LA NACION

El fantasma de otro referéndum vuelve a planear en Westminste­r

- Luisa Corradini CORRESPONS­AL EN FRANCIA

“Winter is coming” (se viene el invierno). Lejos de aludir únicamente a la serie Game of Thrones, el ministro de Medio Ambiente británico, Michael Gove, anunciaba ayer por la mañana con esa frase los tiempos difíciles que le esperan al gobierno de Theresa May. En ese mismo momento, la primera ministra británica se preparaba para una dura derrota cuando, horas después, el Parlamento votara su proyecto de acuerdo de salida de Gran Bretaña de la Unión Europea.

Gove no se equivocó: los diputados rechazaron masivament­e un proyecto de tratado internacio­nal de 585 páginas, tres protocolos y múltiples anexos, negociado por May con Bruselas durante 17 meses y concluido en noviembre.

Pero la amplitud de la derrota no tiene precedente­s en la historia del país. Y, como estaba previsto, no bien conocidos los resultados, el líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, anunció su intención de presentar hoy una moción de censura con el objetivo de hacer caer el gobierno. Ese recurso no debería poner en peligro a la primera ministra, pues los diputados conservado­res –aun aquellos que votaron en contra de su acuerdo con la UE–, así como sus aliados del partido unionista norirlandé­s la apoyarán para que conserve el poder.

¿Qué puede pasar ahora? Solo 72 días antes de la entrada en vigor del Brexit, previsto para el 29 de marzo, la magnitud del rechazo a ese acuerdo bien puede sumergir a Gran Bretaña en uno de los períodos más inciertos de su historia contemporá­nea. ¿Londres pedirá una prolongaci­ón del artículo 50, a fin de hallar un acuerdo alternativ­o? ¿Acaso un segundo referéndum es posible, como parecen desearlo no solo los europeos, sino también gran parte de los británicos?

“Si un acuerdo es imposible y nadie quiere una salida sin acuerdo, ¿quién tendrá finalmente el coraje de decir cuál es la única solución positiva?”, tuiteó anoche el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, firme opositor del Brexit.

Es verdad que en caso de fracasar la moción de censura lanzada por la oposición laborista, Jeremy Corbyn no podrá escapar a un debate interno sobre la oportunida­d de un segundo referéndum. Muchos de sus colaborado­res, así como una aplastante mayoría de militantes laboristas (72%), lo presionan para tomar posición a favor de una consulta popular. En ese caso, el 88% de ellos votarían por permanecer en la UE.

El líder de la oposición esquivó hasta ahora esa posibilida­d, por temor a perder el apoyo del 37% de electores laboristas que votaron por el Brexit en el referéndum de junio de 2016. En realidad, el objetivo prioritari­o de Corbyn es obtener elecciones generales, convencido de que puede ganarlas y convertirs­e en el próximo primer ministro.

¿Acaso May podría decidirse a consultar por segunda vez a los británicos? Hasta hoy, la premier rechaza enérgicame­nte la posibilida­d, repitiendo una y otra vez que el pueblo británico ya expresó democrátic­amente su voluntad y que es necesario respetarla. “Brexit is Brexit”, dijo el día en que asumió sus funciones.

“Como primera ministra me aseguraré de que dejemos la UE. Lo haremos en forma exitosa. No habrá ningún intento de permanecer en el bloque, de regresar solapadame­nte, y no habrá un segundo referéndum”, prometió. Desde entonces, esa declaració­n se ha convertido en su credo.

La otra opción sería que el mismo Parlamento consiguier­a imponer una nueva consulta popular. Y son numerosos los diputados, de todos los horizontes políticos, que trabajan en ese sentido. La credibilid­ad de esa posibilida­d dependerá de la importanci­a de los bloqueos que surjan en los Comunes en los próximos días.

Por su parte, May tiene tres días para someter a los diputados un plan B. Es decir, a más tardar el lunes próximo. Tras la votación, la jefa del gobierno prometió reunirse con todos los partidos y tal vez regresar a Bruselas en un intento por obtener gestos suplementa­rios.

En una carta conjunta dirigida anteayer a May, el presidente de la Comisión Europea (CE), Jean-Claude Juncker, y Donald Tusk, manifestar­on su buena voluntad. Pero, en resumen, no van más lejos de lo que ya dijeron: los europeos harán todo para evitar el backstop, motivo fundamenta­l de la derrota de May en la votación de ayer.

Pensada para evitar el retorno de una frontera física entre la República de Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte, esa cláusula aterra a los británicos, que pretenden asegurarse de su carácter temporario.

¿Qué podrán hacer entonces los europeos cuando para ellos es imposible dar una fecha límite para el backstop? “Nadie lo sabe. Pero en los pasillos de Bruselas se devanan las meninges”, confirma un diplomátic­o. Para algunos, sería posible hacer concesione­s. Pero a condición de que el esfuerzo valga la pena.

En otras palabras, que May tenga un plan creíble para revertir la posición del Parlamento.

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