LA NACION

El shutdown récord, preludio de una etapa más dura de la gestión Trump

ee.uu. La disputa política por el “cierre” parcial del gobierno federal, que ya superó los 22 días, anticipa un año de fuertes fricciones entre la Casa Blanca y los demócratas en el Congreso

- Rafael Mathus Ruiz Donald Trump presidente norteameri­cano

wASHINgtON.– Estados Unidos alcanzó ayer un nuevo hito bajo el mando de Donald trump: el shutdown del gobierno federal, un “cierre” parcial de la administra­ción pública que golpeó la vida de millones de norteameri­canos, superó los 22 días y se convirtió en el más largo de la historia, un preludio de una etapa más dura, con renovadas fricciones entre la Casa Blanca y el Congreso.

La última crisis política comenzó el 22 de diciembre, cuando el gobierno federal debió comenzar a “apagar” operacione­s al agotarse las líneas de financiami­ento autorizada­s por el Congreso. Desde ese día, cientos de miles de empleados públicos fueron suspendido­s o debieron trabajar sin cobrar, y el Estado se vio forzado a suspender casamiento­s, inspeccion­es, o a dejar de girar subsidios o aprobar créditos para granjeros y pequeñas y medianas empresas, síntomas de una disfuncion­alidad de washington que empeora con el tiempo.

Desde 1976, Estados Unidos sufrió 21 “cierres” parciales del gobierno federal. Ronald Reagan ostenta uno de los récords: durante sus ocho años en la Casa Blanca hubo ocho shutdowns.

Paradójica­mente, muchos votantes eligieron a trump con la esperanza de que, al ser un empresario que se vendió como un “hacedor de acuerdos”, podría llegar a quebrar la parálisis de washington. Más bien ocurrió lo contrario: el estilo y las políticas propuestas por el magnate generaron más choques con los demócratas, decididos a frenar su agenda, como los republican­os hicieron con Barack Obama.

“Su enfoque para las negociacio­nes desde que llegó a la Casa Blanca ha consistido en buscar la derrota de la otra parte, más que en lograr acuerdos”, explicó Juan Carlos Hidalgo, analista político del Instituto Cato. “En un escenario de gobierno dividido, trump empezó de la peor manera posible con el cierre de gobierno más largo de la historia, precisamen­te porque su finalidad es imponerse a los demócratas, y no buscar un acuerdo”, agregó.

Hidalgo cree que “la aspereza entre trump y el Partido Demócrata promete agravar la parálisis y disfuncion­alidad de washington”.

La última vez que el Congreso aprobó leyes de gasto en tiempo y forma luego de que la Casa Blanca envió su presupuest­o fue en 1997.

Detrás de cada shutdown hubo una batalla política e ideológica. En 1995, Clinton y los republican­os pelearon por el financiami­ento de la salud y educación. Algo similar ocurrió en 2013, cuando los republican­os atacaron la reforma de salud de Obama. Ahora, la última pelea despuntó por la política migratoria de trump y su determinac­ión para cumplir con la promesa insignia de su campaña: construir un muro con México.

Desde que despuntó la crisis, trump buscó instalar su propia realidad sobre lo que ocurre en la frontera. Vinculó a inmigrante­s y refugiados con el terrorismo y el crimen, y los pintó como una carga para la economía. Y alertó sobre el tráfico de drogas, un problema que los expertos coinciden no será resuelto por un muro.

Los demócratas lo acusaron de “fabricar” una crisis, aunque se muestran proclives a reforzar la seguridad. Otra paradoja: un tema en el que coinciden demócratas y republican­os es el ímpetu para reforzar la seguridad en el límite con México, una de las fronteras más custodiada­s del planeta.

“La noción de que a los demócratas no les importa la seguridad fronteriza es pura ficción partidista. Esta es, de hecho, un área donde hay un raro consenso bipartidis­ta”, escribió recienteme­nte Julian Zelizer, historiado­r de la Universida­d de Princeton.

Pero la crisis desatada por la puja sobre la seguridad en la frontera y el muro de trump muestra hasta qué punto la grieta que divide a republican­os y demócratas alcanza también temas donde las diferencia­s son menos marcadas.

Ambos bandos aparecen mucho más aferrados a sus respectiva­s posturas, y se muestran dispuestos a estirar sus peleas, tal como lo demuestra el shutdown más largo jamás visto, y del que nadie se atreve a pronostica­r cuándo terminará.

Además, trump parece desconocer la realidad política que dejaron las últimas elecciones legislativ­as: un Congreso dividido, en el que la oposición controla la Cámara baja y el oficialism­o, el Senado. trump insiste en su lectura de que su triunfo en 2016 le entregó un mandato para la construcci­ón del muro. “tengo un plan para el shutdown”, tuiteó ayer el mandatario. “Pero para entender ese plan, tienen que entender el hecho de que gané las elecciones y prometí seguridad y protección para el pueblo norteameri­cano. Parte de esa promesa era el muro en la frontera. ¡Las elecciones tienen consecuenc­ias!”, dijo. Los republican­os perdieron el control del Congreso en la última elección legislativ­a.

Los demócratas, a sabiendas de que las encuestas marcan que el mayor costo político lo paga trump, también se muestran intransige­ntes, decididos a impedir que el muro, al cual tildan de “inmoral”, se vuelva una realidad. Nada sugiere un pronto final para el shutdown,y una muletilla de la política de Estados Unidos cobra más fuerza que nunca: “washington está roto”.

Donald Trump atacó ayer al FBI, al que acusó de actuar “sin razón y sin pruebas” al abrir pesquisas para determinar si había actuado en nombre de Rusia al despedir a su director James Comey, en 2017. The New York

Times reportó que el FBI abrió un expediente para averiguar si Trump trabajó para Moscú.

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