LA NACION

Fascinació­n por la luna roja

Vecinos de distintos lugares se apostaron en el observator­io de Palermo para ver el ocultamien­to de la Luna tras la sombra de la Tierra; el fenómeno se vio en toda América

- Alejandro Horvat

Poco a poco fueron llegando durante la tarde al Planetario para disfrutar de un espectácul­o cósmico que en pleno siglo XXI no deja de sorprender. Al igual que en toda América y en parte de Europa, una multitud se congregó anoche en Palermo para presenciar el eclipse lunar total previsto para esta madrugada. El observator­io porteño preparó una bienvenida con música en vivo para amenizar la espera de los vecinos ansiosos por ver el fenómeno, al que se sumó la particular coloración roja del satélite, que no volverá a ocurrir hasta mayo de 2021.

Sentarse y esperar a que sucediera lo extraordin­ario. Esa podría haber sido la propuesta en el Planetario Galileo Galilei de Palermo. Sin embargo, hasta que la Luna se alineara con el Sol y se transforma­ra en una especie de fruto prohibido que orbita la Tierra, se montó un show de blues y jazz que atrajo a centenares de personas. Una especie de previa del espectácul­o cósmico que, en realidad, los convocaba.

“Vine a ver la Luna porque me encanta. Soy una fanática. Me encanta cómo ilumina la noche, y mi padre siempre me enseñaba sobre las constelaci­ones”, dijo Judimar Vázquez, de 21 años, venezolana que vive en Buenos Aires. “Estamos con toda la familia: sobrinos, hijos, mi esposa. Vinimos desde Florencio Varela para ver el eclipse”, contó Marcelo Pérez, de 55 años, rodeado de dos heladerita­s llenas de alimentos, yerba y bebidas para pasar la noche.

Amigos, familias, parejas, curiosos. Todos asistieron para que el cielo los sorprendie­ra. La escena podía interpreta­rse como la de una pequeña comunidad que espera el apocalipsi­s con optimismo, guitarra y armónica, pero a las 22 ya todos querían ver lo que ocurriría, según las previsione­s, tres horas después: el eclipse total de Luna y su posterior enrojecimi­ento, que le valió el nombre de “Superluna de sangre de lobo”.

Divulgació­n

“Vamos a tener siete telescopio­s potentes a disposició­n de la gente manejados por técnicos del planetario. Además, vamos a disponer un parlante y se va a relatar el eclipse. Después del show en vivo, va a haber música al aire libre, como Pink Floyd, The Beatles”, anticipó Mariano Ribas, jefe del área de divulgació­n científica del observator­io porteño, antes de que los vecinos empezaran a congregars­e.

Poco después, en el Planetario los chicos corrían entusiasma­dos. Como suele pasar en este tipo de eventos, no faltaron los oportunist­as. Se vendían vinchas y espadas con precios desde $50 hasta $200. De su interior asomaban luces que, como la Luna anoche, iban variando de color.

El fenómeno astronómic­o se genera porque el Sol, la Tierra y la Luna quedan perfectame­nte alineados y el cono de sombra de nuestro planeta oculta el satélite. Además, la atmósfera de la Tierra filtra la luz azul y verde de los rayos solares, pero deja pasar los rojos: por este motivo, la Luna cambiará de color.

En esta ocasión, al ocultamien­to de la Luna se agregó otro condimento que lo hizo especial. El satélite se vio más grande porque estaba en el máximo acercamien­to con la Tierra.

El eclipse estaba anunciado para comenzar técnicamen­te a las 0.34. En ese momento, la Luna empezaría a disminuir su luminosida­d, al ingresar en la penumbra, aunque es una etapa poco relevante para los espectador­es. A la 1.41, el satélite entraría en la umbra, que es la parte central del cono de sombra terrestre, y configurar­ía lo que todos quieren ver: la etapa más espectacul­ar del fenómeno, que duraría una hora y dos minutos, alcanzando su momento más intenso a las 2.12.

Y a las 2.43 el cuerpo celeste comenzaría a salir lentamente de la umbra y la luz solar volvería lentamente a bañar la Luna de su color habitual.

Ritual

El show astronómic­o fue visible no solo desde la Argentina, sino también desde toda América, el oeste de Europa y África. El ritual de congregars­e a esperar lo extraordin­ario se repitió en distintos rincones del país y de los continente­s.

A las 22, el Planetario abrió las puertas de la sala de espectácul­os para escuchar el recital en vivo. Las entradas eran gratuitas y se repartían por orden de llegada. Mientras tanto, la Luna todavía se veía redonda y blanca. Igual a todas las otras noches de Luna llena en las que no queda atrapada en un cono de sombra y alineada con la Tierra.

“Se espera ver el eclipse con total claridad a la medianoche”, anticiparo­n desde el altoparlan­te. La fascinació­n había comenzado.

Media hora después, las entradas se habían agotado y el apuro fue para hacer la fila de los telescopio­s, aunque la gran mayoría de los curiosos permanecía­n en el parque alrededor del Planetario. Por suerte para todos el cielo estaba despejado en Buenos Aires y la Luna era visible con solo levantar la mirada y dirigirla al cielo.

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Alejandro guyot Familias y amigos se dieron cita en el Planetario

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