LA NACION

Carlos belloso. “No manejo autos, nada que tenga motor”

- Por Alejandro Rapetti

—¿A la hora de salir de viaje, planificás mucho o improvisás? —Trato de planificar todo lo que pueda, pero obviamente en el transcurso del viaje improviso o cambio de planes. Trato de no atarme, de no estar programado a hacer algo sí o sí. —¿Cómo te comportás en los aviones?

—Trato de ser cordial porque soy una persona pública. Al mismo tiempo, trato de pasar inadvertid­o porque, con justa razón, algunos me agarran, me hablan de mi trabajo, me reconocen por algún personaje y quizás en ese momento no tengo muchas ganas de hablar. Trato de no despachar nada, voy con equipaje liviano. —¿Cuándo manejás, te orientás fácilmente o necesitás de un GPS? —No manejo autos, nada que tenga motor, solamente bicicleta, que tiene la ventaja de ser un artefacto con el que te llevás a vos mismo. Me gusta la idea de llevarme a mí mismo a todos lados. Sobre el GPS, como decía Borges: “¿No prefiere que subamos por la escalera, que ya está totalmente inventada?” Prefiero orientarme por la intuición. Igualmente uso Google Maps o algo que tenga que ver con el terreno porque es mucho más fácil. —¿Cuál es su playa favorita? —No me gusta mucho la playa, cualquiera puede ser buena para mí porque no es mi fuerte. No recuerdo playas acá en la Argentina que uno diga… ¡tremenda playa! Sí recuerdo una en Uruguay, Cabo Polonio, donde la pasé muy bien porque era muy amigable. Fui hace tiempo, cuando no había nada. Hice una especie de parador en la playa con escenario y lo llamé Capitanes de la arena.

—¿El mejor viaje de tu vida? —Cuando fui por primera vez a Barcelona en un viaje de trabajo y también de placer. Fui a hacer una obra de teatro y cuando terminé me quedé por dos meses. Me encantó la ciudad y desde allí pude ir a otros lados de España porque estaba muy libre y tenía mucho tiempo. También pude visitar el país Vasco, donde nació mi abuelo, y al final de ese recorrido produje mi propio unipersona­l, Dr. Peuser, en Poble Sec (Pueblo Seco), el barrio donde nació Joan Manuel Serrat. Lo produje solo: alquilé el lugar, convoqué a la gente y vendí entradas anticipada­s. Si el dólar ayudara volvería varias veces a Barcelona. —¿Y algún viaje que te hayas puesto de muy mal humor? —Siempre trato de pasarla muy bien y las dificultad­es que encuentro las tomo como parte del mismo viaje, reciclo eso que me está pasando malo como una experienci­a valiosa. Igualmente, aquel viaje de Barcelona no terminó muy bien porque cuando llegué a Ezeiza la valija había desapareci­do. Me la devolviero­n unos días después con una falta de cosas importante y eso me puso muy de mal humor.

—¿Qué es lo que más disfrutás al estar de viaje?

—Si es por Europa o un destino lejano disfruto de tomar no solamente la experienci­a del viaje, sino de vivir la historia desde un lugar de experiment­ación, como un campo de prueba. Me acuerdo en España, donde pude conectar ciertas cuestiones históricas con mi vida, unirlo en un solo paso. Por ejemplo, visitar la casa de Joan Manuel Serrat y trabajar en el mismo lugar donde él vivió la mayor parte de su vida; o estar cerca de un teatro en Praga donde se estrenó Don Juan, de Mozart, y vivir ese lugar como si realmente estuviera Mozart dando vueltas por allí y en un momento nuestras almas se chocaran en el futuro y en el pasado. O ver cuadros de Velázquez y ubicarme en la misma situación en la que él estaba mientras lo pintaba. Cosas así. —¿Temporada alta o baja? —No me fijo. Es probable que en temporada baja me cueste menos el pasaje, pero por lo general voy cuando se me ocurre, y si puedo ahorrar unos pesos mejor, pero no me fijo mucho. Me da lo mismo en términos de si hace frío o hace calor. Tienen algo de bueno las dos cosas. —¿Cuál es la mayor maravilla que hayas conocido? —La mejor fue conocer Český Krumlov, una ciudad realmente de cuento en la República Checa. La viví muy bien, hacía un día espectacul­ar y se dio todo para disfrutarl­a. Tiene un monasterio, un museo de muñecos de títeres increíble, y restaurant­es fabulosos donde comí un guiso adentro de una hogaza de pan con una cerveza checa que no me olvido más. Además la gente es muy amable, son muchas maravillas dentro de una maravilla. para más datos

En enero se sumó a “¿Que hacemos con Walter?”, dirigida por Juan José Campanella, en el Multiteatr­o. A su vez, acaba de finalizar el rodaje de la nueva película de Sebastián Borensztei­n basada en la novela de Eduardo Sacheri, “La noche de la usina”, junto a Ricardo Darín, Chino Darín, Luis Brandoni y Verónica Llinás.

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