Morbo e indignación: los videos de víctimas de sobredosis
La epidemia de uso de opiáceos en los EE.UU. dio origen a un nuevo género: las filmaciones a adictos a las drogas que se difunden en las redes sociales; muchos superan la vergüenza y se recuperan, pero otros no
KNuEVA JErSEY Kelmae Hemphill lloró la primera vez que vio las imágenes de su propia sobredosis. Se la veía en un video tembloroso filmado por el hombre que le vendía heroína. Mientras ella estaba tendida en el suelo de una carretera de Nueva Jersey, un extraño presionaba su pecho una y otra vez. “Vamos, chica”, repetía alguien.
La adicción de once años que tuvo Hemphill, sus antecedentes criminales, sus problemas como madre…, ahora todo estaba sujeto a la mirada pública, en todas las noticias y las redes sociales a causa de un nuevo género de películas estadounidenses de terror: los videos de sobredosis.
Conforme las muertes por opioides han aumentado drásticamente en años recientes, los departamentos de policía y los extraños con cámara en mano han comenzado a publicar imágenes crudas y sin censura de consumidores de drogas inconscientes con agujas en los brazos y bebés en el asiento trasero de sus autos. Los videos reciben millones de visitas y desatan avalanchas de indignación. Después surge alguna otra sensación viral, y el país pasa a otra cosa.
Sin embargo, la vida jamás vuelve a ser la misma para las personas cuyos momentos más lúgubres y humillantes ahora están en internet para siempre. En entrevistas con The New York Times, hablaron –algunos por primera vez– acerca de las versiones de ellos mismos que quedaron capturadas en los videos.
La madre de Hemphill vio el video de su sobredosis, filmado en 2016, al igual que sus amigos. Incluso su hija, que ahora tiene 11 años, vio las imágenes de Hemphill, inconsciente en West Deptford, Nueva Jersey, con el abdomen expuesto mientras los médicos se apresuraban a atenderla. “¿Por qué molestarse en salvarla?”, preguntó un usuario de YouTube. “Yo la habría dejado morir”, comentó otro.
“Cuando escribes mi nombre en el sitio, ese es el primer video que aparece, un video de sobredosis”, dijo Hemphill.
Tocar fondo en forma pública
Antes de los videos, Hemphill y otros consumidores pasaban de las calles a los centros de rehabilitación y a la cárcel sin que nadie los notara, para después repetir un ciclo de consumo y arrestos. De pronto, su anonimato desapareció cuando las cámaras de los programas de noticias comenzaron a aparecer en sus puertas y los
reporteros asistían a sus citas en la Corte para enfrentar cargos como posesión de drogas y poner en peligro a un menor.
Los mensajes furiosos de Facebook llegaban meses, e incluso años, más tarde, cuando los extraños se topaban con los videos.
No obstante, para otros, la atención viral también se convirtió en su llamada de emergencia. Los centros de rehabilitación y los consejeros en materia de drogas se comunicaban con ellos, no les cobraban y los ayudaban a saltar las listas de espera para recibir tratamiento.
“Si jamás hubieran tomado ese video, quizá nunca habría recibido ningún tratamiento”, dijo Hemphill, de 28 años.
Un centro de rehabilitación en Florida se ofreció a pagar los costos de su tratamiento, y Hemphill voló hasta allá y se quedó en el lugar durante un mes. Pero sintió como si solo estuviera interpretando un papel en la narrativa de los medios noticiosos acerca de la adicción y la recuperación. En cuanto regresó a su casa en Nueva Jersey, volvió a consumir. “No quería estar sobria”, dijo. “Lo estaba haciendo para las noticias”.
Se inscribió en un centro de tratamiento a largo plazo en Newark, Nueva Jersey, y luego se mudó a una residencia de transición, donde hay gente que fuma crack y se inyecta en un parque al otro lado de la calle. Dice que no quiere hacer lo mismo que ellos, y no ha consumido drogas en casi un año.
Los expertos en adicciones dicen que los videos solo sirven para avergonzar públicamente a los consumidores de drogas, y el horror crudo de las imágenes de hecho quizás aumente el estigma en su contra. Los consumidores difieren en cuanto a si la humillación los ayudó a mejorar su vida.
“Les mostramos el video en el que están pasando el peor y más humillante momento de su vida”, dijo Daniel Raymond, director adjunto de políticas y planeación en la Harm Reduction Coalition, un grupo de defensa. “El objetivo no es ayudar a esas personas, sino usarlos como cuento admonitorio al convertirlos en chivos expiatorios”.
En Lawrence, Massachusetts, una antigua ciudad industrial en el centro de la crisis de opioides de Nueva Inglaterra, el jefe de policía publicó un video particularmente desgarrador. Mostraba a una madre que había colapsado debido a una sobredosis de fentanilo, desplomada en el pasillo de juguetes de una tienda de Family Dollar mientras su hija de 2 años la tironeaba del brazo, llorando.
