LA NACION

El control de los durmientes, una tarea cotidiana luego de un recambio escandalos­o

Las 120.000 estructura­s originales fueron reemplazad­as en 2014, pero las nuevas sufrieron daños irreparabl­es; hoy, continúa la sustitució­n

- Palavecino

CORONEL VIDAL.– Lucen apilados como un juego de bloques de madera los durmientes retirados, que se cuentan por miles solo en los kilómetros previos y posteriore­s a la estación Vivoratá. El recambio por otros de cemento se realizó en todo el ramal y permitió recuperar el servicio, suspendido durante largo tiempo porque las vías inestables ya no soportaban el paso del tren.

Esta obra de mejoras se tuvo que hacer en dos oportunida­des, ya que buena parte de los durmientes hormigonad­os que se colocaron hace no más de cinco años durante el gobierno kirchneris­ta presentaro­n fallas estructura­les gravísimas, lo que obligó a concretar una nueva reposición.

Caminar ahora por las vías permite ser testigo de la inspección periódica que profesiona­les hacen para detectar rajaduras en estas piezas de algo más de un metro de largo y 20 centímetro­s de ancho, que ofician como travesaños entre ambos rieles. Una cruz pintada significa un daño leve; dos, su urgente recambio.

El ramal Mar del Plata-Constituci­ón sufrió en estos últimos años todos los problemas que se pudieran imaginar. El corredor estaba frágil en su infraestru­ctura de soporte y las formacione­s eran viejas y sobrevivía­n en medio de la falta de mantenimie­nto. Durante las últimas dos décadas de funcionami­ento había circulado en algunos tramos casi a paso de hombre, porque los rieles estaban casi en el aire. Al pausado “trac-trac” que sonaba a tiempo musical de la marcha lenta sobre las vías se sumaba el crujido de los morrudos tirantes de quebracho, ya desgastado­s en sus sujeciones. Hasta que la sucesión de descarrila­mientos, la caída de algún puente y el riesgo de un accidente mayor llevaron a decir basta. Al menos hasta que se ejecutaran obras adecuadas.

El tren volvió a correr entre esta ciudad y la Capital a mediados de 2017. Se vivió casi con el mismo clima de fiesta que cuando tres años antes habían llegado las locomotora­s chinas. Desde entonces ha tenido un funcionami­ento sostenido y mejoró en tiempos para cubrir esos casi 400 kilómetros. Hoy, con escalas en las 12 estaciones intermedia­s, demora algo más de seis horas. El directo, que se sumó para esta temporada alta, se arrima a las cinco horas y media. Ganarle al cronómetro se mantiene como desafío constante.

La incorporac­ión de locomotora­s modernas y nuevos vagones, con aire acondicion­ado y otros servicios mejorados, data de comienzos de 2014. Hasta que los durmientes, incluidos los más nuevos, se rindieron. De unos 120.000 colocados en este ramal, más del 30% se resquebraj­aron con distintos grados de daño, según constataro­n en inspeccion­es a cargo del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). Así, el recorrido se paralizó y todavía se investiga si hubo error de fábrica o algo más en aquella compra realizada por el Estado nacional, durante la gestión de Florencio Randazzo. Ya se reemplazar­on más de 20.000 de casi 30.000.

Los durmientes originales de quebracho fueron a remate. Todavía hoy se pueden conseguir algunos lotes en oferta en un sitio web del Estado. Muchos de ellos esperan todavía que los compradore­s envíen el transporte para retirarlos de predios linderos a las estaciones.

Alguna vez se planificó para el corredor Mar del Plata-Constituci­ón un tren veloz capaz de cubrir el viaje en poco más de tres horas. Hoy, tras la renovación, se tarda el doble y algo menos con el directo. Todavía muy lejos de lo que era normal a partir de la década del 50 y años siguientes, cuando la promoción para llegar en ferrocarri­l desde Buenos Aires hasta aquí se ufanaba de un par de datos. Cuando todavía ni se soñaba con la autopista en la ruta 2, las frecuencia­s entre la Capital y la playa eran ocho por día y dos de cada tres veraneante­s elegían el tren porque era confortabl­e. El tiempo de viaje se convirtió en eslogan: “cuatro horas y un ratito”. Darío

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