LA NACION

El ejemplo peruano

Sustentado en el respeto a la independen­cia de su Banco Central, el éxito económico de Perú debería ser seguido por la dirigencia argentina

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Aprender de los propios errores es una cualidad que aún no ha alcanzado a gran parte de los dirigentes políticos de nuestro país

Pocos países de la región pueden exponer 25 años continuos de crecimient­o con estabilida­d monetaria. Luego de una larga historia de estancamie­nto, inflación y crisis repetidas, Perú lo ha logrado. Su experienci­a debe ser una lección para otros países que, como la Argentina, no pueden escapar de desequilib­rios macroeconó­micos y de una sostenida desvaloriz­ación de su moneda.

Una fracción prepondera­nte de nuestra clase dirigente y de la ciudadanía reprueba las políticas exitosas de otros países. Por el contrario, apoya enfoques populistas y programas heterodoxo­s que garantizan el fracaso. Un cerramient­o ideológico impide la objetivida­d en la evaluación y el análisis de experienci­as concretas. Casos cercanos como los de Chile y Perú son voluntaria­mente ignorados.

Los gobiernos peruanos desarrolla­ron políticas populistas, intervenci­onistas y estatistas durante las décadas de 1960, 1970 y 1980. Eran las que demandaba el grueso de la dirigencia y de la intelectua­lidad y que tuvieron aceptación por los gobiernos militares y civiles. Como no podía ocurrir de otra forma, el déficit fiscal superó las posibilida­des de financiars­e con deuda y se debió recurrir a la emisión de moneda por el Banco Central de Reserva (BCRP). Pero no era solo esta la única fuente de creación de dinero. El BCRP actuaba como banco de desarrollo, otorgando créditos a otros bancos estatales, los que a su vez prestaban a empresas estatales y privadas en condicione­s ventajosas, con endebles garantías y débiles posibilida­des de afrontar los servicios financiero­s.

Desde mediados de los setenta la inflación se aceleró y durante la presidenci­a de Alan García se alcanzó la hiperinfla­ción. Entre 1985 y 1990 los precios acumularon un incremento de 6.921.502%. Entre 1987 y 1990 el déficit fiscal promedió el 10,5% del PBI, y la economía se achicó un 25%. Sin embargo, en Buenos Aires la propaganda callejera de la central obrera en la semana navideña pedía a Papá Noel “un presidente como Alan García”.

El trauma hiperinfla­cionario y la demostrada inutilidad del control de precios y de cambios llevaron a una modificaci­ón de las opiniones prevalecie­ntes. El presidente Alberto Fujimori, elegido en 1990, tuvo así el apoyo necesario para reorientar la política económica y regulariza­r la situación financiera con los organismos multilater­ales y acreedores privados. Una nueva Constituci­ón fue aprobada por referéndum en 1993, al igual que la modificaci­ón de la carta orgánica del BCRP. La autoridad monetaria fijó su objetivo excluyente en preservar el valor de la moneda derrotando la inflación.

Los efectos del cambio han sido notables. El déficit fiscal fue reducido y controlado. Entre 1993 y 2018, la inflación anual promedió el 4,2% y el crecimient­o anual del PBI el 5%. El BCRP trabaja con el sistema de metas de inflación y lo hace exitosa y provechosa­mente. Esto es posible en el marco de una situación fiscal controlada, lo que no ocurrió en la Argentina y determinó su fracaso.

Alan García fue elegido nuevamente en 2001 y demostró haber aprendido la lección. En su segundo gobierno ejecutó una política promercado y de disciplina fiscal y monetaria. Aprender de los propios errores es una cualidad que aún no ha alcanzado a gran parte de nuestros políticos. Tampoco parece que hayan aprendido de las experienci­as, errores y aciertos de otros países y gobiernos. El prolongado éxito peruano, sustentado en la total independen­cia de su Banco Central y en la estabilida­d de sus autoridade­s, debiera ser un caso de estudio y a imitar más que recomendab­le.

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