LA NACION

Paula y Mai. “No estábamos locas ni fue nuestra culpa”

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“La sororidad nos dio la valentía para unirnos”, aseguran Paula y María Inés, cuyas historias están cruzadas por un noviazgo violento que las marcó en su adolescenc­ia y las lastimó por años: las dos fueron víctimas de un mismo chico que las maltrató y las humilló. “Nos hizo dudar de nosotras mismas y creer que no valíamos nada”, coinciden estas chicas, que hoy tienen 27 años.

Paula tenía 14 cuando lo conoció y María Inés (Mai) salió con él después, ya con 19. Durante esos años de relación, vivieron un calvario del que se sentían culpables. En 2018, se reencontra­ron en las redes y en julio, motivadas por el movimiento #NoNosCalla­mosMas, decidieron contar su verdad por tanto tiempo oculta.

Paula era una adolescent­e que no se sentía muy cómoda en la escuela, donde sufría bullying, y que encontraba en los juegos online y en los chats su válvula de escape. En esos grupos apareció él. “Era un poco más grande y me decía: ‘Sos hermosa, sos diferente a las demás’, que era lo que yo necesitaba escuchar”, relata.

Recuerda que el primer año fue supercariñ­oso, pero que, lentamente, mostró su verdadera personalid­ad: “Empezó alejándome de mis amigas, a pedirme que me vista de otra manera”. Si lo desobedecí­a, el acoso podía ser insoportab­le: mandaba un mensaje tras otro y cataratas de mails.

En los cuatro años que duró la relación, el maltrato se incrementó. “Las discusione­s eran cada vez más violentas, golpeaba la pared y la mesa. Me obligaba a tener relaciones sexuales, a sacarme fotos eróticas, miraba porno y me exigía hacer cosas que me lastimaban. Y si no aceptábamo­s –porque a Mai también se lo hizo–, nos amenazaba con irse con otra”.

Uno de los peores recuerdos de Paula es del día en que se operó la nariz, a los 17 años. “Fue una cirugía horrible, tenía que hacer reposo y él quería tener relaciones a toda costa. Sin mi consentimi­ento, me sacó de la cama, me puso contra una pared y me violó. Al otro día, me tuvieron que llevar al médico. No dije nada. ¿Quién iba a creer que mi propio novio me había violado?”.

Desde ese día, cada vez que tenían relaciones, “quería vomitar”. Su único “momento feliz” era hablar por chat, en el que había personas que entendían su situación. Eso llevó a que él la hackeara varios meses (había puesto un aparato en el teclado de su computador­a) y a una gran pelea que terminó con el noviazgo. La siguió hostigando por mucho tiempo y ella lo ocultó por temor a la reacción de su padre.

Salir del noviazgo fue un gran paso, pero quedaban muchos más. “Al principio, pensé: lo dejo y soy una persona nueva. Y no, me había dejado con un montón de mambos, principalm­ente en mi sexualidad”.

Unirse para concientiz­ar

Mai también lo conoció en un chat. El primer control empezó con la ropa. “Tenés las tetas grandes”, “mis amigos dicen que te mostrás mucho”, “eso te marca la celulitis” eran algunas de las cosas que su novio le decía, a pesar de saber que estaba en tratamient­o por bulimia. A propósito, la tomaba de los brazos, la pellizcaba y le decía: “Che, estás más gordita”. Era una de tantas formas de denigrarla.

Estaba sola. Le quedaba una úniporque ca amiga, con la que se juntaba a escondidas “para que él no se enojara”. Llevaban dos años de relación y su trastorno alimentici­o se había agravado junto con la aparición de algunas conductas autodestru­ctivas. “Un día, después de una pelea, terminé internada. Fue cuando mis viejos no me dejaron volver a verlo”, recuerda. “Hasta ese momento –explica–, yo pensaba que él era lo mejor del mundo y yo, una porquería, que sin él me iba morir”.

Separase le trajo un alivio tremendo. “Lo primero que hice fue comprarme ropa. Me probé un short y una remera corta”, relata.

El año pasado, encontró un posteo en el Facebook de Paula y le escribió. La respuesta fue: “Perdón, perdón, perdón”. “Cuando leí, me largué a llorar. Sentí que ya no estaba sola. Hasta ahí pensaba que yo había sido la loca, la que tenía bulimia, la que lo ponía loco a él, y cuando empezamos a hablar ya no me sentí así”, dice Mai entre lágrimas.

Paula recuerda que escucharla le cambió la vida: “Me saqué el peso de la culpa. Pero también pienso que si hubiese hecho la denuncia, ella no habría pasado por lo que pasó”.

Las chicas creían que a él lo único que podía afectarlo era la condena social, y contaron sus historias en las redes, pero consideran que sus expectativ­as no se cumplieron.

Las dos pudieron rehacer sus vidas y hoy están en pareja. “De vez en cuando, tenemos pesadillas horribles y todavía hoy dudamos sobre ponernos determinad­a ropa”, admiten. Juntas y abrazadas, repiten lo mismo que dijeron en uno de sus tuits: “Nos es necesario contarlo para que ninguna chica tenga que pasar por lo que atravesamo­s nosotras, y porque es un paso más para sanar tanto dolor, tanta vergüenza”.

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Patricio pidal/afv Las chicas prefieren reservar su identidad

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