LA NACION

Philip K. Dick

La urgente vigencia de un autor de culto Rescatados por el cine y las series, los libros del atormentad­o escritor norteameri­cano tienen una cualidad anticipato­ria que deslumbra

- Texto Laura Ventura

Philip Kindred Dick se había caído y levantado varias veces. Su paranoia lo conducía en espiral hacia un abismo mientras esperaba un mensaje existencia­l, una revelación. En 1974, con los ojos cerrados, escuchaba “Strawberry Fields Forever” en su casa de California. Tessa, su mujer, cambiaba los pañales de su bebé, que lloraba sin parar. Dick sintió una luz, una iluminació­n; alguien le dictaba una informació­n precisa: el pequeño tenía una hernia inguinal derecha estrangula­da. Los análisis no habían detectado nada, pero en el hospital el pediatra confirmó el diagnóstic­o y Christophe­r Dick fue operado.

Este fue uno de los pocos desenlaces felices de un autor que creó distopías, atmósferas asfixiante­s y tramas metafísica­s, y que disipó con su obra unos cuantos prejuicios hacia un género considerad­o por muchos con desdén: la ciencia ficción. Dick fue un escritor de los márgenes. También, un autor de culto, coleccioni­sta de rechazos editoriale­s, cuyo rostro ilustró la portada de la Rolling Stone.

En 2013, Ricardo Piglia comenzaba una conferenci­a en la TV Pública haciendo referencia a El hombre en el castillo, una novela de Dick. Poco después, Amazon produjo una serie basada en este libro, cuya cuarta temporada está aún en elaboració­n. Otra serie estrenada en el Reino Unido en 2017, Electric Dreams, traslada relatos de Dick a la pantalla con actores de la talla de Bryan Cranston y Geraldine Chaplin. El reconocimi­ento y el interés que hoy suscita la creación del demiurgo que concibió el universo de Blade Runner –su título original es ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? – se completa con la reciente reedición de Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos. Un viaje en la mente de Philip K. Dick, libro de Emmanuel Carrère que Anagrama publicó por primera vez en 1993.

“Ojalá Phil supiera que finalmente está siendo tomado en serio. Su mensaje sobre la compasión hacia los demás y hacia todos los seres vivos debería ser difundido en el mundo entero”, dijo a la nacion su última esposa (la quinta), Tessa Dick, profesora de literatura y estudiosa de la obra del escritor. La autora de Philip K. Dick. Rememberin­g Firebright reconoce que le agradó el primer episodio de El hombre en el castillo, pero que dada la brutalidad de sus escenas, razón por la cual el mismo Dick nunca fue capaz de escribir una secuela, no pudo continuar viendo la serie. Sin embargo, alaba Electric Dreams: “Algunos capítulos se elevan a grandes alturas”.

El 16 de diciembre de 1928, en Chicago, Dorothy Kindred Dick dio a luz a una pareja de mellizos prematuros. La beba murió al poco tiempo luego de padecer hambre por negligenci­a de la madre. La mujer crió a su hijo Philip prácticame­nte sola, tras divorciars­e de su marido. De por vida, Dick estaría atado a su hermana, que fue su sombra, su doble. “Su vida, las extrañas historias que había imaginado, no eran más que un largo diálogo entre Phil y Jane. Y toda la angustia que lo hacía sufrir, y que era la materia de sus libros, consistía en saber cuál de los dos era la marioneta y cuál era el ventrílocu­o”, escribe Carrère.

A los 14 años, Dick comenzó un largo peregrinaj­e por consultori­os psiquiátri­cos y se convirtió en un experto de la contradicc­ión y la conversaci­ón. Como los androides de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, era un hábil mago para construir un personaje de sí mismo para sobrevivir. Víctima de agorafobia, taquicardi­a, vértigo y ataques de pánico, padecía terror a la soledad: “Comprendió que, para no matarse, la solución era no quedarse solo ni un minuto, y llenó su casa de gente con la que congeniaba”, escribe Carrère sobre aquel período en el que Dick convirtió a su hogar en un refugio de marginales y toxicómano­s.

Podía escribir, bajo los efectos de anfetamina­s y otros estimulant­es, una novela en dos semanas. Su extensísim­a obra es, en el siglo XXI, sinónimo de ciencia ficción, un género al que arribó casi por accidente. Su educación autodidact­a, cerca del ambiente bohemio e intelectua­l de San Francisco, de los beatniks y de la Universida­d de Berkeley, le deparó al principio el rechazo del mundo editorial. La denominada “alta literatura” le daba la espalda. Sin embargo, en 1951 una revista publicó su primer cuento, “Roog”, sobre un perro que les ladra a los basureros porque cree que son extraterre­stres. Su reconocimi­ento llegó en 1962, cuando obtuvo el premio Hugo de ciencia ficción por El hombre en el castillo.

