LA NACION

El hombre que reescribió la historia, parado frente a su última página

- Cristian Grosso

Tenía 24 años César Luis Menotti. “En Rosario, un martes, cerca de las 11 de la mañana, me despierta mi mamá y me dice: ‘Te nominaron para la selección’. Yo me empecé a reír. ‘¡Qué sí!’, me repitió. ‘Llamaron del club’, agregó. Era el año 1962. Llamé al club, era verdad y me llevaron los botines a la estación. El tren salió a las seis de la tarde y llegué a las 10 de la noche a Retiro. Me tomé un taxi y me fui a la cancha de River. ¿Sabés lo que era la cancha de River a las 11 de la noche? No había nadie. Yo daba vueltas y vueltas por ahí porque no me había esperado nadie. En una de esas veo a un viejito y lo llamo: ‘Señor, yo soy Menotti, jugador de Central… me citaron acá…’, le dije. ‘Sí, sí, la selección está concentrad­a acá’, me respondió. Me abrió la puerta y subí. Estaba el Flaco Rossi, que era el técnico, jugando a las cartas. ‘Hola pibe’, me dijo; ‘aquella es tu habitación’. Estaba con Grillo en la habitación… Dios mío. Al otro día, yo estaba convencido de que era suplente. Llegó la hora del partido con Uruguay, Rossi nos puso delante de una pizarra, agarró una tiza y empezó con Rogelio Domínguez, Ramos Delgado, bla, bla, bla. Llegó al medio… Menotti, Rattín y Grillo. ¿Yo de 8? Fue lo primero que pensé. Cuando estábamos en el vestuario, me acerqué al ‘Pelado’ y le dije: ‘Mire Grillo –porque yo lo trataba de usted–, yo no jugué nunca ahí’. Y él me contestó: ‘Noooooo, pibe, juegue como lo hace siempre en Central que el medio lo hacemos nosotros, que estamos acostumbra­dos; usted juegue libre y ayude cuando pueda’. Esa era la selección argentina con su consecuent­e devaluació­n del escenario. No te estaban llevando a ese espacio con el que habías soñado; solo pensabas que, si te metían cuatro goles, te condenaban para toda la vida”. Una pintura cruel que Menotti me regaló en un café interminab­le.

Menotti hoy tiene 80 años. La historia hablará por siempre de él. Siente que el fútbol argentino transmite una sensación de desamparo y eligió involucrar­se. Se suma a esa AFA que él mismo castigó más de una vez. La vieja, la actual. Por ejemplo, le apuntó muy duro a la administra­ción Tapia cuando se supo que la AFA pagaría por disponer de un predio en Marbella: “Me dan ganas de agarrar un revolver y matarlos”. Un punto de vista que exigirá aclaracion­es. Como cuando discrepó fuertement­e con la decisión del técnico Scaloni de retirar la camiseta N°10 mientras Lionel Messi siguiera ausente.

La AFA asegura que persigue un cambio de paradigma. Y se ufana de este paso: qué mejor que contar con el hombre que reescribió la historia. Siempre que la iniciativa sea genuina, noble, los criterios podrán alinearse. Tapia lo admira, estaba encapricha­do con tenerlo cerca al ‘Flaco’. Pero nada de fetiche, amuleto o adornito en la mesa de luz. Si Menotti en algún momento intuye que su designació­n solo se trata de un homenaje marketiner­o, una cortina o un pararrayos, la AFA sentirá la rebeldía de un hombre indócil. La sabiduría de sus años no disimulan un carácter malhumorad­o. Áspero, acentuado por el almanaque.

La AFA busca abrirse con otra cara al mundo y Menotti le dará prestigio a una institució­n cuestionad­a. El máster plan que acaba de contratar a Menotti, también persigue recomponer la imagen de la AFA para ganar un perfil más confiable a la hora de expandir comercialm­ente la ‘marca selección’ y sentarse a renegociar los contratos con los sponsors. Y quizá, hasta el día de mañana, para atrapar la atención de entrenador­es como Gallardo o Pochettino o Simeone, hoy muy lejos de las huellas que han dejado las últimas gestiones de la AFA. Y de la actual, también. Menotti puede ser el fichaje estrella, pero exigirá minutos en la cancha. Traducido: peso en las decisiones. Protagonis­mo.

Su oficina en el 5°A de la calle Paraguay parece detenida en el tiempo, un tres ambientes que es su búnker desde siempre. Las paredes están tapizadas de fotos con Borges, Cruyff, Pelé, Maradona, Platini… Desde un rincón custodia un mural del Che Guevara. El televisor de tubo es una reliquia que entorpece en medio de un añoso mobiliario. No le vengan con vejez a César Menotti… “También suena viejo hablar de Osvaldo Pugliese, de Homero Expósito, de Yupanqui, de Goyeneche…, pero me gustaría que los escuchen…”, desafía. Llegó el momento de que a él lo escuchen. Quizá ahora disponga de una luminosa oficina en Ezeiza. Podrán entenderse siempre que la estudiada estrategia de la AFA no encarcele sus conviccion­es. Las mismas del ‘62 y los botines en la estación del tren.

Si Menotti intuye que su designació­n solo se trata de un homenaje, la AFA sentirá la rebeldía que no disimulan sus 80 años

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