“Es descorazonador”, les dijo a los reporteros James Fitzpatrick, quien en ese entonces era el jefe de policía de Lawrence, en septiembre de 2016. “Esta sin duda es evidencia que muestra lo que las adicciones pueden hacerle a una persona”.
Mandy McGowan, de 38 años, también lo sabe. Era la madre inconsciente del video, la mujer que se dio a conocer como “la drogadicta de Family Dollar”. No obstante, dijo que el video solo mostraba unos cuantos cuadros terribles de una vida complicada.
De niña, dijo, abusaron sexualmente de ella. Sobrevivió a relaciones con hombres que la golpeaban. Apenas pudo graduarse de la preparatoria. Dijo que su adicción a los opioides comenzó después de que se sometió a una cirugía de cuello en 2006 para tratar un padecimiento que provoca espasmos y dolor intenso. Su neurólogo le recetó varios analgésicos fuertes y adictivos, entre ellos OxyContin, Percocet y parches de fentanilo.
De adolescente, McGowan había fumado marihuana e ingerido hongos y éxtasis. Pero siempre se había alejado de la heroína, dijo, pues pensaba que era para adictos, para gente que vive en callejones. Sin embargo, sus amigos sí la consumían y, a lo largo de la última década, a veces los acompañaba.
Intentó acabar con su adicción comprando Suboxone –un medicamento utilizado para tratar las adicciones– en la calle. Pero a menudo la medicina se acababa y recurría a la heroína para superar los períodos difíciles.
Nuevos demonios
El 18 de septiembre de 2016, un amigo fue a la casa de McGowan en Salem, New Hampshire, y le ofreció una dosis de fentanilo, un analgésico sintético y mortal 50 veces más potente que la heroína. Inhalaron una línea y condujeron a la tienda de Family Dollar al otro lado de la línea estatal en Lawrence, donde McGowan colapsó con su hija al lado. Por lo menos dos personas de la tienda filmaron la escena con sus celulares.
Los paramédicos la resucitaron y la llevaron al hospital, donde los agentes de los servicios de bienestar infantil se hicieron cargo de la custodia de su hija, y la policía levantó cargos contra McGowan por negligencia infantil y por poner en peligro a un menor. (Terminó por declararse culpable de ambos cargos y fue condenada a libertad condicional.) Dos días después, The EagleTribune publicó el video de su sobredosis y la policía de Lawrence también emitió la filmación.
El video se reprodujo una y otra vez en las noticias locales, y llegó hasta CNN y Fox News, yendo de un sitio a otro en internet.
“Para alguien que ya debe lidiar con sus propios demonios, ahora tiene que lidiar también con la opinión pública”, dijo Matt Ganem, director ejecutivo del Banyan Treatment Center, casi 24 kilómetros al norte de Boston, que le ofreció a McGowan seis meses de tratamiento gratis después de que lo contactaron intermediarios. “Eres un espectáculo. Todos te están viendo”.
Nadie filmó el caos que llegó a continuación. Después de que McGowan salió del tratamiento, el padre de su hija murió de una sobredosis. Dos meses más tarde, el hijo de 19 años de ese hombre también murió de una sobredosis.
Desecha, McGowan pasó una noche de recaída con alcohol. Regresó al centro de rehabilitación al día siguiente. Pero, al mismo tiempo, había dejado de reportarse con su oficial de libertad condicional, una violación del acuerdo que la llevó a permanecer 64 días en prisión. La echaron de una residencia de transición y se quedó brevemente en un refugio. Dijo que la violaron a principios de este año. Estuvo internada en el ala psiquiátrica de un hospital durante cinco semanas.
McGowan finalmente se sintió lista para comenzar a reconstruir activamente su vida. Se mudó a una residencia de transición en Boston, donde sus días estaban llenos de citas con consejeros y terapeutas, además de reuniones de Narcóticos Anónimos y Alcohólicos Anónimos. Pesaba tan solo 40 kilos cuando sufrió la sobredosis; ahora, felizmente, pesaba más de 63.
Les escribe cartas a sus dos hijos adolescentes, que viven con su exesposo en New Hampshire. Su hija, ahora de 4 años, vive con su tío. McGowan sabe que quizá no recuperará la custodia, pero espera establecer una relación con ella y reemplazar la imagen que tiene en su propia mente de la niña que estaba llorando en pijama rosa.
“Sé que si hago lo correcto puedo ser parte de su vida”, dijo McGowan. “Será un largo camino para mí. Estar sobria no implica que de pronto toda mi vida vaya a reconstruirse”.
Hemphill: “Si no hubieran tomado ese video, quizá nunca habría recibido ningún tratamiento”
El video de McGowan llegó hasta CNN y Fox News, yendo de un sitio a otro en internet