Ciudad ruidosa
La falta de consideración es quizás uno de los peores males de la Argentina. Eso se ve todo el tiempo. Empieza con las autoridades. El gobierno de la ciudad tiene una ley, la 1540/04, cuyo objetivo es “prevenir, controlar y corregir la contaminación acústica que afecta tanto a la salud de las personas como al ambiente, protegiéndolos contra ruidos y vibraciones provenientes de fuentes fijas y móviles”. También regula las actuaciones específicas en materia de ruido y vibraciones en el ámbito de competencia de la CABA. Pero la ciudad es la primera en romper su propia ley. Conciertos o eventos en el Planetario o en los bosques de Palermo, a todo volumen, sin ninguna consideración por los vecinos. ¿A quién le puede importar? Si los que
nos gobiernan no cumplen sus propias leyes, ¿por qué habrían de hacerlo los ciudadanos? Los paseadores de perros, en lugar de pasearlos, los atan a alambres de construcción que enterraron en el parque y los dejan allí para que ladren todo el día sin parar. En ninguna ciudad del mundo se ve esto.
Buenos Aires nunca será una ciudad civilizada si no se aprende a respetar al otro. Mientras tanto será la de la contaminación acústica y la de la anarquía, en la que cada uno hace lo que quiere sin considerar al prójimo.
Gregorio Dayton
DNI 94.013.354