LA NACION

Torre Ader, la hermana menor de la Torre de los Ingleses que se esconde en Vicente López

Inaugurada hace un siglo, es el legado del empresario vascofranc­és homónino en la Argentina; hoy aloja un instituto histórico y actividade­s culturales

- Virginia Mejía

Hay que trepar 217 escalones de mármol de Carrara para llegar al mirador de la Torre Ader de Vicente López. La construcci­ón es mucho menos conocida que la de su torre hermana, la de los Ingleses de Retiro. Oculta entre chalecitos y fábricas de Villa Adelina, pasa inadvertid­a y no es fácil encontrarl­a. Sin embargo, fue erigida como parte del castillo del empresario vascofranc­és Bernardo Ader y luego donada por su familia a la Argentina. Según los especialis­tas, fueron dos torres históricam­ente en pugna dado que son casi de la misma época y tienen marcadas similitude­s.

Un detalle no menor es que ostentan una idéntica inscripció­n en su frente, aunque invertidas sus palabras. Mientras que la de Retiro dice “Dios es mi derecho”, la de Vicente López señala “Mi derecho es Dios”, colocando los derechos privados sobre los generales, tal como lo hubiera hecho un empresario de la generación del 80, Ader, quien junto a su cuñado –el barón Bieckert– hizo una gran fortuna en nuestro país gracias al negocio de la cerveza.

La Torre Ader, proyectada en 1907, era para su época la más alta de la ciudad, aunque modesta. Al aceptarse en 1909 la donación inglesa de una torre monumental, la decisión de Ader de concretar su propia torre se aceleró. “Puede parecer absurdo que dos comunidade­s compitan para ver cuál edifica la torre más alta por la simple y a la vez tonta idea de que algo es mejor si es más grande. Pero así es la historia por la que entraron en pugna”, asegura el arqueólogo Daniel Schavelzon a la nacion.

Ambas se inauguraro­n mucho después de lo planeado: la de Retiro, el 24 de mayo de 1916, y la de Villa Adelina, en octubre de 1917. Una representa el poder de un país extranjero y la otra, la capacidad de trabajo de un industrial llegado de Europa. Las dos son parte del legado histórico, expresione­s de una sociedad multifacét­ica.

Quien se encarga de mantener viva la memoria de los Ader en nuestro país es su tataraniet­a, Magdalena Vila Torralva: “Bernardo llegó desde los Pirineos a los 15 años, alrededor de 1860. Lo enviaron solo, en barco, sin comunicaci­ón con sus padres. En Europa pasaban hambre”, cuenta. Agrega que la hermana de Ader vivía en la Argentina y estaba casada con Bieckert, dueño del imperio cervecero. “Él no recibió bien a Bernardo. Le dijo que cuando hiciera su propio dinero volviera a verlo. A cambio le consiguió un trabajo de ebanisterí­a, y un galpón donde dormir y trabajar. Pero Bernardo era muy vivo y de a poco empezó a armarse”, relata Vila Torralva, nieta de Anita, la única hija de Bernardo Ader que sobrevivió.

Según la descendien­te, un día su tatarabuel­o le pidió a Bieckert casarse con su prima alemana Elise Schulze. Al mismo tiempo, Ader comenzó a hacer fortuna y decidió vivir en Villa Adelina, un lugar al aire libre, saludable para la recuperaci­ón de sus hijos enfermos. Construyó la Torre Ader en una propiedad de 300 hectáreas regaladas por Bieckert a su sobrina Anita. Pero en realidad quiso construir un castillo francés con una torre, un típico chateau, con materiales traídos de Europa y vitrales en todas las ventanas. “Deseaba vivir en un verdadero castillo al estilo Enrique VIII, quizá por sugerencia de su hijo Eduardo que estudiaba ingeniería”, explica Schavelzon.

El proyecto empezó con la construcci­ón de la torre; por ese entonces las dos únicas torres que se veían a lo lejos eran la Ader y la de los Ingleses. Como sus hijos empeoraron, demoró la obra. Finalmente murieron. “Con gran tristeza, Ader decidió frenar la construcci­ón del castillo y dejar solo la torre”, recuerda la tataraniet­a. Consideró que debería ser un regalo al país que lo había adoptado, por lo que la construcci­ón fue resignific­ada como gesto para el Centenario de 1916, en agradecimi­ento a la Argentina y en honor a sus hijos fallecidos. Fue bautizada Torre de la Independen­cia, pero con el correr de los años pasó a ser llamada simplement­e Torre Ader.

Recuerda que cuando era un hombre mayor se hacía llevar hasta Vicente López para que lo subieran con su silla hasta el último escalón de la torre y ver Buenos Aires desde lo alto.

Luego de la muerte de Bernardo, Anita emigró a París, junto a su familia y su madre. Vivieron allí 15 años hasta que, debido a la debacle económica, volvieron a la Argentina a vivir a la torre, la cual fue habitada por tres familias descendien­tes de Ader durante 10 años. Transforma­ron ese lugar que había quedado abandonado en una estupenda quinta de 15 hectáreas, que funcionó como vivienda familiar para todos ellos. El resto del terreno fue dividido en lotes que se fueron vendiendo. Después se mudaron a la Capital. En 1996 donaron la torre a la Municipali­dad de Vicente López, que la declaró monumento histórico municipal. Con el correr del tiempo quedó como estrangula­da, escondida por error de loteo en una pequeña plazoleta, lo que hace casi imposible acceder a su entrada de Triunvirat­o 3400.

Tiene 42,30 metros de alto, un basamento símil piedra hecho en cemento y una monumental escalera caracol. También monumento histórico de la provincia de Buenos Aires, hoy aloja al Instituto de Investigac­iones Históricas Torre de la Independen­cia y actividade­s culturales. Hasta marzo se puede visitar de martes a viernes de 10 a 16 y los sábados de 15 a 20.

 ?? Fernando massobrio ?? La Torre Ader, el sueño de un inmigrante que quedó inconcluso
Fernando massobrio La Torre Ader, el sueño de un inmigrante que quedó inconcluso
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina