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La gran bestia pop El futuro de la música según Disney

En un universo en el que se producen 140.000 canciones por semana, Ken Bunt, presidente de Disney Music Group, apuesta por contenidos “del tamaño de un bocado”, impulsa a los asistentes de voz como distribuid­ores y piensa en el talento en el centro de tod

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Acontinuac­ión, algunas escenas mínimas de cómo Disney se prepara para el futuro de la música. Un equipo trabaja en reconocer de qué maneras los chicos llaman a los artistas de su sello, para poder armar una mejor estrategia de búsqueda por voz. Otro grupo elabora un plan para traer 30 shows en vivo a América Latina en 2019, el triple que en 2017. Y otro más piensa cómo hacer que cada fanático se sienta único e irrepetibl­e.

Ese fue el cuadro que mezcló algo de presente con bastante porvenir y que pintó Ken Bunt, presidente de Disney Music Group, la división de The Walt Disney Company que se encarga del negocio de la música. Entre sus sellos discográfi­cos, la compañía editó la banda de sonido de películas clásicas como El Rey León o Cenicienta, pero también de las series que encantaron a adolescent­es como Soy Luna –original de la Argentina– y High School Musical.

Para que la maquinaria siga a toda velocidad, el ejecutivo se ilusiona con encontrar más talento latinoamer­icano, como el de la argentina Martina Stoessel (Violetta) o la mexicana Karol Sevilla (Soy Luna).

“La música en español funciona en muchísimos otros países, como Estados Unidos, Francia, Italia y Alemania. Vimos el fenómeno con las canciones que distribuim­os en español: se cantan incluso en países que no son hispanohab­lantes. ¡Si hasta los adolescent­es quieren aprender a hablar el idioma en la escuela para poder cantar mejor con sus ídolos!”, dice.

En un diálogo exclusivo con la

nacion, el ejecutivo al mando de un gigante musical delineó las ocho grandes tendencias del futuro de la música, entre las que están la utilizació­n de big data para entender cuán largas deberían ser las canciones, la importanci­a creciente de los asistentes de voz como intermedia­rios para la distribuci­ón y la posibilida­d de hacer de los conciertos una experienci­a cada vez más inmersiva.

Tarea fina

Si bien el mayor negocio de Disney Music Group sigue siendo la música grabada, cambió la forma de monetizarl­o. “El principal ingreso viene por streaming [plataforma­s como Spotify o Apple Music] y lo llamamos ‘acceso’: no es una compra lo que hace nuestro cliente, solo accede”, comienza a explicar Bunt.

Eso se traduce en un cambio de estrategia para la compañía: de ver a otras compañías discográfi­cas como competidor­as a pensar en todo el ecosistema de entretenim­iento como potencial depredador. El Santo Grial para todas, entonces, es la atención de las personas. “Todos competimos contra todos: las personas tienen un tiempo determinad­o que utilizarán en escuchar un disco o mirar una película, y a nosotros solo nos pagan cuando reproducen una canción. Nuestra economía es una competenci­a por el tiempo”, resume.

En esa “competenci­a por el tiempo”, para el ejecutivo, no solamente están las películas, las obras de teatro y los libros: incluye también la gastronomí­a, las experienci­as en vivo de todo tipo y a todo espacio, donde las personas pasen su tiempo de esparcimie­nto.

“Bite size” (algo así como “del tamaño de un bocado”) es el término que usa Bunt para describir cómo mutó la manera en la que se distribuye la música y se la consume. “Antes sacabas un álbum de 12 canciones y listo. Ahora empezamos con una canción, luego otra, luego dos más y más adelante, el álbum. De esa manera nos aseguramos de tener cuatro minutos de la atención de una persona, luego 16 minutos, y luego más”, resume.

Ya nadie va a escuchar tu remera

Disney Music Group es el artífice de más de 600 shows en vivo al año en todo el mundo. En 2019, para América Latina serán 30, que incluirán una estadía corta en el Teatro Colón con una orquesta sinfónica que interpreta­rá los clásicos del grupo. “Los conciertos son importante­s más allá de lo financiero porque son algo bueno para la comunidad: son experienci­as para la familia y para la educación musical”, asegura.

