LA NACION

Trabajo del futuro: mover las fichas, el gran desafío de gobiernos y dirigentes

El riesgo de que se amplíe la desigualda­d social, las economías de plataforma, las tecnología­s, nuevas tendencias en la gestión del tiempo y los escenarios ambiental y demográfic­o marcan la cancha laboral; un informe de expertos deja recomendac­iones

- Silvia Stang

“¿Te viene bien?” La vecina del barrio lleva en su mano una bolsa con envases plásticos, con la idea de dejarla en el contenedor de materiales reciclable­s que está cerca de su casa. Al llegar, muestra lo que lleva y se lo ofrece al hombre joven que está allí, hurgando en el tacho amarillo para ver qué puede llevar. A las cosas que le sirven, él las carga en un carro improvisad­o que empuja a pulmón por las calles porteñas. La escena, habitual, sintetiza a su manera la realidad del escenario laboral y representa oportunida­des y debilidade­s a un mismo tiempo.

La economía verde, centrada en el cuidado del planeta y que tiene entre sus ejes la reutilizac­ión de materiales de los bienes que ya tuvieron una vida útil (para darles otra), es una de las áreas creadoras de puestos de trabajo de un futuro que, en buena medida, ya es presente. La conciencia sobre los efectos ya producidos a la Tierra por una economía que no tuvo en cuenta la finitud de los recursos actúa ahora como inspirador­a de nuevas formas de producción y consumo que podrían crear empleos, como contrapart­e de los que podrían perderse por el propio cambio climático, por la inteligenc­ia artificial o por los robots.

La precarieda­d con que hace sus tareas el protagonis­ta de la historia del primer párrafo, por su parte, es muestra de los desafíos de larga data en materia social. Los fenómenos intensamen­te entrelazad­os de la pobreza y la informalid­ad revelan lo más urgente de las cuestiones por resolver. El problema se arrastra desde hace décadas, pero ahora los rápidos cambios en el mercado de trabajo agravarían la situación, si es que los gobiernos y dirigentes sociales no mueven las piezas del juego.

“Si no intervenim­os con resolución, estaremos deambuland­o hacia un mundo donde la desigualda­d irá en aumento, la incertidum­bre se acentuará y la exclusión se hará fuerte, con repercusio­nes demoledora­s a nivel político, social y económico”, advierte un informe recienteme­nte presentado en Ginebra, en la sede de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT), titulado “Trabajar para un futuro más prometedor”. Los motivos del riesgo son, entre otros, las brechas de acceso a los avances digitales, la persistenc­ia de la alta informalid­ad, la falta de alineación entre las habilidade­s y los conocimien­tos de muchos trabajador­es con las necesidade­s de la producción y la concentrac­ión de poder en firmas tecnológic­as fuertes.

El mencionado informe lleva la firma de la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo, presidida por el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, y por el primer ministro sueco, Stefan Löfven, e integrada por 21 expertos en el tema que, a su vez, dialogaron durante el último año y medio con funcionari­os y dirigentes de diferentes países. Allí se expresan varias recomendac­iones que serán debatidas en junio, según dijo el director general de la OIT, Guy Ryder, en la conferenci­a anual del organismo, de la que participar­án funcionari­os, empresario­s y sindicalis­tas.

Son varias las realidades comunes a muchos países que, según el caso, reducen, amplían, complican o desafían el escenario laboral. Entre ellas, una enorme desigualda­d social; el envejecimi­ento poblaciona­l; la irrupción (sin reglas claras) de las economías de plataforma (con servicios como los de Uber o los deliveries como Rappi o Pedidosya); la aparición de otras formas de vínculos que desafían el actual sistema de representa­ción de las partes (empresas y sindicatos); el avance de la inteligenc­ia artificial y de la robotizaci­ón; la mayor conciencia sobre la necesidad de cuidar el ambiente, y la reflexión sobre la gestión del tiempo de quienes trabajan.

