No tan ogro
Un viaje al mundo de Gabriel Heinze, un DT que intimida por sus formas, pero que convence
Un día se apareció Gustavo Heinze por la conferencia de prensa de Vélez. El mayor de los tres hermanos varones de Gabriel se vino desde Paraná para compartir al menos un rato con el ‘Sonry’, el apodo familiar. “Quiero saber cómo estás, qué es de tu vida; no me
interesa que hablemos nada de fútbol”, le dijo. Hacía tiempo que no lo veía. Heinze no entiende la función de liderar sino es desde la exigencia. Se alejó de su familia, que quedó en Rosario. Obsesivo, meticuloso, mandón. Horas y horas de trabajo en la Villa Olímpica, donde muchas veces se queda a vivir antes que ocupar la casa que el club de Liniers le alquiló en zona Norte. Su vida social se reduce a la nada. “De la intimidad quiero que sepan muy poco. Al fútbol le dedico todo el tiempo que haga falta porque esto me encanta y no sé hacer otra cosa”, admite. Devoto de la virgen de San Nicolás y de Luján, suele visitarlas, pero nadie se entera. Con gorra y lentes, cuida el anonimato porque ese instante es solo para él y su fervor religioso.
Extraña al futbolista que fue. Acepta que es prejuicioso con la prensa. Hizo terapia cuando dejó de jugar. Nunca más se prendió en un picado desde que es entrenador. Jamás trata con un representante y ni por asomo acepta ni que se le arrime un barrabrava. Enfático, tajante. “No disfruto nada”, responde sobre todo lo que rodea al fútbol. “No hago ab-so-lu-ta-men-te nada por obligación”, advierte con un diptongo que suena intimidatorio. El Heinze público es áspero. No disimula nada. Jamás deja que le endulcen los oídos y se desentiende de las felicitaciones. “A partir de los elogios es más probable que te equivoques, en ese sentido las críticas son más confiables”, aclara. Junio de 2017, vibra el barrio de la Paternal: “Que de la mano/ del Gringo Heinze/ todos la vuelta vamos a dar”. Diciembre de 2018, disfruta el barrio de Liniers: “Que de la mano/ del Gringo Heinze/ todos la vuelta vamos a dar”. El villano favorito, el hombre que cambia rechazo por reconocimiento sin proponérselo.
Vivió en Lisboa, París, Manchester, Madrid, Marsella y Roma. Lo dirigieron Alex Ferguson, Fabio Capello, Didier Deschamps, Marcelo Bielsa y Luis Enrique. Fue compañero de Messi, Cristiano Ronaldo, Ronaldinho, Roy Keane, Raúl, Paul Scholes, Iker Casillas, Robinho, Ryan Giggs, Van Nistelrooy, Sergio Ramos, Rooney, Sneijder, Anelka, Gerard Piqué, Robben, Totti... Pero eligió encarcelar los recuerdos y los 11 títulos, entre la Premier Lea- gue, la Liga española y la Ligue 1. Después de un comienzo fugaz como entrenador en Godoy Cruz, apostó por Argentinos Juniors y el ascenso. A Jugar por Tandil, Pergamino, Campana, Luján, Gualeguachú, Comodoro Rivadavia, Tucumán, Jujuy, Corrientes… Salió campeón y atrapó la atención. Ofreció los mismos signos que hoy respeta Vélez: un equipo que adora la pelota, que hace mil pases si es necesario. Que sale jugando siempre del fondo. Que no pierde la línea ni desesperado. Muy trabajado. Con mucho juego interior, y pistones por las bandas. Con mucha intensidad para recuperar rápido y bien arriba cuando pierde la pelota. Ataca con seis o siete jugadores a la vez. Cuando llegó Heinze lo acechaba el descenso, y hoy está en zona de copas.
