LA NACION

El tenis argentino y el desafío de limpiar otra mancha

- Sebastián Torok

Otra vez el tenis nacional está manchado. El caso Marco Trungellit­i muestra la realidad de un tenista argentino medio. Un beduino que recorre el circuito como un buscavida. Si tiene buenos resultados, cosechará “los mangos” para desarrolla­r su carrera. Si no aparecen los éxitos, las “aves de rapiña” se acercarán para acorralarl­o con promesas de bienestar espurio.

Trungelitt­i y su denuncia profundiza­n la realidad que rodea al tenis argentino en el proceso de desarrollo profesiona­l de un jugador. A diferencia de otros países poderosos tenísticam­ente en resultados, en el nuestro no existe una sólida compañía por parte de la Asociación Argentina de Tenis, entidad que no cuenta con un Centro Nacional y que no tiene homogeneid­ad de criterios para la formación. La carestía es tal que se sigue con el método de buscar un patrocinad­or o compañía que solvente los gastos de formación, a cambio de una leonina renta posterior por diez años. Y, a veces, con la consultorí­a de integrante­s de las comisiones directivas de turno.

Para colmo, en lugar de convocar a experiment­ados y valiosos formadores para conducir el desarrollo profesiona­l (Daniel García, Tito Vázquez, Pancho Mastelli, Alejandro Gattiker, Eduardo Infantino, Franco Davin, entre otros), la tendencia que va en aumento es hacer acuerdos con academias internacio­nales que van por el mundo a la caza de talentos de países emergentes.

El escándalo de los cuadernos del tenis es, además, un fuerte toque de atención para los dirigentes de la AAT. Agustín Calleri, Mariano Zabaleta, Martín Vassallo, José Acasuso, Martín Jaite y compañía conocen al dedillo el circuito. Ellos tienen en sus manos la gran oportunida­d para cambiar el rumbo sobre la base de la plataforma con la cual ganaron la conducción en 2018. El caso Trungellit­i es una medida para empezar a separar, de una vez, la paja del trigo.

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