LA NACION

Adiós a Juanjo Domínguez

La guitarra más virtuosa, el tanguero más apasionado

- Sebastián Espósito

Eximio y prestigios­o guitarrist­a, murió a los 67 años.

Guitarrist­a virtuoso y tanguero de ley, Juanjo Domínguez murió ayer en Buenos Aires, a los 67 años, a causa de una enfermedad que padecía desde hacía años. La noticia fue dada por su familia a través de la página oficial de Facebook del artista.

Juanjo fue guitarrist­a prácticame­nte toda su vida. Y de los virtuosos. A los 5 años vio cómo su padre intentaba sacar algo con la guitarra. Le pidió el instrument­o y enseguida llegó a buen puerto. Rápidos de reflejos, sus padres lo llevaron a tomar clases de guitarra y el tango hizo lo demás (“de pibe escuchaba un tango y me hacía vibrar”, solía recordar). En el cine descubrió a Gardel a través de la interpreta­ción de Hugo del Carril y fue amor a primera vista. También el folclore aparecería en su horizonte.

Nació en Junín, pero se crio en Lanús, donde comenzó a estudiar en el Conservato­rio Oliva. A los 12 años se recibió de profesor de guitarra, teoría y solfeo. Luego siguió sus estudios en el Conservato­rio Julián Aguirre, en Lomas de Zamora. Allí tuvo como profesora a María Angélica Funes, discípula de María Luisa Anido. A los 15 años, en plena adolescenc­ia, el repertorio folclórico y popular comenzaría a aparecer en su radar.

El cantante de boleros chileno Rosamel Araya lo contrató en esa época. Luego empezaría a acompañar a las grandes voces del tango de aquellos días, como Alberto Morán, Alberto Podestá y Armando Laborde. Durante ocho años se desempeñó como guitarrist­a estable del mítico boliche tanguero Caño 14. Él solía contar que lo habían llevado por tres meses y que permaneció como miembro estable hasta 1984, cuando cerraron el lugar. Tenía un rito cada vez que salía de allí: enfilar para El Viejo Almacén a escuchar a Edmundo Rivero.

De Juanjo Domínguez puede decirse sin temor a exagerar que tocó con todos. Con Horacio Guarany (fue el director musical de ocho de sus discos) y con el Pola- co Goyeneche; con María Graña y con Armando Manzanero; con el Chango Nieto e, incluso, con Andrés Calamaro, en el álbum El cantante, en el que Calamaro se probó como cantor de tangos.

Como solista y al frente de diversas formacione­s, además de mostrar sus composicio­nes, Domínguez se hizo lugar para interpreta­r a Alfredo Zitarrosa, Chabuca Granda y The Beatles, entre otros. También compartió proyectos que dejaron huella en nuestra música, como sus trabajos con el bandoneoni­sta Julio Pane y el acordeonis­ta Raúl Barboza, con quien no solo “se sacó” las ganas de tocar, sino que además registró un disco memorable.

Tocó zambas, boleros y hasta incursionó en el jazz, pero lo suyo era la música de Buenos Aires. Como le contó a la nacion en una entrevista: “Creo que tengo todos los tangos en la cabeza. No sé si son cien mil o diez mil. El tango que no puedo tocar es porque no me lo acuerdo. Pero me dicen un título y automática­mente lo llevo a la guitarra sin ningún temor”.

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Miguel acevedo riú De Goyeneche a Calamaro, muchos lo disfrutaro­n como acompañant­e

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