Varios se espantan por su carácter. Será porque no mueve ni un músculo para congraciarse con nadie. Claro que sabe a lo que se expone, por eso se siente orgulloso de su resistencia. Si intuye algún interés rastrero detrás de una pregunta, al periodista es capaz de hacerlo sentir tan incómodo que la tensión se apodera del lugar. “El maltrato que yo recibí como futbolista me sirvió mucho para saber cuál es el camino correcto: exactamente el contrario al de esa gente que vive de la descalificación, la burla y los rumores irrespetuosos”, le contó a la nacion. No actúa por conveniencia. No imposta, no negocia. Heinze no está detrás de las polémicas. Pero si olfatea que alguien escarba en un costado inadecuado, dobla la apuesta. No le preocupan las derivaciones ni los enemigos, sólo la paz de su conciencia. Las generalizaciones son su error, parte de una desconfianza fundamentalista.
En las conferencias de prensa sobrevuela la tensión. Políticamente incorrecto, siempre está decidido a discrepar. Pero no es necio; en algunas ocasiones entendió que se excedió en los modos de las respuestas y luego buscó al periodista para disculparse.
Heinze considera a Bielsa el mejor. Entre todos, sí. Cuando le sugieren que es su alumno…, huye de la comparación. Lo sonroja. “Marcelo está a un paso gigante del resto. Yo recién empiezo. No estoy ni cerca de alguien de su talla, vincularme en algo con él es faltarle el respeto”, aclara. Incluso, hasta toma distancia cuando le marcan el similar paso acelerado al borde del campo. “Me da mucha vergüenza que me comparen en algo con Marcelo Bielsa. Intentaré caminar lo menos posible entonces…” Pero es Fabián Cubero, campeón con el Vélez de Bielsa en 1998, el que certifica el parecido.
No lo halagan los elogios de ocasión porque no juega nunca para la tribuna. Ni levanta un brazo para saludar a la popular. No hay gestos ni declaraciones que busquen una cobertura popular. Nada, apenas tibio agradecimiento y de inmediato desvía los reconocimientos hacia los jugadores. “Un entrenador no es bueno o malo por lo que hace, sino que depende siempre de los jugadores”, asegura. Y les aclara a los hinchas de Vélez: “Los jugadores se merecen el crédito y de ellos se tienen que sentir orgullosos. Gracias a ellos estoy en el cargo, gracias a ellos ahora dicen que soy un buen técnico”. No se calla nada.
Un pizarrón con 118 conceptos
Le gusta decir que “el trabajo es infinito”. Meticuloso, se apasiona con los detalles. Puede quedarse diagramando toda una madrugada una nueva rutina de ejercicios para sorprender a sus dirigidos. Sigue a las inferiores y hasta permanece en la ciudad donde jugó la primera sí, por ejemplo, al día siguiente actúa la reserva. Perseverante, insistente, primero abruma y luego convence. En un pizarrón, a la vista de todo el plantel, aparecen 118 conceptos defensivos y ofensivos. Cualquiera lo puede repasar en cualquier momento. Todo para llegar preparados de la mejor manera posible a los partidos… el peor momento para Heinze: “Los vivo con muchos nervios, nunca los disfruto”, revela. Mal no le ha ido desde que pisó Liniers: tras 31 partidos, ganó 14, empató 10 y perdió siete. El 56% de los puntos.
Mariano Toedtli y Julio Vaccaria están con él como ayudantes de campo desde la primera hora, junto con Javier Vilamitjana como preparador físico. Heinze se apoya mucho en la tecnología, por eso la tarea de los analistas de video resulta clave. En la etapa en Vélez también se sumaron al cuerpo técnico Sebastián Cejas, ex arquero de Newell’s, y Nicolás Pavlovich, el exdelantero, también con origen leproso. En algunos trabajos de campo a Heinze ni
Las charLas con Luis EnriquE y con MikEL artEta, EL ayudantE dE GuardioLa, son Más frEcuEntEs dE Lo quE cuaLquiEra podría iMaGinarsE no Lo haLaGan Los ELoGios, no juEGa para La tribuna. no LEvanta ni un brazo para saLudar a La popuLar
se lo ve y conduce la práctica Vaccaria. “En ningún lugar voy a estar como en mi casa. Por eso me gusta hacer la pretemporada en la Villa. Antes de gastar plata en hotel y otras cosas, ese dinero prefiero que se invierta en nuestra casa”, destaca este entrerriano con un creciente sentido de pertenencia por Vélez. Mantiene un trato cercano y muy respetuoso con los empleados del club.
