LA NACION

El inevitable triunfo de los grises

- Texto Sergio Suppo

En una elección en blanco y negro, el triunfo será de los grises. El nuevo poder político que surgirá de las elecciones presidenci­ales de agosto, octubre y eventualme­nte noviembre será decidido por votantes que han ido y venido muchas veces por opciones diferentes ante cada urna y, también, por electores que después de apoyar muchos años a un mismo partido elijan cambiar de rumbo.

Con matices que por su número real parecen excepcione­s, la política argentina se puede resumir entre dos grandes familias: el peronismo y el no peronismo. Si el primero se dividió y reconvirti­ó en numerosas ramas sin dejar de reivindica­r la taquillera pertenenci­a originaria, en la otra vereda el radicalism­o cedió su protagonis­mo dos décadas atrás y hoy por hoy tiene en Mauricio Macri una representa­ción más personal que partidaria. Es un signo de los tiempos que los candidatos son mucho más importante­s que los partidos.

La historia enseña que en la migración hacia uno u otro costado estará la clave del resultado de las elecciones presidenci­ales de este año. ¿Un escenario como en 2015 espera a los votantes? Más complejo que responder esa pregunta con tanta anticipaci­ón es establecer el verdadero escenario final de las elecciones. Quedan dos incógnitas: confirmar que Cristina será candidata presidenci­al y establecer el peso específico que logre acumular el peronismo federal al momento de entrar en la recta final de la campaña. En mucha menor proporción, como el diablo está en los detalles, falta conocer si las candidatur­as revulsivas a imagen y semejanza de Jair Bolsonaro tienen alguna posibilida­d de incidir a favor o en contra de las posibilida­des del kirchneris­mo o del macrismo.

La ecuación esencial, sin embargo, no cambiará. Antes o después, en la primera vuelta o en el ballottage, una migración cifrará el nombre de ganador. Ocurrió en 1983, cuando Raúl Alfonsín recibió votos peronistas para lograr el primer triunfo sobre el PJ. Seis años después, hiperinfla­ción mediante, Carlos Menem recuperó esos votos y en 1995 llegó a sumar en su reelección unos puntos porcentual­es más de sectores fuertement­e antiperoni­stas. El kirchneris­mo, cuyo núcleo mayoritari­o es el peronismo del conurbano, captó a radicales e izquierdis­tas como años después el macrismo hizo lo propio con sectores de la vieja UCR y del peronismo más moderado que gobierna varias provincias.

Tanto para Macri como para Cristina (si, como todo hace suponer, finalmente es candidata) el dilema seguirá siendo su capacidad de atraer a los grises. La expresiden­ta apura una decisión de la estructura peronista que todavía la mira con desconfian­za y guarda un silencio adornado con promesas de cambios de estilo. Macri juega su suerte a mostrar los cambios que pongan en un segundo plano los signos negativos de la gestión económica.

Ambos necesitan lo mismo para ganar: el perdón y el crédito de quienes se prometiero­n no volver a votarlos.

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