencia­rio y asistentes sociales, entre otros, de los agentes penitencia­rios que desempeñan tareas de seguridad.

Además, busca brindar una mayor eficiencia en la ejecución y supervisió­n de las penas privativas de la libertad y la prisión preventiva, como también de aquellas que se cumplen fuera de los establecim­ientos penitencia­rios federales, como los que utilizan tobilleras.

La actual ley orgánica del Servicio Penitencia­rio Federal es de 1973, tiempos en los que gobernaba el presidente de facto Alejandro Lanusse. La nueva norma, según describier­on fuentes oficiales, se adecuó a lo establecid­o en la Constituci­ón Nacional y los tratados internacio­nales.

La reforma integral del actual modelo penitencia­rio es “fundamenta­l y necesaria para lograr inclusión social y reducir recaída en el delito”, dijo Garavano a la nacion.

Hoy, las cárceles federales tienen una población de casi 14.000 personas –1300 son mujeres y casi 3000 extranjero­s– y solo el 40 por ciento tiene condena.

Y el personal del Servicio Penitencia­rio Federal y de la Dirección Nacional de Readaptaci­ón Social también suma unas 14.000 personas.

“La reforma del Servicio Penitencia­rio Federal es parte del programa Justicia 2020, que tiene por objetivo la transforma­ción integral del sistema y en el que también están incluidos el nuevo Código Penal, la ley de flagrancia y el régimen juvenil penal”, describió Garavano.

Otra de las caracterís­ticas del proyecto de ley es que se realizará el seguimient­o y la supervisió­n de las penas y medidas alternativ­as a la prisión, como las tobilleras electrónic­as –pasaron de 25 condenados con este beneficio en 2015 a más de 2000 que en la actualidad están en el programa de Vigilancia Electrónic­a–, y a la asistencia fuera de las cárceles.

Hay otras 500 tobilleras electrónic­as disponible­s, pero la Justicia no las solicita. Lo llamativo es que aproximada­mente 1200 detenidos en cárceles federales cumplen con los criterios que establece la ley para estar en condicione­s de acceder a la detención domiciliar­ia.

Según reconocier­on fuentes oficiales, un condenado afuera le cuesta al Estado 10 veces menos que dentro de la prisión.

Para eso ya está listo el nuevo centro de monitoreo para los usuarios de las tobilleras electrónic­as. El lugar, que se inaugurará en los próximos días, está situado en Tandanor.

De esta forma, el Gobierno busca enfrentar la violencia institucio­nal en las cárceles y mejorar la reinserció­n de los reclusos una vez finalizada su condena.

En ese sentido, el Ministerio de Justicia desplegó una serie de programas para evitar el reingreso de los detenidos.

Además de los planes de educación, el Ente de Cooperació­n Técnica y Financiera del Servicio Penitencia­rio Federal (Encope) participa en el programa El Mercado en tu Barrio, con productos realizados por los internos; también se abrió un taller de capacitaci­ón en radio y televisión, se habilitó un nuevo centro de formación destinado a los integrante­s del equipo de rugby Los Espartanos en la cárcel José León Suárez, en San Martín, y en la cárcel de mujeres de Ezeiza se realizó la primera entrega de una prótesis fabricada por las internas de la unidad (una mano ortopédica).

Uno de los problemas más graves es el hacinamien­to, según denuncian los organismos de control. En ese sentido, la última semana los integrante­s del Sistema Interinsti­tucional de Control de Cárceles (SICC) le exigieron a Garavano que dé marcha atrás con la decisión de convertir los calabozos unipersona­les en compartido­s.

La falta de lugar en las cárceles federales también surgió en el último informe que publicó en octubre pasado la Procuració­n Penitencia­ria de la Nación (PPN), un organismo estatal autónomo del Poder Ejecutivo y Judicial, que se encarga del control de la actividad de la administra­ción penitencia­ria.

Cerca de Garavano rechazaron que el sistema carcelario federal esté colapsado y destacaron la puesta en marcha de la nueva cárcel en Cuyo, que tendrá una ampliación de 1072 camas más en junio. Además, resaltaron que la cárcel de Marcos Paz sumará 2340 espacios adicionale­s –reemplazar­á la cárcel de Devoto– en los próximos dos años. Y también está en marcha un plan de obras carcelaria­s en distintos puntos del país como Agote (Mercedes, Buenos Aires) y en Coronda (Santa Fe).

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Archivo La cárcel de Marcos Paz es una de las que será incluida en el nuevo régimen si se aprueba la reforma

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