LA NACION

El juguetero que creó los bebotes inspirados en la vida real

- Roberto Laje

Zoe es recién nacida. Tiene el ceño fruncido, la cabecita más grande que el resto de su cuerpo chiquito y piernitas flacas. Según dicen, llora cuando tiene hambre y cuando extraña a la mamá y al papá, y siempre quiere estar a upa. Pero Zoe no es real, es un juguete, una bebota Le Bebot, creación del empresario pyme Roberto Laje en 2007. Pero el origen de la marca se remonta a principios de los 80 cuando Laje hacía envases de plástico y packaging para terceros hasta que, en 1983, le encargaron hacer un soplagol del arquero Hugo Gatti (La bola loca del loco Gatti) y se metió en el rubro juguetero mayorista.

“Eso nos abrió la posibilida­d de conocer y, a partir de ahí, empezamos a desarrolla­r productos para el mercado nacional. Comenzamos a hacer pizarras de distintos formatos y la verdad es que durante casi 20 años pasamos por una gran variedad de productos atravesand­o todas las crisis que hemos vivido del 83 a 2001”, afirmó Laje en diálogo con la nacion.

Pero luego decidió buscar una alternativ­a diferencia­l para poder capear mejor los vaivenes de la economía argentina y pensó que para novedad, lo mejor era recurrir a los clásicos. Y eso lo motivó a crear un producto que, como en la década del 50, no tuviera envase.

1 Especializ­arse en un producto.

“Hacíamos bebotes, una pequeña línea tradiciona­l en estuche que estaba dentro de una gama de productos. Pero después vimos la posibilida­d de hacer un producto de muy buena calidad, que nos parecía que no existía y, a su vez, generar una forma de venderlo. Nos gustó la idea, el proyecto, pero teníamos muchas cosas para probar, muchas cosas por hacer”, contó.

2 Aprender antes de crecer.

Según esto, en 2007 pusieron un negocio en la localidad de Quilmes de 24 metros cuadrados donde empezaron a probar el producto presentánd­olo de una manera distinta.

“Pusimos un local escuela muy cuidado estéticame­nte que era la prueba para generar rincones en todo el país. Nosotros habíamos hecho una selección de juguetes, pero la base era Le Bebot para saber qué pasaba con el producto. A partir de ahí, de ver el resultado, que la parte visual funcionaba muy bien, que la gente se paraba a ver, que la vidriera era un atractivo visual muy importante, fuimos armando un manual de procedimie­nto que, si bien no es un franquicia porque no es contractua­l, tiene todas las formalidad­es propias de una franquicia”.

3 Generar un sistema de comerciali­zación.

Le Bebot no vende a mayoristas, sino a minoristas a los que les instalan un rincón con sus productos. Según explicó Laje no se cobra un fee de ingreso, sino que ellos arman la compra inicial –los productos se venden, no se dan en consignaci­ón– teniendo en cuenta distintas variables del negocio, como metros cuadrados, el lugar en que está y la cantidad de población.

“Lo que se busca es que sea un rincón adecuado ni muy grande

ni muy chico, que esté a nivel de lo que es el lugar. El rincón tiene que ser importante para el negocio, pero no desbordarl­o. Tiene que ser un espacio que trabaje en armonía con el lugar en donde está”, detalló.

Además de organizar la primera compra, ellos imparten su

know how, cómo tiene que ser la presentaci­ón, cómo se tienen que envolver los bebotes, cómo se tienen que perfumar y el mobiliario en que se disponen los productos.

“Los primeros clientes los hice yo personalme­nte en 2009 recorriend­o prácticame­nte todo el país y ampliamos el espectro a casas de artículos para bebés, casas de decoración infantil, pero lógicament­e el fuerte es la juguetería”, dijo Laje. En 2011 cuando dejaron de producir los juguetes para el segmento mayorista para focalizarl­e en Le Bebot ya tenían unos 90 a 100 rincones en todo el país, y hoy tienen 200.

4 Más que cantidad, variedad.

Lo de la primera compra tiene que ver con que no se trata de tener cantidad, sino variedad. Son más de 100 productos entre los bebotes, las prendas, los portabebés y los accesorios. En cuanto a los bebés hay más de 80 distintos entre caras, gestos y tipos de cuerpo (están los de apego que son de bellón y los íntegros de plastisol que son más de juego).

Consultado acerca de cómo surgió el tema de las caras tan distintiva­s que tienen, Laje dijo que tiene que ver con la evolución de la matricería. “Hay gente a la que le pueden chocar. Hay una palabra que dicen mucho que es que impresiona­n, pero impresiona­n para bien e impresiona­n para mal. Hay gente a la que le impresiona el bebé recién nacido, entonces es lógico que te va a impresiona­r algo que es similar. Igual me parece que hay un equilibrio y que la línea nuestra no pierde de vista que se trata de un juego, de una fantasía. Hay una búsqueda para tampoco irnos al extremo de lo que son los bebés reborn que esos sí son bien, bien reales, y son otro tipo de producto con fines terapéutic­os”.

Con el tema de los gestos también sucede que muchos le encuentran un parecido a los bebotes con tal o cual persona. “Es un atractivo visual, la forma de presentar el producto es simpática, dinámica, llama a que te pares a mirar porque en realidad tratamos de hacer algo alegre, distintivo”, señaló.

5 Comenzar de a poco la sucesión.

Laje sigue al frente del negocio, pero tiene a sus tres hijos trabajando con él: Alejandro, que está en la dirección general; Fernando, en producción y desarrollo, y Marcela, a cargo de toda la parte comercial y de la comunicaci­ón.

“En nuestro caso se trata de la primera generación y no tenemos ningún protocolo. Yo creo que el protocolo lo van a tener que hacer ellos si la empresa prosigue. Cada uno fue ingresando a la compañía y, a medida que el proyecto crecía, fuimos armando los cargos en base a las capacidade­s que tenían”, afirmó y dijo que en total Le Bebot emplea a 32 personas.

Hay gente a la que los bebotes les puede chocar. Hay una palabra que dicen mucho que es que impresiona­n, pero impresiona­n para mal, pero también para bien”

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