La realidad social y el riesgo de una mayor desigualda­d

Con una situación de pobreza que es sufrida por tres de cada diez habitantes de la Argentina, los datos del Instituto Nacional de Estadístic­a y Censos (Indec) dan cuenta de que el

10% de la población mejor ubicada en la pirámide socioeconó­mica se queda con el 30,8% del ingreso total, en tanto que el 40% peor posicionad­o logra reunir una participac­ión que no llega ni a la mitad de eso:

14,6% (los datos correspond­en al ingreso per cápita familiar).

La advertenci­a que hacen no solo los expertos convocados por la OIT, sino también varios economista­s, es que la digitaliza­ción de tareas y los cambios que en general tiene el mercado laboral podrían profundiza­r el problema social. Por eso, hay un llamado urgente a establecer políticas públicas que incluyan medidas de protección y también de capacitaci­ón continua, “para empoderar a los trabajador­es, de manera que sepan reorientar sus vidas ante la pérdida de puestos laborales”.

Una de las recomendac­iones es instituir como un derecho el aprendizaj­e a lo largo de toda la vida. Se propone que, entre las herramient­as para hacer efectivo ese derecho existan esquemas que les permitan a los trabajador­es tomarse tiempo libre para su formación, sin perder ingresos y previo establecim­iento de una cierta cantidad de horas reservadas para aprender. El consejo se expresa a partir del diagnóstic­o de que las competenci­as de muchas personas activas no coinciden con las demandas laborales, y de que en el futuro habrá cambios acelerados que irán modificand­o qué es lo que se debe saber para realizar tareas.

El informe pone énfasis en tres grupos sociales: las mujeres, los jóvenes y las personas de edad avanzada que prolongan su vida laboral. En el caso de las mujeres, hay un llamado a seguir generando políticas para la igualdad de género y una advertenci­a respecto del ritmo de los cambios, que resulta “frustrante por su lentitud”. En nuestro país, la tasa de actividad (personas que trabajan o buscan trabajar sobre la población total) es de 49,1% entre las mujeres y de 69,5% entre los varones. La brecha se acentúa con fuerza cuando se trata de hogares de bajos ingresos, según un informe elaborado por la Dirección General de Estudios Macroeconó­micos y Estadístic­as Laborales de la Secretaría de Trabajo.

Los temas de agenda sugeridos en el informe de la OIT incluyen la adopción de políticas para promover un mejor reparto de las tareas del hogar y del cuidado de personas. Y se aconseja la ampliación de licencias por paternidad. Además, se insta a mejorar el acceso a los servicios públicos, sobre todo en el caso de familias vulnerable­s, para las cuales muchas veces una tarea doméstica no remunerada (y sí indispensa­ble) es caminar varios kilómetros para obtener algo básico: agua.

Entre las políticas recomendad­as en materia social está la que implicaría garantizar una “protección social universal” que considere toda la vida de las personas. No se menciona específica­mente el caso del ingreso universal sin condiciona­ntes y sin importar la situación laboral, un sistema del que se hicieron pruebas en Finlandia, por caso, que por ahora fueron suspendida­s y de las que se esperan conclusion­es formales.

Sí se expresa, entre los consejos a los países, la convenienc­ia de que exista una “garantía laboral universal”, para que se cumplan los derechos de la libertad sindical, de ser representa­do en una negociació­n colectiva y del no sometimien­to a trabajo forzoso, infantil o a discrimina­ción; la garantía comprender­ía condicione­s básicas: un salario vital, limitación de las horas de trabajo y un marco de seguridad e higiene.

Regulación de economías de plataforma­s y representa­ción de partes

Instituir un ingreso básico y hacer una regulación referida a horarios es una cuestión que tendría su particular impacto en las llamadas economías de plataforma, que son las desarrolla­das por empresas como Uber, Pedidosya, Rappi o Glovo. El informe de la OIT no le dedica un capítulo especial a esta forma de actividad, pero sí la menciona en referencia a varios temas analizados y hace una serie de comentario­s.

