GALLARDO LO RECUPERÓ PARA EL RIVER 2019
El lateral cambió su imagen y revirtió la mirada de la gente, que hoy lo ovaciona y celebra sus jugadas como si fueran goles; se toma con humor cuando lo comparan con Roberto Carlos y Marcelo
Olé, olé, olé, olé, Milton, Milton”. Las cuatro tribunas del Monumental se funden en un grito que huele a exorcismo. Revancha divina, tal vez, para unhombreseñaladocontinuamente.HoyMiltonCascologra que los hinchas le pidan perdón, que su hijo mayor Gianluca sea reconocido entre risas como el pequeño que “le robó” el gol a Pity Martínez en los festejos de la Copa Libertadores, que lo comparen con Roberto Carlos, que se grite una gambeta suya como un gol y que el público delire como nunca antes con su juego, al punto tal de ser uno de los más aplaudidos cuando lo nombra la voz del estadio. Una historia de resurrección.
El renacido Casco puede mirar hacia atrás con la cabeza tranquila. Nunca bajó los brazos. Ni siquiera en María Grande, durante los gloriosos días de su infancia y adolescencia. Calles de tierra, la cancha de fútbol detrás de la iglesia, gomeras para cazar pajaritos, vidrios rotos que alteraban a los vecinos, piernas cansadas de pedalear, frutas robadas de las taperas… y la pelota. Siempre la pelota, aunque las cosas no se dieran.
El pequeño pueblo entrerriano de menos de 8000 habitantes vio crecer a un delantero prometedor, mayor de cuatro hermanos, que solo quería salir de la escuela para hacer una cosa: jugar al fútbol. Y vaya si lo hace hoy en River, club al que llegó hace tres años y medio, pero en el que recién logró consolidarse hace poco más de seis meses: lleva 102 partidos con dos goles, ganó la Libertadores (5° título) y cambió preocupación por elogios, firme en el lateral izquierdo.
Con Dani Alves, Jordi Alba y Marcelo de referentes, solo Casco sabe todo lo que le costó alcanzar su lugar. Tras llegar en 2015 desde Newell’s y con presente de selección, se mantuvo titular entre lesiones e irregularidades, hasta que la llegada de Marcelo Saracchi en agosto de 2017 lo relegó al banco de suplentes durante un año. Pero, para el segundo semestre de 2018, el puesto quedó vacante y Marcelo Gallardo volvió a confiar en él. Vaya si le salió bien: fue uno de los puntos más altos de la conquista de América. Bajar los brazos no es una opción para el defensor de 30 años que no hace mucho tuvo su época de atacante goleador.
–¿En qué momento dejaste de dedicarte a hacer goles?
–Y… siempre fui delantero. Hasta en la Reserva de Gimnasia jugué como mediapunta o volante. Recién en Primera empecé a ser defensor lateral: me cambió Leonardo Madelón.
–Sos una persona tranquila, de perfil bajo. ¿Te costó salir de María Grande?
–Sí, me pasó en Unión. Estuve un tiempo, tendría unos 13 años, no me sentía a gusto y decidí pegar la vuelta. No estaba cómodo, agarré las cosas y enfilé para mi casa. Era la primera vez que salía, y a pesar de que no estaba muy lejos, extrañaba mi familia y mis amigos. Después Gimnasia hizo una prueba en Paraná y empecé la pretemporada con ellos a los 16 años
–¿En ese momento eras zurdo o derecho?
–Nunca tuve inconvenientes. Me siento cómodo en los dos lados y pateo con las dos piernas.
–HoyestásconsolidadoenellateralizquierdodeRiver y cambiaste la visión que el público tenía de vos…
–Sí, hoy me siento muy bien en lo futbolístico y en lo físico. Es mi mejor momento acá, como el de todos quizá… conseguimos algo muy importante e histórico como la Copa Libertadores ante Boca. Eso hace que todos nos sintamos