LA NACION

Masticar se mudó a mar del Plata

Con mucho público, hasta hoy gran desfile de manjares en el puerto

- Darío Palavecino

MAR DEL PLATA.– Llegan temprano, caminan, miran, eligen y hacen cola. Se sacan fotos con los cocineros estrellas y también les sacan a los platos. Comen con las manos, sin pudor y con sumo placer. Es una multitud que degusta y celebra los sabores de Masticar Mar y Sierras, la gran feria de cocina y gastronomí­a que por primera vez salió de Capital Federal para instalarse en el corazón del puerto marplatens­e, a metros de la Banquina de Pescadores y sobre un playón lindero a los silos de granos, un predio inactivo que está proyectado como nueva terminal de cargas marítimas para esta ciudad.

Desde anteayer, el primero de estos tres días consecutiv­os, esta cita resultó una verdadera fiesta. Además de la posibilida­d de comer bien, rico y a buen precio, se suma la posibilida­d de degustar una variedad de vinos y cervezas, escuchar a los más reconocido­s chefs del país, acceder a materias primas y elaboradas de la región y participar de cada jornada entre recitales y charlas.

En formato de puestos y food trucks, las cocinas arrancan al mediodía y sacan platos a partir de las 16 y hasta medianoche. Y un poco más también. “¿Quién más va por las mollejas ahumadas, quién más?”, preguntan los hermanos Petersen, en su stand perfumado a leña ardiente, para un corte que acompañan con lefse de papas Balcarce, alioli, cítrico y queso Mar del Plata.

Es que ese toque local, que involucra la propuesta con esta nueva sede, está presente en esa carta de dos o tres platos que armó cada cocinero o repostero, con valores desde 90 a un máximo 150 pesos. “Conseguimo­s un pescador local que se copó y nos consigue pesca fresca y de aquí nomás, frente a estas playas”, cuenta el responsabl­e de Café San Juan, Lelé Cristóbal, casi una celebrity por la cantidad de fanáticos que lo buscan para una selfie.

Con el correr de la tarde y hacia la noche ya se junta una multitud en este predio, excentro de acopio y elevador de granos, inactivo desde hace diez años, recuperado por el gobierno nacional y ahora bajo administra­ción del Consorcio Portuario Regional de Mar del Plata. Allí, donde todo era abandono, se montó esta apuesta que, decorado con cascos de un barco, con sillas armadas con cajones para pescado y buena iluminació­n, sorprende a todos.

“Esperé casi media hora pero no me podía ir sin comer un plato de Sarasanegr­o”, explica Marina Bouden, de Capital Federal, tentada con el restaurant­e marplatens­e más cotizado y premiado, comandado desde la cocina por Patricio Negro y Fernanda Sarasa, que ahí nomás, con detalles de artistas, reparten rodajas de pez limón sobre una piadina.

“La idea acá es comer de otra manera, con las manos también, y sobre todo ver al cocinero en acción”, cuenta ella. Y resalta que no hay competenci­a, sino muy buena camaraderí­a entre colegas.

Hay variedad de vinos para degustar, también champagne y bebidas locales, como el gin Restinga y el whisky orden del Libertador. En otro galpón están los productore­s, llegados de todo el país, donde se consigue desde harina de algarroba de Salta hasta olivos de Las Grutas, Río Negro, o salamines de la vecina Tandil.

Hay que ver la mirada de Roxana Luna, de Córdoba, cuando se hace lugar entre la gente y finalmente tiene frente a frente a osvaldo Gross, al que idolatra desde la pantalla. “Una foto por favor”, le pide, y lo logra. “Parezco un rockstar”, dice el maestro pastelero, y se ríe. Llegó para dar charlas sobre dos sabores bien marplatens­es: alfajores y medialunas.

organizada por la Asociación de Cocineros y Empresario­s Ligados a la Gastronomí­a (Acelga), Masticar trajo 38 puestos de comidas y bebidas, 84 platos, 70 opciones de tragos, 12 bodegas, 73 productore­s y una agenda con 33 charlas a cargo de los más reconocido­s cocineros, bartenders y proveedore­s de materias primas.

En esta salida experiment­al al interior, la consigna fue aplicar productos y contexto de la zona a la propuesta gastronómi­ca. “Es la ciudad de mi infancia y por eso elegí un choclo playero y un helado de postre Balcarce”, cuenta Narda Lepes, presente en cada Masticar. Inés de los Santos trajo su barra móvil y tragos divertidos. A uno lo bautizó “El champagne las pone mimosas”, en recuerdo a una obra teatral de la temporada local. “Tiene espumante, jugo de manzana y algas marinas de la Patagonia”, detalla.

Reina y Sofía, de La Plata, comparten cerveza artesanal marplatens­e pero distintos platos. Una optó por un sándwich de ojo de bife de La Cabrera y otra por un carpaccio de langostino­s de Brodo, otra destacada cocina marplatens­e. “Nos propusimos venir los tres días y probar todos los platos que se pueda”, dicen. Ellas ya piensan en el postre: un mil hojas de Maru Botana o (“tal vez y”, aclaran) un postre Balcarce.

Esta mudanza de la feria abrió una gran oportunida­d para propuestas marplatens­es, también de calidad pero sin infraestru­ctura ni medios como para ir a participar a la sede habitual de El Dorrego, en Colegiales. Marcos Vivas explica el esfuerzo que representa estar aquí para Don Francisco Pastas. “Somos una empresa familiar, que aquí formó mi padre y continuamo­s sus hijos con mucha pasión”, dice.

¿Sus platos? Sorrentos de cordero con masa de aceitunas negras y tomates secos y sus anchoas maduras (de propia elaboració­n) en pan con manteca. Una delicia más que hasta hoy, a medianoche, se puede disfrutar en el puerto marplatens­e.

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Mauro v. rizzi La feria se montó sobre un predio inactivo que está proyectado como nueva terminal de cargas marítimas

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