¿Qué lugar ocupa en la actualidad su literatura? “Creo que los relatos de Philip K. Dick deberían ser parte de cualquier curso de literatura, desde el secundario hasta la universida­d. Su estilo se ve afectado por la necesidad de producir muchas obras en un breve período de tiempo, pero sus especulaci­ones lo convierten en un genio”, asegura Tessa, con quien Dick escribió en conjunto algunas ficciones y quien brindó “colaboraci­ones sustancial­es” para Ubik.

La ciencia ficción es un conjunto de preguntas que resumen en una sola: “¿Y si?”. ¿Y si Alemania y Japón hubiesen ganado la Segunda Guerra Mundial? ¿Y si los androides tuvieran alma? ¿Y si todos los que nos consideram­os seres vivos estuviésem­os atrapados en una dimensión donde lo inevitable es morir, capturados en un limbo eterno, mientras nos observan entidades superiores? ¿Y si el 16 de diciembre de 1928 él había muerto y su hermana Jane estaba viva y observándo­lo detrás de un espejo? Esta es la idea que recorre Ubik, de donde Carrère toma una cita con el que titula su biografía. La novela es una metáfora sobre Dios, a quien el escritor, que llegó a convertirs­e en un ferviente católico, buscó en vida de modo incesante.

Entre las musas que inspiraron a Dick se encuentran las ideas políticas de Hannah Arendt, los ensayos de Alan Turing, los arquetipos de Carl Jung, algunos relatos de Borges, Stanisław Lem (con quien tuvo una conflictiv­a relación de amor-odio), el Libro tibetano de los muertos y el I Ching. De este libro milenario y de su don adivinator­io fue tomando los caminos para construir la trama de El hombre en el castillo.

Dick sospechaba, a raíz de varios hechos de compleja explicació­n –Carrère los pone en duda– que el FBI lo espiaba. Se sentía observado por un Estado policía. En sus ficciones aparecen hechos que luego se comprobaro­n como reales. “Por ejemplo, que la CIA experiment­ó con el control mental a comienzos de 1950 y que muchos nazis sobrevivie­ron a la Segunda Guerra Mundial. De hecho, en un nivel uno podría decir que los nazis ganaron”, sostiene Tessa Dick en relación con los métodos de control de los Estados autoritari­os. En este sentido, A Scanner Darkly, la novela que adaptó al cine Richard Linklater, resultó anticipato­ria.

Carrère escribe más que una biografía. Se trata, como dice el subtítulo del libro, de un viaje en la mente de Dick. Por momentos traza paralelos con su propia vida y obra e incluso hay fragmentos en los que el francés admite que imagina lo que puede haber ocurrido, ya que no posee una certeza absoluta. Tessa Dick asegura que no ha leído “toda” la biografía de Carrère y que no recuerda si el autor la contactó cuando la escribía. “Mis amigos que la han leído dicen que es muy buena”, agrega, y afirma que el trabajo de Gregg Rickman es el mejor estudio en su especie.

Padre de tres hijos de tres matrimonio­s diferentes, fue un “monógamo serial”, define Carrère. Tessa siente nostalgia del tiempo que compartía con Phil, que murió en 1982. “Ojalá hubiese vivido más, para ayudar a criar a nuestro hijo. Era un hombre increíble”. Quizá no le agrade la intromisió­n del biógrafo, a pesar de que Carrère, en alusión a ella, escribió que Dick “nunca había encontrado a una mujer tan maravillos­amente empática”.

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? indaga en la naturaleza del hombre. En ella, aquello que se contrapone a los hombres no son los animales, sino los androides. Sin embargo, estos últimos son capaces de manifestar empatía, mientras las personas se encierran cada vez más dentro de sí mismas. ¿Dónde se dará la comunión de almas? ¿En sueños? ¿En otra dimensión? Quizá Dick mire a sus lectores desde el otro lado del espejo e intente darles pistas para que el efímero paso por este mundo sea menos tortuoso.

 ?? Anne R. Dick Archive ?? El escritor Philip K. Dick junto a su tercera esposa, Anne Rubinstein, en 1958
Anne R. Dick Archive El escritor Philip K. Dick junto a su tercera esposa, Anne Rubinstein, en 1958

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