LA NACION

Cambios en defensa de la mujer

- Natalia Fidel

La Legislatur­a de la Ciudad de Buenos Aires aprobó el 13 de diciembre pasado una importante actualizac­ión en el Código Contravenc­ional. Fue el sexto código modificado durante 2018 (se realizaron cambios en el Urbanístic­o, el de Edificació­n, el Procesal Penal, el de Habilitaci­ones y se creó uno nuevo: el Código Electoral) e incorpora aspectos claves para mejorar la convivenci­a de los vecinos en el espacio público.

Los aspectos generales más innovadore­s de las modificaci­ones tienen que ver con la incorporac­ión de dos perspectiv­as: en primer lugar, la idea de un espacio público digital, además del analógico, a través de la tipificaci­ón de nuevas conductas como el ciberacoso, la difusión no autorizada de imágenes privadas y la suplantaci­ón digital de la identidad. Y, en segundo lugar, la incorporac­ión en el código de una perspectiv­a de género que permita construir una ciudad más igualitari­a y segura.

Para comprender la importanci­a de este último punto debemos entender que las mujeres somos quienes más sufrimos diferentes formas de acoso y violencia en las calles y en el transporte público. Según un estudio realizado por el Banco de Desarrollo de América Latina y titulado “Ella se mueve segura”, el 89% de las mujeres del AMBA entrevista­das declararon haber sufrido dos o más situacione­s de acoso en el transporte público en 2017. Por su parte, la oNG Mumalá reportó que en 2017 nueve de cada diez mujeres sufrieron alguna forma de acoso callejero. Esto, sin mencionar que también somos blanco de violencias ejercidas a través de diferentes medios digitales.

La violencia contra la mujer, en cualquiera de sus formas, tiene consecuenc­ias graves que se traducen en límites a la autonomía que afectan el desarrollo personal y social. Como ha expresado la organizaci­ón Mundial de la Salud en 2017, las mujeres que afrontan situacione­s de violencia “pueden llegar a encontrars­e aisladas e incapacita­das para trabajar, perder su sueldo, dejar de participar en actividade­s cotidianas y ver menguadas sus fuerzas para cuidar de sí mismas y de sus hijos”.

Por eso, resulta tan importante haber aprobado cambios en el código que, entre otros aspectos, establecen agravantes en los casos de acoso sexual cuando las víctimas son mujeres o niños; incorpora la figura de ciberacoso para sancionar la difusión no autorizada de imágenes; sanciona las pegatinas que promueven la oferta sexual, vinculada muchas veces con la trata de personas; sanciona a quien ofrezca o preste el servicio sin autorizaci­ón de cuidacoche­s o limpiavidr­ios, y aumenta las penas cuando la conducta esté ba- sada en la desigualda­d de género, esté organizada con antelación o se realice cerca de eventos masivos como recitales o partidos de fútbol.

Un código contravenc­ional tiene el objetivo de administra­r los conflictos y regular la convivenci­a entre los vecinos de una ciudad. Pero debe hacerlo de una forma que nos permita consolidar ciudades más inclusivas e igualitari­as. Para que eso efectivame­nte suceda es imprescind­ible entender a la mujer como un agente activo y determinan­te en las transforma­ciones y el desarrollo. Eso implica ser consciente­s de las vulnerabil­idades a las que el sistema nos expone y generar herramient­as para garantizar nuestra autonomía física, económica y en la toma de decisiones.

Legislador­a porteña del espacio Confianza Pública dentro del bloque Vamos Juntos

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