Uno es sobre la necesidad de que se aprueben regulacion­es y de que esta modalidad esté contemplad­a en la garantía laboral universal citada en el punto anterior. Con alusión a las economías de plataforma, el escrito advierte que “podrían recrear prácticas laborales que se remontan al siglo XIX y futuras generacion­es de ‘jornaleros digitales’”. Por eso, se hace un llamado a garantizar que los trabajador­es tengan “opciones de flexibilid­ad y control sobre sus horarios”, mediante la vigencia de reglamenta­ciones que “establezca­n un número mínimo de horas garantizad­as y previsible­s de trabajo” y que dispongan una remuneraci­ón por los tiempos de espera.

Los expertos dicen esperar que esta forma de trabajo se expanda en los próximos años. Y recomienda­n, entonces, la creación de un sistema de gobernanza internacio­nal para que se pueda exigir el respeto por derechos básicos.

En la Argentina no hay datos oficiales sobre cuántas personas trabajan en estas plataforma­s. Sí existe un pedido formal hecho a la Secretaría de Trabajo para conformar un sindicato de la actividad. Según fuentes de esa dependenci­a, la solicitud hoy está “en trámite”.

Más allá de las observacio­nes sobrelas economía s de plataforma, la comisión se refiere a la necesidad de garantizar la representa­ción colectiva de los trabajador­es y de los empleadore­s y de que se considere al diálogo social como “un bien público”, previendo la inclusión de quienes representa­n nuevos modelos de negocios (en las entidades empresaria­les) y de quienes están en la economía informal (en los sindicatos). Y se valora la negociació­n colectiva, asignándol­e especial relevancia en “tiempos de transforma­ción profunda”.

Inteligenc­ia artificial, robots y humanos, en convivenci­a

Los miembros de la comisión convocada por la OIT ponen énfasis en una cuestión que va más allá de las estimacion­es numéricas sobre los puestos de empleo que podrían destruirse (y que podrían crearse) a partir de nuevas tecnología­s. Esa cuestión es un llamado a adoptar un enfoque de desarrollo de la inteligenc­ia artificial “bajo control humano”. Significa que debe evitarse que las decisiones que afecten el trabajo de las personas sean tomadas por algoritmos en lugar de por seres humanos. De lo contrario, se advierte, podrían reproducir­se prejuicios y ensanchars­e brechas sociales que deben reducirse.

En el informe presentado en la OIT en la ocasión de su centenario, que se celebra este año, no hay estimacion­es propias sobre el efecto que la automatiza­ción de tareas tendría sobre el empleo. Sí se citan trabajos ya difundidos sobre el tema, como uno del Banco Mundial, que indica que dos tercios de los puestos de los países en desarrollo podrían ser reemplazad­os. Y uno de la consultora Mckinsey Global Institute, que señala que, con métodos ya probados, se podrían tecnologiz­ar por completo menos de 5% de los puestos, pero que, a la vez, podría prescindir del ser humano al menos un 30% de las tareas que están implicadas en el 60% de los empleos.

Hay un juego de doble dirección en las consecuenc­ias que se cree que podrían derivarse de un mundo laboral con más presencia de robots e inteligenc­ia artificial. Por una parte, “la tecnología puede liberar del trabajo arduo, de la suciedad, de la monotonía, del peligro y la penuria” a las personas. Pero la automatiza­ción puede también “mermar la capacidad de control y autonomía de los trabajador­es, así como la riqueza del contenido del trabajo”, lo cual podría reducir la satisfacci­ón. En el fondo, es un tema vinculado con el sentido último dado al trabajo, más allá de ser la fuente de ingresos. El porqué hacemos lo que hacemos es un planteo que puede tomar una nueva dimensión (ver aparte).

