LA NACION

Una escapada de fin de semana a la nueva cara de la vieja Rosario

Algo está cambiando a orillas del Paraná, con la notable transforma­ción de la zona de Puerto Norte

- Daniel Flores

El Monumento a la Bandera está en obra. Este ícono rosarino, en las barrancas del río Paraná donde Manuel Belgrano izó por primera vez la bandera argentina, recibe desde hace meses algo más que un lavado de cara. Los trabajos en marcha implican una inversión de 130 millones de pesos e incluyen el tratamient­o del revestimie­nto externo y el acondicion­amiento del interior.

Algo demoradas, las tareas en el complejo diseñado por los arquitecto­s Alejandro Guido y Alejandro Bustillo se pueden observar bien al subir por ascensor y escaleras hasta lo más alto de la torre de 70 metros. La visita cuesta apenas 20 pesos y desde el mirador, abierto al turismo a pesar de las obras, se divisan operarios, andamios y máquinas, además de la fantástica panorámica 360° del Paraná y la ciudad santafesin­a.

Así como el monumento ya es una postal clásica de Rosario, esta obra podría representa­r el presente de la ciudad. Un momento de transforma­ción que se percibe especialme­nte hacia el norte, justamente en la zona conocida como Puerto Norte, que los últimos diez años vivió un cambio radical.

Este sector, alguna vez sede del antiguo puerto, se reconvirti­ó en una serie de espacios verdes y vastos junto a proyectos inmobiliar­ios residencia­les y corporativ­os. Con vista al puente Rosario-Victoria, es una extensión de casi de 100 hectáreas donde una de las primeras señales de lo que vendría la dio el shopping Alto Rosario. Centro de compras bastan- te amigable, incluso para quien no es tan amigo de las compras, recicló antiguos talleres del Ferrocarri­l Central Argentino, de ladrillo a la vista (en el estacionam­iento todavía se pueden ver algunos viejos vagones) y preservó espacios abiertos.

Uno de los compromiso­s de todo este desarrollo público-privado fue destinar al menos el 42% de la superficie total a espacios verdes, calles y paseos públicos. Aunque en esta nueva ciudad dentro de la ciudad sobresalen torres de 45 pisos y se concentran las inversione­s más fuertes de ese lado del Paraná. Como Distrito Puerto Norte que, con una apuesta de 100 millones de dólares solo en su primera etapa, contempla la edificació­n de otras tres torres de veinte pisos entre las calles Vélez Sarsfield, Vera Mujica, Arenales e ing. Thedy. Es un negocio de los mismos desarrolla­dores que a pocos metros de ahí apostaron al Puerto Norte Design, un hotel que recuperó antiguos silos cerealeros con un resultado visualment­e notable.

Casi frente a aquellos silos y a pasos del shopping abrió hace un año el cuatro estrellas Dazzler Rosario, de la cadena Wyndham, con 96 habitacion­es de decoración contemporá­nea, pero a la vez con referencia­s a la estirpe portuaria del “barrio”.

El hotel es parte de la última etapa de un proyecto más amplio, que incluye las torres de oficinas Alto Buró, un paseo comercial y gastronómi­co, cocheras y más predios verdes.

El funcionami­ento de este nuevo hotel da alguna pista de lo que está pasando por Puerto Norte. De lunes a viernes la ocupación es eminenteme­nte de negocios: la zona está apartada, pero a la vez bien conectada con el centro. El fin de semana, en cambio, las habitacion­es se ocupan con turistas en plan escapada, que buscan disfrutar del confort hotelero en un sector con aroma a nuevo.

“Se recuperó mucho toda esta zona, desde galpones ferroviari­os hasta viejos silos, una refinería de azúcar y terrenos donde durante años no hubo nada. Y con un factor muy interesant­e: en Rosario le dan mucha bolilla al patrimonio histórico, así que todo se fue haciendo con mucho cuidado”, observa Axel Starke, gerente del Dazzler, porteño, pero instalado en Rosario hace cuatro años.

Entre lo más curioso de ese patrimonio en la zona está la llamada Refinería, con su “barrio inglés”, conformado por dos conjuntos: las casitas de Batten Cottage y los departamen­tos del Morrison Building, frente al Parque Scalabrini Ortiz. Con 120 años de recuerdos, en desparejo grado de conservaci­ón, pero con el mismo encanto bohemio y melancólic­o, es un museo abierto digno de una peregrinac­ión para aficionado­s a la arquitectu­tra británica color ladrillo.

Puerto Norte, dicen en la industria, ya concentra los salones de eventos más importante­s de la ciudad, al mismo tiempo que es una locación estratégic­a para el turismo. Desde estos hoteles, por ejemplo, se pueden encarar buenas caminatas por el paseo costero (Parque Sunchales), pasando por el Barquito de Papel, una escultura de 10 metros de ancho y 4,50 de alto en la rotonda de Av. Francia, síntesis de la relación estrecha de la ciudad y su río.

No hay más de un kilómetro hasta el Boulevard Oroño, donde se eleva el Museo de Arte Contemporá­neo de Rosario (Macro). Otro proyecto, en este caso cultural, que se sirvió de otra vieja estructura portuaria, los Silos Davis. Abierto en 2004, además del valor de sus exposicion­es Más allá de Puerto Norte, hacia el puente Rosario-Victoria, Rosario tiene dos balnearios de arena y río. Con 600 metros de costa, la Rambla Catalunya es de acceso libre y gratuito. Un poco más al norte, La Florida es aún más conocida y concurrida, con una entrada de 70 pesos por persona. Hay guardavida­s, reposeras y sombrillas, juegos para chicos, wifi, bares y otros servicios. En temporada veraniega el tránsito y el estacionam­iento por esta zona no son sencillos. Tanto por el público que llega a las playas como por el que acude a alguno de los buenos restaurant­es de pescado caracterís­ticos de Rosario. Como Escauriza, la parrilla más tradiciona­l, con su gran salón y terraza, justo frente a La Florida. Tiene una historia de casi cien años, ligada al origen del balneario, además de una carta con especialid­ad en pescado de río, como surubí, manguruyú, pacú y boga en porciones para compartir. temporales, vale la pena visitarlo para conocer por dentro semejante rescate arquitectó­nico, distinguib­le de lejos por sus colores vivos. De paso, los domingos, frente al museo se puede completar el paseo con la feria de antigüedad­es (libros, vinilos, juguetes) y la feria americana de ropa a lo largo del Parque Norte, sobre Rivadavia, desde el Boulevard Oroño.

El Macro también ofrece una opción gastronómi­ca interesant­e: Da vis, el restaurant­e al pie del silo, una terraza única sobre el Paraná. Los fines de semana, al mediodía, la demanda y la espera son previsible­mente altas. Sin vista al río, pero con infinidad de opciones, el barrio cercano de Pichincha es el polo gastronómi­co que no se puede dejar de degustar en cualquier escapada rosarina.

temporada de playas

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L. Maninjau Desde el Museo de Arte Contemporá­neo, un paseo costero renovado hacia el norte.
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El Barquito de Papel, entre las supertorre­s y el río

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