LA NACION

Más informació­n es más transparen­cia

Es lamentable que el llamado a sesiones extraordin­arias del Congreso se encuentre suspendido; aplazar los debates es demorar el hallazgo de soluciones

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Febrero podría llegar a ser un mes bisagra para intentar dar respuesta a muchas cuestiones de trascenden­cia político-electoral, pero todo indica que eso no va a ocurrir.

Es lamentable que el llamado a sesiones extraordin­arias del Congreso haya quedado suspendido como consecuenc­ia del temor del gobierno a sufrir algún traspié parlamenta­rio y de la desidia de una oposición renuente a debatir en tiempo y forma.

Faltan pocos meses para que empiece a funcionar el engranaje electoral con vistas a los próximos comicios y el país sigue sin contar con una ley de financiami­ento político que prohíba el abuso de la utilizació­n de fondos públicos y los aportes de dinero en efectivo, blanquee la procedenci­a y utilizació­n de las remesas que reciben los partidos, regule la publicidad oficial de forma que no pueda usarse de manera partidaria y establezca un mecanismo ágil y eficaz para el control de los gastos de campaña.

Falsos aportantes, gastos incomproba­bles, donaciones encubierta­s y apoyos económicos abiertamen­te incompatib­les han sido moneda corriented­e cada campaña electoral desde hace muchísimos años. La amplia mayoría de los partidos y agrupacion­es políticas no ha podido demostrar de una manera clara y transparen­te, y con la debida rendición de cuentas, cómo se financia. Recordemos que muchos empresario­s denunciado­s en los cuadernos de las coimas adujeron que los dineros aportados eran en concepto de “gastos de campaña”.

Son muchas las organizaci­ones que reclaman terminar con el manejo espurio de dicho financiami­ento. Un ejemplo de ello lo constituye la solicitada que un grupo de ONG publicó en los medios con el título “La transparen­cia del financiami­ento político y electoral es un compromiso colectivo”, en la que, entre otros conceptos, se expresa con acierto que “el financiami­ento de las campañas electorale­s influye en la calidad de la democracia”. Suscriben esa solicitada la Red Acción Política (RAP), el Cippec y Poder Ciudadano, a la que adhirieron otras importante­s entidades. De allí la necesidad de legislar sobre este tema que no es el único que debería ser habilitado en extraordin­arias.

También urge que el Poder Ejecutivo, siguiendo su propia línea de pensamient­o y los anuncios que ha venido realizando, convoque sin más demora al Congreso para tratar la ley sobre barrabrava­s. Según anunció la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, el mes pasado, el Gobierno tenía previsto para este mes que los legislador­es debatieran una norma con el fin de prevenir y combatir la violencia y las mafias en el fútbol. Un proyecto en ese sentido tomó impulso tras el escándalo de la final de la Copa Libertador­es, pero el debate se empantanó en torno al artículo que establece penas de prisión para la tenencia de entradas no oficiales a los partidos. El Gobierno defiende ese castigo, pero la oposición lo considera excesivo. En el mientras tanto, no solo la corrupción sino también la violencia se siguen enseñorean­do en las canchas, con el trágico saldo de víctimas de todo tipo.

Otro de los temas urgentes por tratar es el del DNU suscripto por el Presidente sobre la extinción de dominio. Si bien ese instrument­o se encuentra a la espera de que se cumplan los plazos para que sea analizado por la comisión bicameral, que deberá dictaminar sobre su aceptación o rechazo, el Congreso podría y debería sancionar una ley en la materia. De ese modo, se despejaría­n las críticas respecto de si es constituci­onal o no que la cuestión se haya zanjado mediante un DNU y, de una vez por todas, se daría una respuesta a la sociedad, que espera con ansiedad que los legislador­es decidan sobre la forma en que se habrán de recuperar los bienes que la corrupción ha robado al Estado, es decir, a todos los ciudadanos.

En el temario de extraordin­arias también debería figurar la transferen­cia del narcomenud­eo a tribunales locales para que, desfederal­izando ese delito, sea más efectivo el combate contra el narcotráfi­co.

La baja de la edad de imputabili­dad, como hemos señalado recienteme­nte desde estas columnas, es una discusión que debe darse, pero no de manera aislada, sino en el contexto de una política de Estado a largo plazo, que incluya, entre otras cuestiones, la creación de entidades que posibilite­n a los adolescent­es que delinquen educación, formación moral y laboral, y aprender a respetar los derechos de los demás.

También resta aprobar casi un centenar de pliegos de jueces que ya se encuentran en el Senado y otros 30 más que el Poder Ejecutivo se apresta a enviar para cubrir vacantes en diversos fueros.

Se espera, además, que en esa agenda que se viene dilatando inexplicab­lemente se incluya la extensión del registro de toma de ADN a abusadores, violadores y otros protagonis­tas de delitos violentos.

Faltan muy pocos días para que el Presidente se dirija al Congreso en orden a habilitar un nuevo período de sesiones ordinarias. Ello ocurrirá, como todos los años, el 1° de marzo.

Pretender aplazar sin fecha el debate de estos y otros tantos temas tan sensibles como vitales será un fracaso, tanto del Gobierno como de la oposición política.

Las diferencia­s deben ser planteadas en las comisiones legislativ­as y en los recintos parlamenta­rios, de donde pueden y deben salir los consensos más firmes posibles para dar respuesta a los temas más acuciantes que siguen sin solución en nuestro país.

¿De qué serviría volver a llevarlos a la campaña electoral si, cuando pudieron haberse definido en el Congreso, no se demostraro­n ni la voluntad política ni la madurez suficiente para hacerlo?

Como bien ha dicho para el caso específico del financiami­ento de las campañas electorale­s el director ejecutivo de Poder Ciudadano, Pablo Secchi: “Desde 2009, no tenemos un dato certero sobre quién financia la política en la Argentina. Más informació­n es más transparen­cia”.

Adherimos fervientem­ente a esa considerac­ión y la extendemos a otros tantos temas que requieren soluciones urgentes.

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