Los cuentos que Roberto Arlt escribía para ganar dinero extra
Un libro reúne veinte textos publicados en diarios y revistas
Años después de la publicación de los “cuentos completos” de Roberto Arlt, con un prólogo de Ricardo Piglia, la editorial Losada dio a conocer una versión más completa en Cuentos completos. Sin embargo, desde este año el futuro compilador deberá tener en cuenta un nuevo libro: El bandido en el bosque de ladrillo (Simurg), que reúne casi una veintena de relatos del autor de Los siete locos, que aparecieron en diarios y revistas entre 1927 y 1942. Algunos son primeras versiones de otros textos conocidos (como “El jorobadito”, que en este volumen tiene por título “El insolente jorobadito”, y otro final). Y hay una reescritura en forma de cuento de La isla desierta, obra teatral de 1937 que al momento de su estreno no tuvo mucha repercusión. Ese cuento se llamó “El hombre del tatuaje” y Arlt lo publicó en la revista El Hogar en 1938.
Tres de los relatos reunidos en el volumen ya habían sido publicados en otro libro de Simurg, El resorte secreto y otras páginas, de 1996. Aunque fueron difundidos, no se incluyeron en las ediciones de cuentos completos. “A la ilusoria integralidad de todas esas ediciones debe agregarse el hecho de que algunos cuentos han ido incorporando, por el paso del tiempo y los sucesivos descuidos, no pocas erratas”, advierte Gastón S. Gallo, editor de Simurg y artífice del nuevo libro de Arlt. En muchas versiones de “Ester Primavera”, aún aparece la temporalidad verbal del original alterada por el cambio en el orden de algunas líneas. Esta edición le hace justicia al autor de El juguete rabioso. Se mantienen, además, las transposiciones del habla local a la escrita tal como las practicaba el escritor (se respeta su elección a la hora de escribir “canaya” en vez de “canalla” o “¿cómo la va iendo?” en vez de “yendo”).
“Se sabe que Arlt publicaba cuentos en diarios y revistas para sumar dinero a su sueldo como periodista. Era un extra”, agrega Gallo. “Orgullosamente afirmo que escribir, para mí, constituye un lujo. No dispongo, como otros escritores, de rentas, tiempo o sedantes empleos nacionales. Ganarse la vida escribiendo es penoso y rudo. Máxime si cuando se trabaja se piensa que existe gente a quien la preocupación de buscarse distracciones le produce surmenage”, escribió Arlt en el prólogo a Los lanzallamas.