Las máquinas de coser no pueden con la tecnología –¿Qué les ocurrió a los asalariados que fabricaban las máquinas de coser?
El 4 de enero pasado la nacion publicó un interesante artículo, firmado por la periodista Gabriela Origlia, generado en el hecho de que la empresa Macoser, oriunda de Córdoba, dejará de producir las máquinas de coser Singer. ¿Qué tiene de interesante la nota? Que explica con claridad no solo la naturaleza del problema, sino principalmente la respuesta empresarial a un nuevo ejemplo de lo que Joseph Allois Schumpeter denominaba “la destrucción creativa”.
Para saber más sobre el tema conversé con el norteamericano Nathan Rosenberg (1927-2015), quien analizó el desarrollo económico como proceso, desde los puntos de vista de la historia, la política económica y la historia del pensamiento económico. En ciencia y tecnología, enfatizó la necesidad de analizar la cuestión de manera concreta, no en términos abstractos. Su contribución a la comprensión del cambio tecnológico fue reconocida por Douglass Cecil North, cuando en 1993 recibió el Premio Nobel. Además de lo cual realizó exhaustivos estudios sobre los escritos de Adam Smith y Karl Henrich Marx.
–¿Quedaba algo por descubrir, leyendo a Adam Smith?
–La relectura de los clásicos siempre es útil. Según la buena síntesis que Alexander James Field hizo de mis trabajos, en mi opinión Smith destacó los beneficios de la especialización del trabajo, pero también el efecto depresivo –desde el punto de vista psicológico– de efectuar tareas repetitivas, cuestión planteada de manera magistral al comienzo de Tiempos modernos, la película de Charles Chaplin. Smith se oponía a los monopolios, no tanto por consideraciones de eficiencia, sino porque canalizaba recursos a quienes no tenían incentivos para manejarlos de manera cuidadosa. Los ricos terratenientes, con el superávit agrario, en lo único que pensaban era en emplear a muchos sirvientes, como documenta Downton Abbey. Smith rechaza la existencia de una curva perversa de esfuerzo laboral, en el caso de los asalariados, pero no en el de los capitalistas. Solo en competencia la tasa de beneficio es reducida, y los capitalistas no pueden imitar el comportamiento de los terratenientes.
–Sorprendente.
–Solo para quienes creen que lo único que él dijo fue lo de la “mano invisible”. Afirmaba que era imposible que cinco productores de un mismo sector se reunieran a tomar el té, sin que de allí surgiera un acuerdo que perjudicara a los consumidores.
–La Argentina dejó de producir máquinas de coser Singer. ¿Qué reflexión le merece?
–Comencemos por entender la naturaleza del problema. En 1942, en Capitalismo, socialismo y democracia, Schumpeter lanzó la idea de destrucción creativa, señalando que como para los seres humanos los bienes están conectados por relaciones de sustitución o complementariedad, la creación de un producto nuevo, o un nuevo proceso productivo, genera ganadores y perdedores. No cabe duda de que la invención de la lamparita eléctrica fue muy importante, pero les complicó la vida a los fabricantes de velas.
–Algo parecido ocurrió con las máquinas de escribir y también con las de coser.
–Efectivamente. Como se indica en el artículo que usted menciona, también se discontinuó la producción de estas últimas en los Estados Unidos, Brasil y México, y solo quedan un par de fábricas en China.
–A la luz de la reducción de la demanda, ¿qué otra cosa podría haber hecho la empresa Macoser?
–Podría haber salido, con sus trabajadores y sus proveedores, para cortar la ruta más cercana; y también podría haber presionado a las autoridades, para que con subsidios crecientes se pudieran mantener las fuentes de trabajo.
–Pero no fue lo que hicieron.
–Aplicando el principio de que la especialización tiene sus beneficios, pero también sus riesgos, la empresa no fabricaba un solo producto sino varios, destinados a satisfacer necesidades distintas. Por ejemplo, hoy 80% de su facturación proviene de las cocinas, los hornos y los anafes que producen. Porque se abandona la costura, pero no la cocción.
–Nada. Primero y principal, la caída en la demanda de máquinas de coser no se dio de un día para el otro, por lo cual los directivos de la empresa tuvieron tiempo para adecuar la estructura de la producción a los cambios en la demanda. Es decir, no se paralizaron, insistiendo de manera tozuda en algo que obviamente era cada vez menos viable. En palabras de uno de ellos: “Si nos hubiéramos quedado con las máquinas de coser, ya no existiríamos”. En este tipo de decisiones, el espíritu empresarial es insustituible.
–Insisto, ¿qué ocurrió con el personal?
–Sigue trabajando en la empresa, en la fabricación del resto de los productos. Ignoro la diferencia de habilidades laborales que requiere manejar los equipos que elaboran máquinas de coser, de aquellos que se usan para fabricar cocinas; pero debidamente entrenados, seguro que los operarios no tuvieron inconvenientes en seguir en carrera.
–¿Qué lecciones surgen de casos como este?
–La realidad es dinámica, es imparable, pero cuando los encargados de una empresa tienen claro su rol, actúan en consecuencia y superan el desafío.
–Don Nathan, muchas gracias.