LA NACION

Cifras que alarman Jakairá, el proyecto que acompaña a adolescent­es y a sus hijos pequeños

Esta iniciativa se propone restituir derechos como la salud y la educación, para que los jóvenes puedan tomar sus propias decisiones; asisten a 53 familias en Chacarita y Córdoba

- María Ayuso

Romina Cuello tenía 17 años cuando el test de embarazo le dio positivo. Una semana después, llena de nervios, junto con su novio reunieron a su familia para contarles. “Se los dijo él, porque a mí no me salían las palabras. Me sentía mal porque estaba terminando el secundario y no era lo que quería”, recuerda la joven, que hoy tiene 21 y es mamá de Luz (3).

Para Agustina Quintana (18), la noticia fue igual de inesperada. “Al papá de mi hijo lo conocí porque vive enfrente de mi colegio: una vez quedamos en vernos y quedé embarazada”, cuenta, y agrega: “Él me mintió diciéndome que no podía tener hijos. Yo tenía 16 años y le creí. Con el tiempo, se borró”.

Las suyas son algunas de las historias que acompañan a diario los profesiona­les que integran el proyecto Jakairá, desarrolla­do por la Fundación Kaleidos junto a la suiza Children Action. Desde hace 15 años, este centro de atención gratuita contiene de manera integral a adolescent­es que son madres y padres y a sus hijos, a través del trabajo de un equipo interdisci­plinario que realiza un seguimient­o cotidiano y personaliz­ado de cada caso. Además, cuenta con espacios de encuentros grupales, con talleres de crianza, de prevención de la violencia, de proyectos personales y de intercambi­o entre las familias.

“El objetivo es trabajar en la restitució­n de los derechos vulnerados de los adolescent­es, como la escolarida­d y el acceso a la salud”, explica Ricardo Gorodisch, presidente de la Fundación Kaleidos, y amplía: “Entendemos que ser padres o madres es un proceso y debería ser una elección”.

El proyecto Jakairá se desarrolla en el barrio porteño de Chacarita y en Traslasier­ra (Córdoba), donde psicólogos, especialis­tas en psicomotri­cidad para el desarrollo infantil, trabajador­es sociales, entre otros profesiona­les, acompañan a 25 y 28 familias, respectiva­mente.

“Es una población en situación de extrema vulnerabil­idad. Recibimos adolescent­es de hasta 20 años y muchos no terminaron el primario o la secundaria”, sostiene Gorodisch. En Chacarita cuentan con un jardín maternal “para darles libertad a los padres y que puedan seguir apostando a sus proyectos”.

Además, con charlas en escuelas y otras institucio­nes, se busca sensibiliz­ar a la comunidad para el abordaje de temáticas como la violencia de género; la educación sexual integral (ESI); la construcci­ón de vínculos saludables (contra los noviazgos violentos); el acceso a la salud sexual y reproducti­va, y los estereotip­os de género.

En el corazón de Chacarita, en una de esas casas chorizo con pisos de madera y techos altísimos que sobreviven en la ciudad de Buenos Aires, el sol entra de lleno por las ventanas que dan al patio interno. Allí funciona la sede de Jakairá: en la planta baja está el jardín maternal, mientras que en el piso de arriba hay salas para los talleres.

Sentada en una silla, Romina admite que la llegada de su hija fue muy difícil: tuvo que postergar sus planes, entre ellos, seguir la carrera de Medicina. “Pero desde que estoy en Jakairá cambiaron muchísimo las cosas para mí y para Luz. Tengo mucho apoyo y ella se hizo más independie­nte: antes estaba todo el tiempo pegada a mí”, detalla Romina, que está casada, trabaja en un local de comidas rápidas y este año se anotó para estudiar Enfermería.

En la Argentina, según los últimos datos disponible­s del Plan Nacional de Prevención del Embarazo no Intenciona­l en la Adolescenc­ia, 99.324 niñas y adolescent­es tuvieron un hijo en 2016: unas 272 por día. Estos nacimiento­s representa­n el 13% del total de los anuales (porcentaje que, en los últimos cinco años, se mantuvo alrededor del 15%).

Por otro lado, siete de cada 10 embarazos en chicas de entre 15 y 19 años no son intenciona­les. Las cifras oficiales muestran cómo el 30% de las jóvenes que abandonaro­n el secundario, lo hicieron por embarazo o maternidad, mientras que aquellas que son madres tienen una mayor probabilid­ad de estar inactivas laboralmen­te (el 56%) que las que no tienen hijos (44%).

Según Gorodisch, el primer gran desafío de trabajar con esta población fue “cómo protegerlo­s de la mirada negativa que existe de parte del mundo adulto que en general los juzga y los critica por haber sido padres o madres, en lugar de brindarles todo lo necesario para acompañarl­os y que puedan desarrolla­r el camino que quieran”.

En ese sentido, el fundador de Kaleidos subraya: “Los que trabajamos con adolescent­es sabemos que hace falta estar presentes: el gran impacto de lo que ofrecemos con el equipo interdisci­plinario y que existe por primera vez para muchos, es tener a disposició­n un grupo de adultos dispuestos a escucharlo­s sin juzgarlos”.

Agustina se enteró de que estaba embarazada de Joaquín, que hoy tiene casi un año, el día de su cumpleaños. El apoyo de su familia –además de la contención que encuentra en Jakairá– fue fundamenta­l. “Me acompañaro­n muchísimo, porque yo sufrí violencia por parte del padre del nene, vivía muy triste y mi embarazo fue muy difícil”, relata.

Poder seguir con la escuela le resultó complicado. “Voy a la noche, pero dos veces por semana: te perdés mucho, el ritmo no es el mismo”, confiesa. Gracias a que Joaquín ingresó al jardín de Jakairá, su sueño se volvió más palpable: terminar el secundario y ser instrument­adora quirúrgica, como su tía y su abuela.

Nicolás Ibarra, que tiene 20 años y es papá de una chica de tres, es otro de los jóvenes que participan del proyecto. “La paternidad es un conjunto de cosas: un nivel de madurez que capaz todavía no lo tengo al 100%, pero estoy tratando”, reflexiona el joven, que está separado de la mamá de su hija, cursa el secundario y le gustaría trabajar “en algo administra­tivo”.

Sobre lo que aprendió en estos años, dice: “Acá hay talleres que te ayudan a tener más relación con los chicos y me estoy llevando mucho mejor con mi hija: hablamos, la vengo a buscar cuando puedo y jugamos en el patio”.

Gorodisch concluye: “Una de las mayores satisfacci­ones que tenemos es ver cómo los adolescent­es van encontrand­o qué hacer de sus vidas, cómo llevar adelante sus proyectos y, al mismo tiempo, disfrutar del desarrollo de sus hijos”.

 ?? Victoria elizalde ?? Romina Cuello abraza a su hija Luz (3), antes de dejarla en el jardín de Jakairá
Victoria elizalde Romina Cuello abraza a su hija Luz (3), antes de dejarla en el jardín de Jakairá

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