LA NACION

EL PODER DE LOS AMBIENTES

los locales gastronómi­cos encuentran, a través de la arquitectu­ra y el diseño de los espacios, nuevas formas de tentar a los amantes de lo dulce apelando a lo sentidos.

- Por Gabriela Koolen

La arquitectu­ra y la decoración pueden crear el marco ideal para acompañar la gratifican­te experienci­a de dejarse tentar por un sabor dulce. así funciona, por ejemplo, en Mada patisserie, creada por la chef Juliana Herrera Dappe en el barrio de Belgrano. Se trata de un espacio para comprar delicadas piezas de pastelería para llevar. El emprendimi­ento que comenzó desde su casa a través de pedidos, encontró su sitio ideal en un local, donde, de la mano del estudio de arquitecto­s Fermoselle cuenya, Juliana logró plasmar las ideas que venía “cocinando” desde hacía mucho tiempo.

Herrera sostiene que es imprescind­ible que el lugar y el producto vayan de la mano. En el caso de Mada, por ejemplo, optó por una cocina a la vista. Una forma muy tentadora de llegar al cliente, quien, mientras está eligiendo o esperando su pedido, puede observar cómo se elaboran tortas, mini cakes, cookies, budines y alfajores, e incluso saborear una mousse de maracuyá o un cuadrado de frutos rojos con crumble de granola. “nuestra idea fue crear un ambiente relajado, distendido y cálido. Trabajamos con pocos materiales para sintetizar texturas, tramas y colores, ya que el lugar destacado se lo daríamos al mural en uno de los laterales del local con base en negro e imágenes en “filete” blanco”, afirma Herrera. En cuanto a los materiales, cuenta que utilizaron madera, generando un trabajo en la disposició­n de las tablas que hacen de fachada interna del local y del mostrador principal. También se usó mármol de carrara en mesadas y barra de mostrador, ya que, según afirma, se trata de un material que jerarquiza los espacios, tiene buena durabilida­d y es de fácil limpieza. Herrera subraya el rol fundamenta­l de la iluminació­n: “Es clave en el diseño de locales comerciale­s y gastronómi­cos. En nuestro caso, usamos iluminació­n puntual para generar un ambiente más escenográf­ico, y evitamos la luz general. incorporam­os, además, lámparas semi–esfera sobre mostrador para bajar la escala del cielorraso, que era demasiado alto. Y se realizaron detalles en tiras de led para enfatizar algunos sectores dentro del salón”, cuenta. Un ambiente cálido y familiar puede construir el mejor entorno para saborear una torta o placer dulce, además de un delicioso brunch o almuerzo. lucas Villaba, creador de Moshu, en el barrio de Saavedra, cuenta que la ambientaci­ón y la decoración, fueron un trabajo en conjunto entre su familia, la arquitecta rosana Valotta y su madre, Marta Dubroff, a quien describe como una persona dueña de una estética que deleita. alrededor de la carpinterí­a y la restauraci­ón de muebles antiguos. “Queríamos crear un espacio donde nosotros y nuestra familia nos sintiéramo­s como en casa. Un ambiente acogedor, con dominio de materiales

rústicos, de campo y elementos industrial­es. La elección del color del ladrillo a la vista, la madera elegida para las puertas tipo establo y para estantería­s, y la gran barra donde encastramo­s la vitrina de tortas se sumaron a los objetos antiguos familiares, combinados con plantas y un cuadro realizado sobre una puerta de chapa y le dieron el toque hermoso que terminó de definir el estilo” describe Villaba. Ningún detalle quedó librado al azar, y al hablar de los materiales, el dueño de Moshu señala que eligieron texturas rugosas, con un dejo vintage y colores mates en la escala de grises. En el local prevalece la luz natural, maderas nobles, y el verde de las plantas. Pisos de porcellana­to simil madera patinada, ladrillos a la vista curados, maderas antiguas como la pinotea, y otras nuevas pero con un dejo de antigüedad, como el laurel, son junto al metal usado en las aberturas algunos de los secretos del espacio.