Pero él no se concede respiro ni condescendencia. Es enérgico y mandón. Heinze no negocia nada. “Sin intensidad no se puede jugar al fútbol, así lo veo yo. No voy a aceptar que un jugador dosifique sus esfuerzos”, explica. Pero la distancia que mantiene con los dirigentes, los hinchas y la prensa no alcanza a su plantel. Al contrario, lo cuida. Se ha involucrado hasta en cuestiones familiares de sus dirigidos. Los ha convencido hasta de la ventaja de mudarse más cerca del lugar de entrenamiento para ganar horas de descanso. Los jugadores responden en la cancha y ante los micrófonos: “Creemos mucho en el trabajo que nos propone Heinze”, dice Gastón Giménez. “Gabriel es especial, no es como la media de los entrenadores. Es un obsesivo que siempre te entrega su mayor esfuerzo. No es tan fácil comprenderlo al principio, pero una vez que te acostumbrás, da resultados y te hace mejor”, agrega Matías ‘Monito’ Vargas. Los jugadores marcan que les cambió la cabeza, que les enseñó lo que significa ser un verdadero profesional del fútbol.
Intenso como es, nunca se excede con los árbitros. Jamás los pone como excusa. El manual de Heinze es fácil distinguirlo a través de sus declaraciones. De estilo y de principios. “Me equivoco muchísimo, pero no improviso. Tengo una forma de entrenar y de jugar de acuerdo a lo que siento, nunca me van a ver jugar a otra de lo que ya han visto. Cuando decidí volcarme a esta profesión, me ensañaron que hay que estar convencido de lo que uno hace. Y yo quiero tener la pelota, así tengo más posibilidades de atacar y de ganar”. Vélez es, hasta aquí, el equipo con más posesión en la Superliga.
Para aquellos que tienen acceso a las prácticas de Vélez en la Villa Olímpica, vaya un consejo: evite observar con los brazos cruzados, tal vez Heinze se lo reproche. No hay licencias. Un día, un sobrino, ‘Nacho’, se quedó en el predio hasta muy tarde. Ya era de noche y dormir en el complejo de Ituzaingó le pareció adecuado. El tío tenía otros planes: “No, este no es tu lugar. No tenés nada que hacer acá”. Antes de los partidos, cuando se persigna y mira al cielo, piensa en él, en Jorge, su papá, al que extraña cada día. Sabe que en ese instante, Titina, su madre, está en Crespo pegada al televisor.
Más de una vez lo ha sorprendido Menotti con un llamado telefónico para saludar la audaz apuesta de sus equipos. Conversa con Luis Enrique con sorprendente frecuencia. También con el español Mikel Arteta –compañeros e PSG 2001/02–, actualmente la mano derecha de Pep Guardiola en Manchester City. Heinze admira a Guardiola, incluso en una rueda de prensa como jugador de Real Madrid, en 2009, no titubeó para elogiar al enemigo: “Me pone muy contento que triunfe. Lo que pasa es que está en el equipo rival y eso molesta”. Siempre sin temerle a las consecuencias.
Ha protagonizado el mercado de entrenadores más de una vez. Cuando estaba en Argentinos, lo buscaron de Newell’s, Estudiantes, San Lorenzo, de Francia y de Bélgica. Hace alguna semana, lo sondeó Boca. Ni atendió el teléfono. Siempre actuó igual: “No existe ninguna posibilidad de que yo me contacte con otra institución. Es una falta de respeto hacia mis jugadores y a la institución que me contrató”. Hasta a Sampaoli le dijo que no cuando el entrenador buscaba un ayudante de campo para la selección. El día que se coronó campeón con Argentinos, advirtió: “Voy a luchar para cambiar este fútbol, voy a trabajar para que haya más gente honesta. Para que se dejen de buscar algunos beneficios propios y piensen en el fútbol argentino, que es riquísimo”. Quijotesco, persigue molinos de viento para descabezarlos. Villano o superhéroe, al que menos le importa es a Gabriel Heinze.