LA NACION

Juega contra el tiempo

El suizo desaprovec­hó 12 break points, cayó en 8vos ante Tsitsipas (17 años menor) y no pudo defender el título; anunció que volverá a Roland Garros

- Sebastián Torok

Federer proyecta nuevos retos y desafía los rumores sobre “la gira de la despedida”

El reloj, en Melbourne, marca un puñado de minutos después de las once de la noche. El mundo del tenis se detiene. Stefanos Tsitsipas, un griego de 20 años con cabellera de león hambriento, tiene match point frente a Roger Federer, la leyenda de 37. Van 3 horas y 45 minutos de alto vuelo sobre el cemento azulado del Rod Laver Arena. El mundo del tenis se paraliza por este duelo de los 8vos de final. El ateniense, 15º del ranking, saca 6-5 en el tie-break del cuarto set; perdió 6-7 (11-13) el primer parcial, ganó el segundo y el tercero por 7-6 (7-3) y 7-5. El suizo, campeón en el Abierto de Australia durante las últimas dos temporadas, está aturdido; extrañamen­te no logró aprovechar ninguna de las 12 chances de quiebre. Tsitsipas, desde el lado impar, sirve a apenas 145km/h al medio del cuadrado de saque, Federer devuelve con un débil revés con slice, el más joven se invierte y golpea un potente drive cruzado que ya no vuelve. Campeón el año pasado en el Masters de la Próxima Generación (en Milán), suelta la raqueta, sonríe, se quita la vincha y se acerca a la red para saludar a Federer, su ídolo, el mismo que hasta no hace mucho tiempo tenía en un póster de su habitación. El gran Roger, siempre caballero, le da la mano y lo felicita, con una mueca agradable. Por dentro está quebrado. Se aceleran las agujas del reloj biológico del ex Nº 1 del mundo.

Si se tiene en cuenta que cuando Federer jugó su primer partido en el ATP Tour (en julio de 1998, en Gstaad; perdió contra Lucas Arnold Ker por 6-4 y 6-4), Tsitsipas todavía no había nacido (lo haría al mes), la vigencia del jugador nacido en Basilea es aun más asombrosa que lo ya evidente. Más allá de los 55 errores no forzados, el ganador de 20 Grand Slam compitió en un alto nivel y con muchísima intensidad frente a un tenista 17 años menor, que ostenta una fabulosa capacidad atlética. En ese contexto puntual, que Federer continúe demostrand­o su categoría es muy destacado, casi que un privilegio para muy pocos (o casi ninguno). También es verdad que desde marzo pasado, tras perder la final de Indian Wells con Juan Martín del Potro, empezó a mostrar, en cuenta gotas, más problemas de los habituales para ganar, rostros contrariad­os en medio de los partidos y hasta acarreó un puñado de derrotas inesperada­s (vs. Thanasi Kokkinakis en Miami, John Millman en el US Open, Borna Coric en Halle y Shanghai, fueron algunas). En octubre pasado, además, confesó que tenía una molestia en la mano derecha que lo afectaba desde hacía aproximada­mente tres meses, pero que no lo ponía como excusa.

Después de ganar, en 2018, el Abierto australian­o por sexta vez, Federer se despidió de los Grand Slam antes de tiempo. No jugó Roland Garros para cuidar su cuerpo de la exigencia del polvo de ladrillo. En Wimbledon, el jardín de su casa, el sudafrican­o Kevin Anderson (por entonces, 8º) le dio un golpe contra toda la lógica, en los cuartos de final, venciéndol­o por 13-11 en el quinto set (Federer había ganado los dos primeros parciales y hasta había contado con un match point). Y en Flushing Meadows, uno de los más grandes de la historia perdió en los 8vos de final con el por entonces 55º del circuito, el australian­o Millman (Roger nunca había caído en Nueva York frente a un adversario ubicado afuera del Top 50), en un match en el que acumuló 76 errores no forzados, el equivalent­e a haber cedido 19 games solo con desacierto­s.

La frustrada defensa del título de Australia le quitará muchos puntos (1820) a Federer. Luego del primer major de la temporada descenderí­a del tercer al sexto lugar en el ranking, posición que no ocupa desde marzo de 2017. Y si bien el suizo no compite por el ranking desde hace mucho, especialme­nte después de lograr el récord de veteranía en la cima (en febrero de 2018, al ganar el título de Rotterdam; con 36 años y 195 días superó los 33 años y 133 días que tenía Andre Agassi), si sigue perdiendo posiciones puede llegar a frustrarlo y hasta complicarl­o en las asignacion­es de cabezas de serie en los torneos más importante­s.

El ATP 500 de Dubai (25 de febrero a 2 de marzo) y los Masters 1000 de Indian Wells (7 a 17 de marzo) y Miami (20 a 31 de marzo) son los próximos torneos que Federer tiene proyectado jugar. Claro que después de perder con Tsitsipas en Melbourne, sorprendió al anunciar que este año jugará en Roland Garros, grande al que no acude desde 2015.

“Estoy en un momento en el que creo que tengo que disfrutar. Es algo que he echado de menos (...) He decidido no hacer un gran parate otra vez más. Ya los tuve, no tengo la sensación de que sea realmente muy necesario”, expresó Federer. En 2017 y 2018 no participó de la gira sobre polvo de ladrillo. La última vez que compitió en la superficie más exigente para su cuerpo fue en mayo de 2016, en Roma (perdió en los 8vos de final ante Dominic Thiem).

Campeón en el Bois de Boulogne en 2009 y cuatro veces finalista, algunos sorprendid­os piensan que la visita de Federer a París en mayo es parte de una suerte de “gira de despedida”. Muchos otros consideran que va de la mano con su disfrute y amor por el deporte que lo convirtió en una gloria. Federer ocupa el tercer lugar entre los jugadores activos (detrás de Rafael Nadal y Novak Djokovic) en porcentaje de victorias en tierra, con un 75.9% (11 títulos).

¿Federer dejó de tener capacidad para obtener grandes triunfos y títulos? No, para nada. Pero cada día se desgasta más y hasta el título Nº 100 se hace desear (tiene 99). El extenista Marc Rosset, campeón olímpico en Barcelona 1992, utilizó un proverbio en el diario suizo Le Temps para referirse al escenario de Federer. «No hay que tirar al “viejo” con el agua de bañar», fue el título de su artículo. ¿Qué significa? Que la circunstan­cia importante (o permanente) no debe considerar­se como la temporal (el agua sucia del baño). Con picardía, Rosset reemplazó la palabra “niño” del proverbio original por “viejo”, para decir que la derrota en Melbourne no significa el fin de Federer. No lo es, claro. Pero todo le va costando, cada día, un poco más.

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Jewel samad/afp la despedida de Federer en el rod laver arena, luego de caer en los 8vos de final frente a tsitsipas, referente de la nueva generación

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