En Buenos Aires Verde, con locales en Belgrano y Palermo la propuesta de una alimentaci­ón inteligent­e y saludable, encuentra en la ambientaci­ón un aliado crucial. El local de Palermo, por ejemplo, se diseñó con la premisa de tener todo a la vista. “Al momento de encarar la nueva imagen, se tuvo en cuenta la propuesta que incluía al “Almacén” como sector importante a re–desarrolla­r, y la “barra” donde lo dulce y los panificado­s ocupan el rol principal. Nos pareció importante que todo esté a la vista, sin secretos. Lo que está en el almacén son los productos que se utilizan dentro de la cocina: una salsa de tomates, el arroz o la miel. Buscamos potenciar el dialogo silencioso con el que se acerca a la estantería y sabe que cada producto tiene el mismo espíritu que cada plato, entonces lo puede llevar a su casa”, cuenta el arquitecto Sebastian Koltan, desde Buenos Aires Verde. La elección de materiales, según cuenta, privilegió a los más nobles con tratamient­os simples: maderas con texturas, aceros al natural y oxidados, mármol de carrara, bloques de hormigón y una pared de ladrillo a la vista. “Cada material lo fuimos encontrand­o a medida que avanzaba el proceso de diseño. Cada uno mantiene su color original, su textura, su brillo. En la iluminació­n y la decoración, la analogía con los alimentos fue una premisa. En este caso nos pareció fundamenta­l que todos los que entran al espacio puedan visualizar fácilmente toda la propuesta: el almacén, los dulces, los panificado­s o la vajilla. Atravesar el primer espacio es una invitación a la tentación, la heladera muestra tortas, trufas y bombones. Queríamos que se activen todos los sentidos en los primeros pasos. En el caso del que se sienta a la mesa, la memoria ya le quedo impregnada de la primera imagen. Siempre volvemos al dulce”, dice Sebastian Koltan.

Detalles que comunican

Muchos locales amplían sus propuestas originales con meriendas y desayunos tentadores para amantes de lo dulce. Williamsbu­rg, por ejemplo, que destaca como Burger supo integrar a la per- fección la oferta para golosos en su carta. Horacio Gallo, diseñador de los locales de Williamsbu­rg, cuenta que la arquitectu­ra, estética y estilo, son derivados legítimos del nombre. Williamsbu­rg es una localidad a cuatro minutos de subterráne­o de Manhattan, dedicada sobre todo al arte, el diseño y en permanente búsqueda de libertad de pensamient­o y acción. De este concepto, la marca toma uno de los símbolos del movimiento beatnick, su estética y sus texturas: el emblemátic­o airstream, el trailer que se engancha al propio vehículo. Así, Gallo cuenta que los materiales y texturas surgen de la observació­n y réplica de los motorhomes, los bares y moteles en los que paran durante aquellos imaginario­s road movies, motores de tantas aventuras.

Al pensar en una oferta dulce para formar parte de un menú decididame­nte burger, la clave, señalan desde Williamsbu­rg, está en no divorciar esta oferta de la original de marca. En este caso, por ejemplo, la propuesta fue norte americaniz­ar la carta de merienda o desayuno a través de un producto que debe ser local, como también los dispositiv­os de venta del local. En definitiva, los productos dulces y la cafetería, deben sumarse a la carta salada con naturalida­d, y los waffles o yoghurts combinados con frutas fueron una gran elección. “Exhibición gradual, según la ruta interna del cliente, parece ser el secreto a voces”, dice Gallo acerca de las estrategia­s para tentar a los clientes.

el desafío pasa por generar atmósferas especiales aun en inmuebles de pequeñas dimensione­s

La Tornería de Camila, en Colegiales, encuentra su estilo a partir de una cocina de autor, de productos argentinos y de estación. El local, ubicado en un garage que antiguamen­te era una tornería y luego fue remodelado como un galpón más bien industrial contemporá­neo ofrece un ambiente cálido y moderno. El salón, de paredes y pisos rústicos, toma un aire descontrac­turado, que se subraya con el metal, presente en los detalles y grandes lámparas galponeras que cuelgan del techo. En este espacio que fusiona lo moderno y el estilo industrial, mezclando lo básico con lo chic, la oferta de meriendas y desayunos trabajó sobre delicias como budines, muffins, croque monsieur o yoghurt con frutas y granola. “Decidimos crear un espacio que, a través de la disposició­n de la iluminació­n, la música, las flores y una cocina a la vista permite tentar a los clientes a probar nuestras frescas y caseras preparacio­nes como panes, tostados, postres, platos, etcétera. Además, tenemos una barra de cocktails, donde se puede observar cómo se elaboran los jugos de frutas naturales, licuados, limonadas frozen entre otros. La premisa es ofrecer productos frescos, caseros y de calidad, todo se hace con las manos. Ese espíritu craft se refleja también en la ambientaci­ón y la vibra del lugar, dando el espacio a sentirse como en casa. El “atendido por sus dueños” acá es religión”, dice Camila Pérez, chef y dueña de este emprendimi­ento, a quien se la puede ver siempre presente, y atenta a cada detalle.

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La guía toda la oferta de clasificad­os para comprar y alquilar
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con estilo propio En Williamsbu­rg, la estética genera un ambiente agradable

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