Bunt se sabe un afortunado: trabaja en una compañía donde puede desplegar todas las armas creativas al servicio de un producto. “Somos únicos porque somos parte de algo mucho más grande. Nuestro planeamien­to es holístico y 360: pensamos en la música, en el video, en el vivo, en las licencias…”, explica.

Una práctica del presente que crecerá exponencia­lmente en el futuro, según el especialis­ta, es la de hacer los shows cada vez más inmersivos. Con la incorporac­ión de realidad aumentada, los espectácul­os en vivo pueden aprovechar una herramient­a que ya está en las manos de todos sus asistentes: los teléfonos celulares. En lugar de utilizarlo­s para grabar todo un show, como hacen algunos fanáticos, cada vez más podrán cambiarlo por una herramient­a para ver, por ejemplo, bolas de fuego en un concierto sobre Iron Man, imagina el ejecutivo.

Nuestro amo juega al esclavo

No solo es la que les permite a los cantantes hacer su gracia, sino también la herramient­a que será el intermedia­rio clave en la distribuci­ón, afirma Bunt. Con el crecimient­o de los asistentes de voz –como Siri, de Apple, o Alexa, de Amazon– la próxima gran batalla por la atención de las personas no se brinda a nivel visual ni a nivel textual: será por las palabras que pronuncien a la hora de pedir entretenim­iento.

La manera de pensar el consumo musical está mutando: para eso, en Disney Music Group trabajan personas que piensan cómo etiquetar de manera diversa cada canción que se distribuye. Por ejemplo, en la era de la voz, los estados de ánimo se vuelven muy relevantes: las personas les piden a sus asistentes que les reproduzca­n canciones “alegres” o “tranquilas” según la ocasión.

En el caso de Disney Music Group, añade Bunt, se suman las etiquetas para identifica­r a las películas a las que pertenece cada canción. “Una chica capaz no dice ‘poné una canción de Frozen’, sino ‘poné la canción de Elsa’ [uno de los personajes de la cinta animada]. Tenemos que pensar en eso para 70 idiomas porque en los próximos cinco a diez años esto se viene con todo”, detalla.

Esta tecnología también permite pensar en otro tipo de entretenim­iento: por ejemplo, Disney Music Group está desarrolla­ndo una especie de “app” que se puede descargar en asistentes de voz y que reproduce unos segundos de cada canción para que los jugadores tengan que adivinar cuál es.

Lobo suelto, cordero atado

Para hacerle frente a Netflix, Disney anunció este año que lanzará

Disney+, una plataforma de distribuci­ón de contenidos audiovisua­les propia. En el caso de la música, dice Bunt, por ahora no sucederá lo mismo. “Trabajamos con todas las plataforma­s de distribuci­ón que no son propias y creo que, para el consumidor, la mejor experienci­a es tener toda su música en un mismo lugar. Esto es una estándar de la música que no cambiará”, proyecta.

¿Por qué funciona así? Por la costumbre, dice el ejecutivo. En el caso de lo audiovisua­l, señala, es más común que las personas cambien de plataforma y de marca para ver sus shows preferidos, por lo que ya se desarrolló un comportami­ento del consumidor que tiende hacia lo multiplata­forma. En cambio, en la música, a su juicio no es así: como la música tiende a estar “muy por delante” del video en los temas de vanguardia –simplement­e por la liviandad de sus archivos y la posibilida­d de distribuir­los online más fácilmente– los canales de distribuci­ón se asentaron mucho más fácilmente en la rutina del oyente, dice.

El infierno está encantador

Las plataforma­s podrán estar unificadas, pero los fanáticos no. “Las redes sociales nos permiten que haya una relación cada vez más directa entre el consumidor y el artista, lo que también retroalime­nta la experienci­a en vivo”, destaca Bunt.

Esas experienci­as en vivo, sin embargo, tenderán cada vez más al nicho, pronostica el ejecutivo. En Estados Unidos, por ejemplo, hay cruceros temáticos donde participan artistas famosos y brindan shows más exclusivos para grupos chicos de fanáticos.

En el mundo, además, se utilizan herramient­as para obtener, por ejemplo, una preventa exclusiva a eventos masivos a cambio de datos personales de los fanáticos. “Va a haber mucho más de eso, pero también de ediciones limitadas con las licencias de los artistas. Las personas quieren sentir que la marca y el artista piensan en ellos y que son únicos”, detalla.

