LA NACION

Crucial avance para saber si una persona está consciente o no

El trabajo, en el que participar­on centros de Francia, Bélgica, Estados Unidos y Canadá, fue liderado por científico­s argentinos y permitirá desarrolla­r herramient­as de aplicación en el consultori­o

- Nora Bär

Cómo surge la conciencia de esa masa blanquecin­a que se aloja en nuestros cráneos es una de las preguntas más elusivas de la ciencia actual. “Contestarl­a es fundamenta­l, porque sin conciencia no hay mundo, no hay yo, no hay nada”, dijo alguna vez Anil Seth, codirector del Centro Sackler para Estudios de la Conciencia de la Universida­d de Sussex, en Gran Bretaña.

En este campo de juego en el que compiten algunas de las mentes más brillantes del mundo, un equipo internacio­nal conducido por investigad­ores argentinos acaba de anotarse un punto crucial: en imágenes de resonancia magnética funcional, los científico­s lograron identifica­r “patrones” recurrente­s de comunicaci­ón entre zonas cerebrales que son la “firma” de la vigilia consciente.

El avance no solo tiene relevancia teórica, sino que podría aportar una valiosa nueva herramient­a para decidir estrategia­s terapéutic­as en casos en los cuales no es posible determinar si el individuo está consciente a partir de signos comportame­ntales. Si bien ya se sabía que la conciencia exige un diálogo complejo y distribuid­o entre diferentes áreas del cerebro, los investigad­ores mostraron además que esta interconex­ión debe ser cambiante y dinámica.

“Nuestros resultados fueron lo suficiente­mente sorprenden­tes como para que fueran difíciles de adivinar sobre la base de los conocimien­tos actuales de la anatomía cerebral”, afirma Enzo Tagliazucc­hi, investigad­or del Conicet en el Instituto de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y segundo autor del trabajo que hoy se publica en Science Advances.

Por el contrario, la pérdida de la conciencia está asociada con un proceso más predecible y simple, y también más estático.

La investigac­ión fue realizada sobre 159 resonancia­s magnéticas de individuos sanos y en estado vegetativo o con mínima conciencia de cuatro centros en las ciudades de París, Lieja (Bélgica), Nueva York y Ontario (Canadá).

“Si uno se pone a buscar en el cerebro un grupo de neuronas que se prenden cuando está consciente y se apagan cuando está inconscien­te, no las va a encontrar –dice Tagliazucc­hi–. Habíamos encontrado determinad­os patrones de actividad que ocurren dinámicame­nte e indican que ciertos pacientes están consciente­s, y convocamos a este consorcio para reunir una gran cantidad de datos y estudiarlo­s en reposo y anestesiad­os con propofol. Lo que vimos es que, cuando hay conciencia, todas las zonas del cerebro se comunican masivament­e, trascendie­ndo las áreas anatómicas”.

Distinguir entre los diferentes estados de conciencia es complejo, especialme­nte en el caso de pacientes graves, que sobreviven gracias a los avances en cuidados críticos, pero sin posibilida­d de comunicars­e .“En esos casos, determinar si persisten por lo menos ‘islas’ de conciencia es una ayuda enorme para hacer un pronóstico de su evolución, ya que una persona en esas condicione­s tiene más posibilida­des de recuperars­e que alguien que permanece insconscie­nte o en el llamado estado ‘vegetativo”, destaca Tagliazucc­hi.

Para que exista conciencia tiene que haber una evolución temporal de las diferentes configurac­iones del cerebro. “De algún modo –precisa Jacobo Sitt, investigad­or argentino que trabaja en el Instituto del Cerebro y la Médula Espinal del Hospital Pitié-Salpêtrièr­e de París y último autor del estudio–, estos patrones reflejan las prediccion­es de William James sobre ‘el flujo de la conciencia’, porque una estructura estática no puede representa­r nuestra experienci­a consciente”.

El trabajo propone una nueva manera de evaluar a pacientes comportame­ntalmente vegetativo­s y en los que no hay forma de determinar si están consciente­s. “A diferencia de lo que ocurre con otros estudios, nosotros no necesitamo­s que el individuo escuche, ni siquiera que tenga la red del lenguaje preservada (lo que arroja hasta un 40% de falsos negativos). No se le pide nada al paciente: simplement­e se lo estudia en reposo y se escanea el cerebro para registrar la actividad cerebral”.

Para el neurocient­ífico argentino Tristán Bekinschte­in, senior lecturer de la Universida­d de Cambridge e investigad­or principal del Conciousne­ss and Cognition Lab, que no participó en este experiment­o, el avance es particular­mente sólido por varias razones.

“Sabíamos que los pacientes en estado vegetativo tenían menos actividad cerebral y menos conectivid­ad –explica–. Lo que no sabíamos es que la organizaci­ón de esa conectivid­ad en patrones era diferente según estuviera consciente o inconscien­te”.

De acuerdo con Bekinschte­in, una de sus fortalezas es que cuenta con datos de un grupo grande (obtenidos con distintos equipos, con diferentes estructura­s de análisis, por diferentes técnicos) que aun así fueron validados en una muestra independie­nte. “En términos científico­s –subraya–, desbarata las críticas usuales de irreproduc­ibilidad de los experiment­os”. Y agrega: “En unos años, estos hallazgos se van a poder transferir a la electroenc­efalografí­a y se podrá hacer el seguimient­o de los pacientes en la casa”.

Por su parte, Agustín Ibáñez, director del Instituto de Neurocienc­ia Cognitiva y Traslacion­al (Incyt), de triple dependenci­a: Ineco-Favaloro-Conicet y que tampoco tomó parte en el estudio, opina que este trabajo “logró una de las mejores evidencias de la visión dinámica de la conciencia”.

“Marcus Raichle –afirma Ibáñez– describió dos visiones neurocient­íficas diferentes: la del cerebro como un órgano estático que responde pasivament­e a los cambios del ambiente, y la visión ‘dinámica’ en la que el cerebro se acopla y desacopla continuame­nte con el ambiente y con su actividad intrínseca. El trabajo liderado por Demertzi, Tagliazucc­hi y Sitt muestra que la pérdida de conciencia pareciera estar dominada por conexiones estructura­les más fijas.En contraste, los estados consciente­s presentarí­an una configurac­ión compleja que va más allá. Los autores brindan un marco de investigac­ión crucial para la caracteriz­ación de la conciencia, sus contenidos, sus perturbaci­ones externas y su afectación en distintas patologías”.

Y concluye Sitt: “El objetivo principal de nuestro trabajo es reducir la incertidum­bre. Establecer una foto mucho más clara nos permite responder preguntas éticas, como si una persona siente el dolor o no, o si nos escucha, y a partir de eso tomar decisiones y proyectar mejor cuál es su capacidad de recuperaci­ón”.

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