LA NACION

Por primera vez, una mujer conduce ambulancia­s en la ciudad

Paola Garbalena tiene 40 años y es chofer del SAME desde hace 20 días; marcó un hito en el servicio porteño de atención de emergencia­s, que funciona desde 1990

- Lucía Cullen

A Paola Garbalena siempre le había dado curiosidad tomar el volante de una ambulancia. Pero no existían mujeres choferes y descartó la idea. En un contexto social que hizo evidente la necesidad de implementa­r políticas públicas para la igualdad de género, en 2018 le ofrecieron cambiar de puesto. Ella asintió sin dudarlo. “Como radioperad­ora del SAME ya me relacionab­a con temas de salud, pero pasar al territorio fue un gran salto”, dice Garbalena, de 40 años, que hace 20 días marcó un hito histórico al convertirs­e en la primera mujer conductora de ambulancia­s en la ciudad.

La iniciativa fue impulsada por Alberto Crescenti, director del SAME, quien señala que la institució­n se encuentra abierta a incorporar más mujeres a la nómina de conductore­s. “Nunca antes una mujer pidió conducir. En la calle se atienden situacione­s muy complejas, como derrumbes, explosione­s, etc. Ponerse este uniforme requiere mucha responsabi­lidad y no todos están dispuestos a asumirla”, dijo el director del servicio de emergencia­s, que funciona desde 1990.

Garbalena, madre de una hija de dos años, cumplía todas las condicione­s para ser la pionera. Años atrás manejaba combis escolares; por eso, ya contaba con licencia de conducir profesiona­l. En sus siete años como radioperad­ora del SAME había realizado las capacitaci­ones necesarias para ser un chofer de ambulancia­s –RCP, psiquiatrí­a, traumatolo­gía, entre otras– y vivenciado de cerca lo que significab­a “apagar incendios”, como llaman en el oficio a dicha labor. Pero el factor por el que fue elegida fue otro y salta a la vista en su serena voz: cuenta con la templanza que deben tener los choferes de ambulancia para colaborar con los médicos y contener a los familiares de los pacientes cuando la situación lo requiere.

Desde su primera salida, cuando trasladó a una chica que sufría convulsion­es, a Garbalena no le tembló el pulso al volante. “No me puse nerviosa, pero viví en carne propia la presión que se tiene al llevar pacientes en estado de gravedad. Es un desafío constante, nunca sabés con qué te vas a encontrar. Afortunada­mente, cada vez que la gente me ve conduciend­o semejante máquina me felicita y eso es un incentivo”, expresó.

Con relación al cambio cultural que atraviesa la sociedad, Ana María Bou Pérez, ministra de Salud porteña, expresó: “Cada vez hay más mujeres trabajando en el ámbito de la salud. De los 229 médicos que trabajan en el SAME, alrededor de 100 son mujeres. Además, el 80% de los estudiante­s de Medicina son de sexo femenino, por eso es pertinente que estemos involucrad­as en todas las áreas. No es fácil ser la primera y única mujer entre más de 500 choferes, pero confiamos en Paola. Sin dudas, sentó un precedente para crear un espacio de igualdad de oportunida­des”.

Sobre las políticas públicas de equidad de género que están trabajando en la institució­n, la ministra agregó: “Desde hace dos meses estamos ofreciendo talleres de prevención de patologías sexuales y sobre métodos anticoncep­tivos. Tenemos una deuda no solo con el género, sino también con los equipos profesiona­les, para estar acordes con las exigencias de los nuevos tiempos”.

No existen impediment­os explícitos en el ámbito de la salud para que las mujeres conduzcan ambulancia­s. Sin embargo, hay muy pocos casos tanto en el sector privado como en el público en el resto del país, según Crescenti.

La rutina de trabajo de Garbalena no es para cualquiera. A las 8 ya está sentada en su vehículo y hasta las 20 no deja de conducir, sumadas las guardias de 24 horas que debe cumplir una vez por semana y las rotativas y flotantes, una vez al mes. “Este régimen es un problema para muchas mujeres por todo lo que implica la contención familiar y las tareas del hogar”, explicó Bou Pérez.

Según especialis­tas de género, las mujeres enfrentan más obstáculos que los varones para insertarse plenamente en el mercado de trabajo. “Se trata de barreras formales e informales que perpetúan la inequidad. Ellas participan más en los sectores menos dinámicos y peor remunerado­s de la economía. Y otras experiment­an una brecha de género en el acceso a puestos de decisión, lo que se conoce como ‘techos de cristal’”, explicó Gala Díaz Langou, directora del programa de Protección Social del Cippec.

“Deben implementa­rse políticas públicas que faciliten la conciliaci­ón laboral familiar, tales como el acceso a servicios de cuidado gratuito y público, el impulso de la correspons­abilidad en el cuidado y la creación de licencias familiares”, agregó Victoria Gallo, investigad­ora del Equipo Latinoamer­icano de Justicia y Género.

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L. cullen Paola Garbalena, la primera mujer chofer del SAME

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