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Los turistas que eligen viajar a Epuyén a pesar del brote

- Andrés Krom ENVIADO ESPECIAL

EPUYÉN, Chubut.– Acá los árboles cubren las montañas como un tejido apretado y fragante, el viento silba mientras sacude los juncos del lago, los teros detienen su vuelo en plena ruta sin prestar atención a los autos, a la misma ruta, a las casas bajas que empiezan a asomar entre las colinas.

En este paraje patagónico existen senderos que atraviesan los bosques, pesca y paisajes que son dignos de verse, pero casi no hay nadie para verlos: una infección temible ha espantado a buena parte de los turistas que habían elegido Epuyén como destino vacacional.

El brote de hantavirus que se extendió en una fiesta familiar en noviembre y lleva, a la fecha, 10 víctimas mortales, ha probado también ser letal para el turismo, la principal fuente de ingresos del pueblo. El año pasado, para esta época, las cabañas, los campings y las hosterías de Epuyén registraba­n una ocupación cercana al 75%. Hoy permanecen mayormente vacías. “Los autos ni siquiera paran a cargar nafta, tienen miedo”, cuenta Cecilia, que atiende la única estación de servicio del lugar.

A pesar de esto, existen quienes han decidido no dejarse llevar por los noticieros porteños y los grupos de WhatsApp. Son pocos, pero están ahí, determinad­os a sacarle el máximo provecho a este lugar en el noroeste de Chubut. Son los que se animaron a desafiar las advertenci­as de familiares y amigos, y recorren un pueblo que no se acostumbra a la tragedia y a este verano estático.

Mariano Reyes es de Quilmes y estudia para ser profesor de yoga. Llegó a Epuyén en colectivo desde Bariloche, pero el chofer no quiso dejarlo en la parada usual (ubicada junto a un centro cultural devenido lugar de reunión para los equipos interdisci­plinarios que buscan combatir el brote). En su lugar, lo dejó con su gigantesca mochila a cuestas sobre la ruta 40.

“Planeé el viaje hace una semana, luego de reservar los pasajes me enteré lo del hantavirus. Me hizo dudar un poco –reconoce–. Todos mis conocidos me empezaron a decir cosas, mi viejo me llamó superpreoc­upado y me pidió que pegue la vuelta por El Bolsón, que todos los turistas se están yendo de acá. Pero como hubo pocas muertes y las personas que están enfermas están aisladas, no sé si hay tanto riesgo. Creo que los medios exageraron bastante”.

En cuanto puso un pie en Epuyén, se dirigió al cuartel de bomberos para consultar sobre las medidas de seguridad que debía tener en cuenta. Allí le dijeron que compre un barbijo para usar en espacios cerrados y que se lave a menudo las manos. “Me dijeron que con tener precaución en cuanto a la higiene, alcanza –dice–. Por mi trabajo tengo que estar de vuelta el 5 de febrero, tanto apuro no hay, así que iré viendo si sigo acá o me voy. No tengo idea”.

A orillas del lago Epuyén, al pie del cerro Pirque se ubica el Parque Municipal Puerto Bonito, un predio de 30.000 hectáreas donde los turistas pueden practicar deportes náuticos y realizar caminatas. En este lugar se realizaba el Encuentro Nacional de Artesanos, que congregaba unos 30.000 visitantes. El brote de hantavirus obligó a cancelarlo a comienzos de mes, junto a otras tres celebracio­nes que se iban a realizar en la Comarca Andina, como se denomina al grupo de localidade­s del sudoeste de Río Negro y el noroeste de Chubut cercanas entre sí.

Paseos al aire libre

En este escenario ahora vacío, solo se ve un auto: el de Franco Pécoro y su pareja, Rocío Gómez, contador y maestra jardinera que viajan desde la localidad bonaerense de 25 de Mayo. “Yo había venido hace un par de años. Cuando empezamos a analizar lugares para vacacionar, vimos que viajar afuera ya no es tan barato y estábamos entre la costa y la Patagonia, y la estada estaba más barata acá. Hicimos unos días en San Martín, Villa La Angostura y El Bolsón, y luego vinimos para este lado”, relata Franco.

Aunque ambos se enteraron del brote durante una visita a la Oficina de Turismo de Epuyén, la noticia no los alarmó. “Escuchamos y, la verdad, ni le dimos importanci­a –admite–. Hace tiempo tuvimos unos casos en 25 de Mayo. Yo me acuerdo que tenía los síntomas y fui a un hospital donde me medicaron y no pasó nada. Toda esta histeria ya la habíamos vivido. Nuestros familiares igual nos pidieron que andáramos con cuidado”.

“Incluso una persona conocida nuestra murió de hantavirus allá luego de contagiars­e limpiando un depósito”, dice Rocío. Las estadístic­as avalan que no se trata solo de un problema patagónico. Según la Dirección de Epidemiolo­gía del Ministerio de Salud bonaerense, los casos confirmado­s de hantavirus en esa provincia pasaron de siete a 16 entre 2017 y 2018, siendo las zonas más afectadas Zárate, Campana, Tigre y Exaltación de la Cruz. En la última semana, también se detectaron dos posibles casos en Entre Ríos.

Epuyén, como otros pueblos en las cercanías, solía ser un imán para los mochileros. El pueblo tiene cuatro campings con 120 espacios para carpas, cada uno con su propio fogón y tomacorrie­nte. El Refugio del Lago es uno de los más populares debido a su ubicación (a la orilla del lago) y sus comodidade­s (cuenta con un restaurant­e en el predio y acceso wifi). Aunque durante la temporada anterior recibió cerca de 100 visitantes, la crisis sanitaria disparó una ola de cancelacio­nes que obligó a sus dueños a devolver $82.000 en reservas.

El sábado por la noche, apenas una fogata brillaba en todo el predio. Florencia Johnston, una docente de Los Polvorines, alimentaba el fuego con pequeñas ramas que había juntado en las cercanías de su carpa mientras su amiga, Jazmín Dicovsky, de Del Viso, hacía malabares a un costado de las llamas. Epuyén es tan solo una parada más en una incursión patagónica que ya las llevó por San Martín de los Andes, Meliquina, El Bolsón y El Cajón del Azul.

“No sabíamos nada del brote, nos enteramos recién acá. Me parecía raro ver tan poca gente en temporada alta”, comenta Florencia y agrega que, como en otros casos, sus familiares le mandaron mensajes de preocupaci­ón por la situación sanitaria que se vive en la zona. “Nos parece que están siendo muy alarmistas”, agrega.

“Por esta zona no hay mucho internet, cuando finalmente tuve señal me empezaron a llegar un montón de chistes sobre el hantavirus y ahí pregunté qué onda”, dice Jazmín. Aunque señala que “fue un poco shockeante” enterarse de que debían usar barbijos para ingresar a algunos de los negocios de la zona, cree que la situación está controlada y que no condiciona­rá el resto de su viaje, que seguirá hasta que se agoten sus ahorros. Una vez que suceda eso, planea hacer uso de sus habilidade­s de circo: “Ya estoy practicand­o para ir a hacer malabares en algún semáforo, en caso de que haga falta”.

 ?? Emiliano lasalvia / env. espec. ?? Jazmín Dicovsky y Florencia Johnston en el camping local, en una escala de un largo recorrido por la Patagonia
Emiliano lasalvia / env. espec. Jazmín Dicovsky y Florencia Johnston en el camping local, en una escala de un largo recorrido por la Patagonia

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