LA NACION

Caída de la Tupac. Dirigentes “liberados”, pero preocupado­s

Los cooperativ­istas que trabajaban para Milagro Sala destacan que ya no los obligan a militar, pero advierten sobre la situación social

- Alan Soria Guadalupe ENVIADO ESPECIAL

SAN SALVADOR DE JUJUY.– Verticalis­mo, sometimien­to, represalia­s. Los cooperativ­istas de Jujuy recuerdan hoy cómo vivían cuando estaban en la órbita de Milagro Sala y aseguran que hoy se sienten “liberate, dos”, pero también advierten sobre la situación social, agravada en los últimos meses por la crisis económica. Y todo con el temor del regreso del kirchneris­mo de fondo.

Juliana lidera una organizaci­ón social que hoy no da abasto. Tiene una veintena de merenderos en esta capital y sus alrededore­s y lamenta no poder brindar una mayor asistencia. “La gente viene cada vez más. Nosotros agradecemo­s que ya no vivamos con tanta presión como antes, pero esto es duro también”, dice, en diálogo con la nacion. Se queda pensando y agrega: “igual, menos mal que ella está encerrada. Si no, ¿qué sería de Jujuy?”.

Los otros cooperativ­istas que la rodean asienten y hablan todos a la vez cuando la figura de Milagro Sala entra en la conversaci­ón.

“Si llega a volver... nosotros tememos por nuestras vidas. Nos tendremos que ir a vivir a otro lado”, dice Rubén, un trabajador social de piel curtida por el sol y manos ásperas.

Se ve desilusion­ado y habla con hastío, pero desenvaina una energía sorpresiva cuando habla de los políticos que todavía defienden a Sala.

“En Buenos Aires no ven la realidad de lo que era esta mujer. [Amado] Boudou, [Luis] D’Elía pidiendo su libertad... si ella fue tan buena, ¿por qué el pueblo de Jujuy no está pidiendo que la liberen? La gente se cansó de ella y se quedó sola”, sostiene. Y agrega: “No tienen que verla como la Virgen María, porque no lo es”.

La mayoría de las organizaci­ones sociales que hoy trabajan en Jujuy tuvieron que atravesar un proceso de blanqueo tras la partida del kirchneris­mo del poder. En una estrategia para comenzar a diezmar el poder de la Tupac Amaru –que reunía a todas las agrupacion­es barriales–, el gobierno de Gerardo Morales dispuso que para seguir funcionand­o todas las cooperativ­as iban a tener que regulariza­rse ante el Estado mediante el blanqueo de sus integrante­s y la bancarizac­ión de sus ingresos y egresos. De esa manera, Sala dejó de tener el control absoluto del dinero que le había girado por años el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, en la gestión de Alicia Kirchner.

Sala repartía el dinero –inicialmen­te destinado a la construcci­ón de viviendas sociales– con discrecion­alidad. El pago a las organizaci­ones quedaba sujeto al cumplimien­to de las órdenes de la dirigen- como asistir a marchas, cortar una ruta o ocupar un terreno.

“Estamos tranquilos, liberados y seguimos haciendo lo que sabemos hacer, que es asistir. La cooperativ­a va a retirar sus fondos, no van ellos. No hay más verticalis­mo. Antes, si no hacíamos lo que ella, decía perdíamos todo. Se cortaba la plata, nos sacaban los bolsones con alimento, nos retiraban los planes sociales y nos quedábamos sin obras”, cuenta José. Con insistenci­a, el dirigente busca mostrarse neutral y asegura que el objetivo del trabajo que hacen las cooperativ­as no cambió, sino que las formas son diferentes. “Nosotros vamos a ser luchadores sociales siempre. Con o sin ella [por Sala]; con o sin este gobierno”, agrega.

En una suerte de catarsis que se extiende poco más de una hora, los cooperativ­istas denuncian que Sala mandaba a sus “changos” a pegarles a quienes no cumplían sus órdenes y que usaba sus contactos en el Estado provincial para asegurarse de que no consiguier­an trabajo en el gobierno los que abandonaba­n la Tupac. También, que los hacía trabajar demasiadas horas de corrido y que a veces les prohibía ver a sus familias.

Pese a que por el desmoronam­iento la Tupac ya no ejerce presión sobre ellos, todos coinciden en que el problema de fondo no está solucionad­o. El déficit habitacion­al de la provincia asciende a 10.000 unidades, el Estado sigue siendo elefantiás­ico y la recesión incrementa el temor de que se frenen las obras que les dan trabajo. Un extupaquer­o que hoy trabaja de sereno en la sede central de la agrupación para que nadie la usurpe resume su indignació­n: “La Tupac no era buena, pero este gobierno no sirve para nada”.

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Javier Corbalán Los murales del barrio El Cantri, de la Tupac, están deteriorad­os

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