LA NACION

cohetes y una antigua prisión en guayana francesa

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Luego de averiguar en libros y en Internet, decidimos, junto a mi padre, visitar la Guayana Francesa. Al hablar con amigos, todos nos comentaban lo mismo: “¿Están locos?” Pese a los innumerabl­es comentario­s adversos y la dificultad en la organizaci­ón, optamos por concretar la travesía.

Sacamos un vuelo Buenos AiresMacap­a, provincia norteña de Brasil, a la que solo se puede arribar por aire o agua, y emprendimo­s el viaje. Desde Macapa debíamos llegar por tierra hasta Oiapoque y cruzar el río para llegar a Guayana.

Arribamos a Macapa en plena madrugada, cansados por el vuelo y agobiados por el calor. La rodoviaria donde debíamos tomar el bus estaba totalmente oscura y cerrada, algunos vagabundos dormían en

sus bancos y las plataforma­s donde debían estar los micros estaban ocupadas por pickups.

Terminamos viajando en una 4x4 con una menina, su hijo y un conductor imprudente. Fueron 17 horas en las cuales nos adentraDe mos en la Amazonia brasileña y pudimos apreciar su flora y fauna. Finalmente, cruzamos el río y arribamos al territorio europeo de ultramar francés.

Al norte y al este

La Guayana Francesa, antigua colonia penal francesa, tiene una población estimada de 300.000 habitantes. Sus ciudades más importante­s son: Cayena, su capital,Kou ro u y Saint Laurent du Maroni, un viejo puerto francés que durante los siglos XIX y XX fue la ciudad en donde se asentaban los diferentes bagnards (reos) que llegaban desde Francia y que por ello posee el Campamento penal más importante de la Guayana (Camp de la Transporta­tion).

Sus pobladores son mayoritari­amente negros, descendien­tes de antiguos esclavos que moraron en esa región; mestizos, brasileños, haitianos, chinos que han arribado a estas tierras por cuestiones laborales, y franceses de la metrópoli, factibles de reconocer por su origen europeo.

La capital guyanesa es una ciudad típicament­e colonial con salida al mar, un pequeño centro para recorrer, casas bonitas construida­s en madera, de estilo bajo y que se mantienen siempre aireadas.

Entre árboles tropicales y un cierto aire parisino, visitamos el mercado (espacio predilecto para aquellos que quieran probar comidas típicas a precios bajos), el fuerte de Ceperou, el jardín botánico y la playa Montjol (conocida por ser el lugar donde centenares de tortugas anidan sus huevos para luego emprender un viaje por el Atlántico).

Para llegar a Kourou, la segunda ciudad más importante, tomamos una van y tras cuatro horas arribamos al balneario guyanés por excelencia. Nos quedamos tres días disfrutand­o de sus playas, con un mar un tanto oscuro, pero con una temperatur­a más que agradable -por lo menos para los que acostumbra­mos a veranear en Mar del Plata-.

A 19 kilómetros están las islas de la Salvación: la isla del Diablo, conocida por ser el lugar donde Alfred Dreyfus pasó cuatro años dedicado a la lectura y a la reflexión bajo la infalible mirada de sus custodios; la Royale, donde hay ruinas de las cárceles francesas; y la Saint Joseph.

Otro lugar imperdible que visitamos fue la Estación Espacial Francesa desde donde se envían cohetes al espacio y desde donde partieron el Arsat 1 y 2, nuestros satélites.

Una tarde en un supermerca­do del centro de Kourou nos encontramo­s a los únicos argentinos que vimos durante el viaje: una pareja que se radicó en la ciudad hace 15 años. “¿Qué hacen ustedes por acá?”, quisieron saber. “Curiosidad”, respondimo­s. Es que la Guayana, con sus selvas tropicales, sació nuestras ganas de recorrer nuevos lugares.

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 ??  ?? Bautista Penna Tiene 23 años, es de Mar del Plata, estudia abogacía y viajó a Guayana junto a su papá.
Bautista Penna Tiene 23 años, es de Mar del Plata, estudia abogacía y viajó a Guayana junto a su papá.

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