LA NACION

La intimidad del Sub 20: así vive su sueño la selección que se erigió en candidata

Los roles de los protagonis­tas de un plantel argentino unido, que hoy buscará coronarse campeón del Sudamerica­no de Chile

- Alberto Cantore

RANCAGUA, Chile.– El cerro San Juan recorre el perímetro de Machalí y es todo lo que resalta al levantar la mirada. En su falda se alza el búnker de la Argentina: un pequeño hotel, de dos bloques, donde cada construcci­ón no supera los dos pisos de altura. Son 60 habitacion­es, de las cuales 36 fueron tomadas por la selección que intentará hoy, desde las 22.10, con los boletos al Mundial de Polonia y los Juegos Panamerica­nos de Lima asegurados, cerrar la participac­ión en el hexagonal final con el título de campeón Sudamerica­no Sub 20.

La Argentina hizo de Machalí un espacio exclusivo. Solo viajó a la ciudad los días de los partidos en el estadio el Teniente, el coqueto reducto de O’higgins. Se entrenó en el complejo Tunga9,d el ex delantero chileno Aníbalgonz­ález;solo su primera práctica la desarrolló en el estadio Municipal Julio martín ez. puertas adentro del hotel Piedra Verde se escribió la historia íntima del grupo de 23 jugadores que dirige el cuerpo técnico que encabeza Fernando Batista, junto el médico, el fisioterap­euta, utileros, dirigentes... Las visitas destacadas de Lionel Scaloni, DT de la selección mayor –junto con su ayudante Walter Samuel– y la de Claudio Tapia –el presidente de la AFA viajó para presenciar el tramo final del certamen–, dos presencias que enseñan apoyo al nuevo plan. Pero fue la de los familiares de los juveniles la que siempre acompañó el recorrido. Padres, madres, hermanos, novias, esposas… se ofrecieron como sostén anímico cuando la travesía se hizo cuesta arriba. Los días de partidos, el administra­tivo Mariano Cabellón tenía los talonarios con las entradas para que cada familiar o amigo alentara en el estadio el Teniente.

Como en todos los grupos de juveniles, la música es infaltable. Thiago Almada, el más joven, con 17 años, fue el encargado de marcar el ritmo. La cumbia nunca dejó de sonar, mucho menos tras la clasificac­ión con Uruguay. Entre las preferenci­as, “Damas Gratis” lideró la playlist. A la hora de los juegos, en la Playstatio­n el mando se lo compartier­on Francesco Lo Celso y Facundo Colidio; un tercero que porfió por imponerse fue Leonardo Balerdi, desafectad­o, luego del golpe del uruguayo Zalazar que le provocó una lesión interna en los labios y un corte en la encía. El Ludo o Parchis fue otro juego que tuvo sus adeptos, y ahí el pulso lo marcó Manuel Roffo. El ping pong, en sus dos versiones –la tradiciona­l y también una mini– hizo furor y facundo medina se posesionab­a en cada desafío: discutió cada pelota dudosa, mientras Ju liánÁlvare­z se divertía con los enojos del zaguero de Talleres, pero que hizo inferiores en River. Entre los que más demoraban en levantarse de la cama apareciero­n Maximilian­o Romero, Adolfo Gaich y Gonzalo Maroni, mientras que Facundo Mura y Jerónimo Pourtau nunca se saltearon el desayuno. “Son productos de la escuela Estudiante­s”, aportaron desde la delegación.

Las habitacion­es de las reuniones o las partidas de Playstatio­n fueron las de Santiago Sosa y Gaich y como “los más cargosos” fueron apuntados Medina y Maroni. Se comprobó en una tarea de relajación que se hizo en la pileta, el día después de superar 3-0 a Venezuela: Maroni, sobre los hombros de Gaich, y Álvarez, sostenido por Medina, se entretuvie­ron en una pelea de “caballitos y jinetes”.

Cumplir simples reglas de convivenci­a, rutinas, una exigencia para jugar un torneo extenuante, donde los partidos se desarrolla­ron cada 48 o 72 horas. “Se priorizó el descanso, por eso hubo jornadas en que el desayuno fue opcional. Cuando se achicó o alargó el horario debido a un partido, lo que se ajustó fue la merienda. Hay veces que se adelantó el almuerzo y sacamos el desayuno. Con Venezuela –el partido finalizó a la medianoche– se comió pizza como ingesta inmediata y al llegar al hotel cada jugador tuvo una vianda de un churrasco, ensalada y una fruta”, le comenta el preparador físico Cristian Palandella a la nacion, mientras recibe informació­n detallada de Nebio Merola, al analista de videos.

El menú se siguió según las indicacion­es de los nutricioni­stas de la AFA: pasta (hidratos), carnes blancas, verduras, frutas, frutas secas y mucho líquido. El doctor Fernando Rudi era quien días tras días dejó los horarios delas comida sal chef Andrés Pino, encargadod­ela elaboració­n de los platos. Anteanoche, la delegación salió por primera vez a comer afuera: el Mini Restaurant­e fue el lugar elegido.

La recuperaci­ón resultó un factor determinan­te. Manejar las cargas en los entrenamie­ntos y la tarea del fisioterap­euta Claudio Farina, la combinació­n para que las lesiones no fueran un obstáculo. “En el post partido nos dividíamos: los que sumaron más minutos hacían tareas de recuperaci­ón y juegos –principalm­ente fútbol-tenis–, aunque para dosificar había que ponerlos de a cuatro por equipo. Son competitiv­os y si los dejas mano a mano se pasan de revolucion­es. El resto ensayaba ronda de pases, definición y fútbol reducido”, aporta Palandella.

“La mayoría de los jugadores ya está acostumbra­do al hielo, porque son parte de los planteles profesiona­les. Hicimos solo frío, no se hizo contraste, por una cuestión de logística. Estaban entre cinco y ocho minutos en las piletas y se utiliza como analgésico y antiinflam­atorio inmediato”, dice Farina, que lleva 13 años en seleccione­s. Cada pileta, la AFA trasladó dos, utilizó 120 kilos de hielo por sesión.

Los primeros en llegar a los lugares de entrenamie­ntos y a los estadios siempre fueron los utileros Gonzalo Guzmán y Damián Simonelli. Viajaban una hora antes a las prácticas y con tres de antelación arribaban a la cancha los días de los partidos. Cargan

12 baúles de 35 kilos cada uno. La utilería, ese lugar sagrado en el que los juveniles se juntaban a tomar mate, charlar, escuchar música, trasladó desde el predio de la AFA 65 bolsones con ocho juegos de camisetas; un promedio de cuatro pares de botines y zapatillas por cada futbolista; 20 pelotas; conos, tortugas, vallas, muñecos inflables para los arqueros…

La aventura del Sudamerica­no Sub

20 tiene su última parada. Los juveniles atesorarán por siempre la experienci­a de defender la camiseta de la selección, las horas compartida­s, las risas, los chistes, algún llanto. Y también el deseo de sumarle un nuevo título a la selección.

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Jerónimo Pourtau, arquero de Estudiante­s, hace la selfie grupal de una selección unida

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