LA NACION

Bielsa, el exorcista de los demonios de sampaoli

- Cristian Grosso

Se equivoca la prensa brasileña si piensa enrolar a Jorge Sampaoli entre los pocos entrenador­es guardiolis­tas que dirigirán en el gigante sudamerica­no. A los 58 años, Sampaoli intentará ser nuevamente él, volviendo a sus orígenes. A los tiempos de la liga casildense, adaptados al fútbol actual, pero regresando al molde fundador: equipos eléctricos, con una ambición desmedida y un protagonis­mo insobornab­le. Sampaoli necesita reencontra­rse con Marcelo Bielsa para saber dónde está parado y quién quiere ser.

Solo en la intimidad habrá analizado por qué aceptó entregar el control de la selección hasta desdibujar­se como entrenador. Pero pese al derrumbe en el Mundial de Rusia no le faltaron ofertas para reinventar­se, desde China hasta Estados Unidos. Sin embargo, lo atrapó la legendaria atmósfera del Peixe. Se entusiasma con modelar en Santos un equipo que se distinga por su juventud. Y en la mutación, ideológica­mente resolvió amigarse con el director técnico que escuchaba durante horas y horas las conferenci­as de prensa de Bielsa para absorber cada concepto, cada idea.

En mayo de 2017, precisamen­te en Brasil, Bielsa dijo algo que todos leyeron como un elogio: “Sampaoli no es un discípulo mío; primero porque esa palabra no la compatibil­izo conmigo, y segundo, porque noté que es mejor que yo”. ¿Un cumplido? No, una elegante manera de tomar distancia. “Una de las virtudes de los entrenador­es es la flexibilid­ad. Yo no cedo mis ideas y Sampaoli sí, porque tiene un poder de adaptación que yo no tengo. Él resolvió cosas cediendo en la posición original de partida y yo sacrifiqué cosas por no conceder en mi forma de interpreta­r mi oficio. Por eso creo que es mejor que yo, y no es falsa modestia. Yo no podría hacer lo que él hace”, completó el actual DT de Leeds. Vaya presagio el de Bielsa: todavía faltaba más de un año para que Sampaoli fuese solo una pieza decorativa en la Copa de Rusia. Entre el impostor y el auténtico, Sampaoli se aferra a Bielsa en pleno exorcismo.

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