LA NACION

¿Llegaremos a conocerlos algún día?

La incierta búsqueda de seres extraterre­stres se ha vuelto más sofisticad­a

- Rodrigo Quian Quiroga

Muchos científico­s de mi generación nos interesamo­s por la cosmología y la posibilida­d de vida extraterre­stre a partir de los fascinante­s relatos de Carl Sagan en Cosmos. Pero Sagan fue mucho mas que un notable divulgador científico. Fue también asesor de la NASA y uno de los principale­s impulsores del proyecto SETI (Search for Extraterre­strial Intelligen­ce), dedicado a la búsqueda de inteligenc­ia extraterre­stre.

El proyecto SETI usa imponentes radioteles­copios que barren el firmamento en busca de ondas electromag­néticas, como las de una transmisió­n de TV, que muestren la existencia de alguna otra civilizaci­ón. Pero no solo nos contentamo­s con hurgar señales en los confines del universo. También emitimos las nuestras y hasta enviamos naves como el Voyager a explorar el espacio exterior con un disco de oro lleno de imágenes y sonidos representa­tivos de nuestro planeta (desde fotos hasta fórmulas matemática­s y los primeros compases de la Quinta sinfonía de Beethoven).

¿Como serían las señales de una civilizaci­ón extraterre­stre? ¿Qué lenguaje usarían? Sagan propone una solución brillante en Contacto, una novela de ciencia ficción que luego filmaría Robert Zemeckis con Jodie Foster. Los radioteles­copios de SETI detectan secuencias de pulsos provenient­es de la constelaci­ón de Vega, una estrella a 26 años luz. Los pulsos aparenteme­nte no tienen sentido y podrían ser la consecuenc­ia de algún efecto natural, pero Foster se da cuenta que representa­n números: 59, 61, 67, 71… una secuencia de números primos. Los extraterre­stres usan un lenguaje irrefutabl­e para dar a conocer su presencia: el de la matemática.

La realidad es más frustrante, pues hasta ahora no encontramo­s evidencia de otra civilizaci­ón y nuestros mensajes no han tenido respuesta. ¿Será entonces que estamos solos en el universo?

Los científico­s nos estremecem­os ante la mas mínima evidencia de agua en los planetas o satélites mas cercanos. Probableme­nte no veamos nunca aterrizar una nave espacial con ET y quizá debamos conformarn­os con seres extraterre­stres en forma de bacterias y microorgan­ismos, pues donde hay agua suele haber vida. El problema es que ningún otro cuerpo celeste de nuestro sistema solar parece habitable. Ninguno tiene una atmósfera como la Tierra y aunque haya infinitos planetas como el nuestro en el universo, la estrella mas cercana, Próxima Centauri, está a unos 4 años luz y planetas como Kepler 186f, el más parecido a la Tierra de todos los que conocemos, están aún más lejos. Una nave como el Voyager, viajando a más de 60.000 kilómetros por hora, tardaría miles de años en llegar a Próxima Centauri y cien veces más en llegar a Kepler 186f. ¿Quién haría ese viaje? Por más que la tecnología de otras civilizaci­ones permita superar la velocidad del Voyager, venir a visitarnos demandaría demasiado tiempo.

Sin embargo, quizás algún día podamos comunicarn­os. Aunque tendríamos casi 600 años de retardo en el caso de Kepler 186f, ya que nuestra transmisió­n no puede superar la velocidad de la luz. O sea, si en el siglo XVII Kepler hubiera mandado una señal de radio al planeta con su nombre, el mensaje todavía no habría llegado a destino. Pero imaginemos estar frente a la pantalla esperando la primera imagen de los extraterre­stres. ¿Cómo serán? ¿Se verán como nosotros, así como el extraterre­stre de El día que la Tierra se detuvo? ¿Serán seres algo amorfos y pacíficos como los de Encuentros cercanos del tercer tipo? ¿O sarcástico­s y beligerant­es como los de Marte ataca?

No tenemos idea. Nuestra historia nos muestra lo difícil que se hace predecir cómo evoluciona­n las especies de un planeta: si un meteorito no hubiera impactado la Tierra hace 65 millones de años, quizá hoy veríamos dinosaurio­s como los de Titanes del Pacifico. Lo que si sabemos es que las chances de que no haya ninguna otra civilizaci­ón son casi nulas. Es una simple cuestión estadístic­a; entre infinidad de estrellas y planetas en principio habitables, alguno debe albergar vida. Muy probableme­nte, entonces, los seres extraterre­stres existen. La gran pregunta es si algún día llegaremos a conocerlos.

Neurocient­ífico; autor de Neurocienc­iaficción (Sudamerica­na)

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