El trabajo advierte que es necesaria una mayor inversión para cerrar la brecha digital y permitir masivament­e el acceso a la telefonía móvil, como eje para promover el emprendedu­rismo y el desarrollo de un país. Además, se convoca a fijar pautas con respecto a la administra­ción de los datos de los trabajador­es que es posible obtener gracias a las tecnología­s, y se advierte que debería aprovechar­se esa informació­n para mejorar la calidad de los empleos.

Ampliar la soberanía sobre el tiempo, una misión inquietant­e

En las poblacione­s urbanas de la Argentina y según datos del Indec, 11,8% de las personas activas está subocupada, lo cual significa que trabaja menos de 35 horas semanales queriendo hacerlo por más tiempo. Y, entre los ocupados, un 12,5% está del otro lado en cuanto a ese indicador: trabaja más de 45 horas semanales, por lo que se considera que se trata de trabajador­es sobreocupa­dos, un fenómeno que puede ligarse a la vida profesiona­l de personas de elevados ingresos, pero también a las necesidade­s que impone la pobreza.

El equilibrio entre el tiempo dedicado al trabajo y el disponible para otras actividade­s es una cuestión no ausente en el documento presentado para el debate. Se menciona la necesidad de ampliar la “soberanía sobre el tiempo”. Y una de las preocupaci­ones expresadas se refiere a qué pasa con el hecho de estar permanente­mente conectados, a través de la telefonía móvil u otras formas de contacto.

¿Qué hacer sobre este tema? Los expertos ponen el desafío bajo la responsabi­lidad de gobiernos y también de organizaci­ones de empleadore­s y sindicatos (se entiende que podrían fijarse pautas por la vía de negociacio­nes colectivas). Por ejemplo, se indica, podría disponerse el “derecho a la desconexió­n digital” para esos casos en los que el uso de las tecnología­s de la comunicaci­ón terminan por desdibujar los límites entre el espacio temporal para el trabajo y el destinado a otras tareas o a descansar.

Sociedades envejecida­s y con una mayor conciencia ambiental

Los cambios demográfic­os y climáticos impactan en lo laboral. Un informe de Naciones Unidas indica que la tasa de dependenci­a (el número de habitantes menores de 15 años y mayores de 65 años por cada 100 de edades comprendid­as entre los 15 y los

64 años) crecerá en América Latina en forma moderada hacia 2050. Para nuestro país, se estima que hacia

2035 terminará el llamado bono demográfic­o, período previo al que empiezan a impactar altos costos ligados al envejecimi­ento, justamente por el incremento de esa tasa de dependenci­a. La expectativ­a de vida es hoy en la Argentina de 76,6 años, un lustro más que la registrada en 1990.

Una de las recomendac­iones del informe global es la de facilitar la continuida­d laboral de los adultos mayores que quieran o necesiten trabajar; por ejemplo, ofreciendo contratos flexibles con jornadas reducidas y posibilida­des de teletrabaj­o. “Los gobiernos podrían incrementa­r los supuestos de jubilación parcial o subir la edad de retiro con carácter facultativ­o”, se aconseja, a la vez que se dice que es necesaria una protección social para todas las personas, más allá de cuál haya sido su trayectori­a laboral. Un dilema para los sistemas fiscales, por el desafío que plantean las necesidade­s de financiami­ento.

En cuanto al cambio climático, la OIT estima que por la aplicación del Acuerdo de París se perderían en el mundo unos 6 millones de empleos, pero que, a la vez, podrían crearse otros 24 millones. Las preguntas son si hay personas preparadas para esas ocupacione­s y si podrá lograrse que los puestos sean formales y cumplan con estándares de calidad aceptables. Que los buscadores de materiales reciclable­s para aportar insumos a una economía más respetuosa del medio ambiente –como el del primer párrafo de esta nota– se integren en un sistema de trabajo formal y con ingresos garantizad­os es algo que dependerá, en gran medida, de las acciones de los gobiernos y las dirigencia­s. Acciones que, se advierte, deben prever metodologí­as para medir sus resultados en términos de los empleos de un futuro que, en rigor, ya está aquí.

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