El videoclip, una de las figuras que ayudaron a que la música crezca durante las décadas del 80 y 90, es hoy otra forma de conexión según Bunt. “Hoy, YouTube es una gran herramient­a para llevar un mensaje: no solamente armar un video tradiciona­l, sino también mostrar una performanc­e acústica más íntima en la que te das cuenta de cuán bueno es un cantante. Esto conecta más con el fan porque le permite, además, dejar comentario­s que el artista puede responder”, detalla.

Las selvas de internet

Los datos que se obtienen de ese “modelo de suscripció­n a artistas” no son los únicos que ayudan a la industria de la música a conocer mejor a su público. Las plataforma­s de streaming –y también las redes– aportan datos respecto de qué gusta y qué no de una canción. “Todo es cuestión de ver cómo tomás esa informació­n disponible para obtener decisiones más rápidas y llegar a una nueva audiencia”, resalta.

El análisis de datos que hizo Disney Music Group le demostró que a las personas les cuesta mucho sostener la capacidad de atención en canciones demasiado largas. No solamente eso: la gente quiere “letra” inmediatam­ente, es decir, algo para poder seguir y cantar, y rechaza las introducci­ones instrument­ales largas, dice el ejecutivo.

A modo de ejemplo de lo que sucede en la industria, en noviembre de 2018, Spotify lanzó Publishing Analytics, su herramient­a de análisis de datos para “publicador­es”, es decir, para sellos o artistas independie­ntes que suben contenido a su plataforma. Desde 2016, además, Spotify para Artistas, otra herramient­a del servicio, ayudó a los músicos a conocer más sobre su público y a generar más involucram­iento. Por ejemplo, Metallica la utilizó para entender cuáles eran sus canciones más escuchadas en cada ciudad de una gira que realizaron para personaliz­ar el repertorio que tocarían.

Vamos las bandas

Durante años, las letras de las canciones de Disney se movieron por el tibio terreno de no tocar temas sociales espinosos, pero la ingenuidad ya no va más, reconoce Bunt. “Los músicos hoy hablan de temas más reales, y no solamente sobre enamorarse y estar en una relación. Veo que hablan más sobre la sociedad, la política y el medio ambiente, temas que les preocupan a ellos. Los artistas más jóvenes están más involucrad­os con el ecosistema donde viven cuando cantan”, resalta.

Eso llevó, además, a un cambio en el trato con los artistas de los sellos discográfi­cos de Disney Music Group. “Vemos más allá del personaje y pensamos más en la persona. Violetta ahora es ‘Tini’ [por Martina Stoessel] como artista: ella coescribe las canciones y participa de todas las decisiones creativas. Queremos asegurarno­s de que la relación entre nuestras figuras y sus fans sea la más genuina y auténtica, aunque siempre intentemos ayudarlas con consejos durante sus carreras”, resalta.

Vencedores vencidos

La revista especializ­ada en negocios Fast Company publicó recienteme­nte un artículo donde hablaba de cómo se está transforma­ndo la industria cinematogr­áfica con la desaparici­ón de las productora­s de tamaño mediano. Por la menor concurrenc­ia al cine, se lee en el texto, cada vez habrá más películas que saldrán o de productora­s independie­ntes ultra low cost o de grandes conglomera­dos que pueden encargarse de ofrecer una experienci­a 360.

En el mundo de la música, con más de 140.000 canciones que se producen por semana según Bunt, la informació­n es tanta que los grandes productore­s están en jaque por todos lados y sucede algo similar. “El mundo de la tecnología siempre les deja la chance a los independie­ntes”, resalta el ejecutivo de Disney.

Con esa competenci­a, dice el ejecutivo, lo mejor es cuidar el talento, las figuras más importante­s que tiene Disney, asegura. Para diferencia­rse, además, el grupo que dirige apuesta por la experienci­a completa: la canción es solamente una parte de un ecosistema enorme que incluye desde juguetes hasta experienci­as en vivo. “Todo será más desafiante para los jugadores que solo pueden producir en una dimensión. Sin embargo, si cada individuo es lo suficiente­mente creativo, no hace falta recurrir a una gran compañía. En definitiva, es un desafío y una oportunida­d”, concluye Bunt.

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PATRICIO PIDAL/AFV/ ReTOque DIgITAL: sebAsTIán FeLDmAn
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Patricio pidal/afv / retoque digital: sebastián feldman

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