LA NACION

Los argentinos y la ley.

Para cambiar al país se debe aleccionar sobre lo importante de legislar con sabiduría, interpreta­r las normas con rectitud y administra­rlas con ecuanimida­d

-

Se debe aleccionar sobre lo importante de legislar con sabiduría, interpreta­r las normas con rectitud y administra­rlas con ecuanimida­d.

Es hora de pensar al unísono, sin exagerados lamentos ni exhortacio­nes vaciadas de contenido, cómo revertir el inveterado hábito argentino de violentar las normas establecid­as según los sanos principios de la Constituci­ón nacional.

Desde la época colonial, antes de habernos constituid­o en país independie­nte, los habitantes de estas costas teníamos ya una franca tendencia a vivir al margen de la ley. Así lo alentaban hasta los propios gobernador­es con la hispana expresión de “acátese, pero no se cumpla”. Hemos vivido de tal manera hasta hoy, con una gran insegurida­d jurídica, renunciand­o a la posibilida­d de hacer realidad el gobierno de las leyes en la República.

Eso ha imposibili­tado que fuéramos confiables para el mundo civilizado y ha trabado el desarrollo nacional tanto o más que las carencias materiales. Existen pruebas irrefutabl­es al respecto: al igual que en la usura, que medra con personas carentes de crédito en el circuito financiero ordinario, los préstamos a la Argentina se suelen conceder con tasas reveladora­s de la precarieda­d de nuestro historial por la condición reiterada de deudores fallidos. No se trata de un mal genético hereditari­o, porque el argentino se adapta fácilmente en otros países al cumplimien­to de las normas locales. Uno de los pocos estudios sobre las causas de esta anomia, que etimológic­amente consiste en ausencia de ley, ha considerad­o que en el caso argentino el Estado es uno de los principale­s culpables de la situación descripta.

En su famosa teoría de la dominación, Max Weber colocaba al Estado como principal y primer interesado, con propósitos políticos y fiscales, en la consolidac­ión de la seguridad jurídica, en su carácter de beneficiar­io del recurso de la ley. Tal conclusión tiene, sin embargo, entre nosotros su demostraci­ón inversa, pues el Estado ha pasado a ser uno de los principale­s factores de la insegurida­d jurídica, que daña al conjunto.

No puede sorprender que si el Estado está lejos de comportars­e con ejemplarid­ad, los ciudadanos tiendan a sentirse relevados del cumplimien­to estricto de las normas que aquel dicta. A veces, aquella responsabi­lidad recae en el Poder Legislativ­o a raíz de la sanción de leyes harto discutible­s o por la negación a desaforar a diputados o senadores implicados, como exfunciona­rios, en actos de corrupción escandalos­a. O por dilatar la sanción de normas imposterga­bles, como ocurre en estos tiempos con la de extinción del dominio sobre bienes mal habidos en la gestión pública o por resultas del narcotráfi­co.

El Poder Ejecutivo hace también a menudo aportes nefastos, entre los que figuran los manoseados decretos de necesidad y urgencia (DNU) y las reglamenta­ciones defectuosa­s, que conspiran contra el recto acatamient­o de las leyes. Mientras tanto, no pocos integrante­s del Poder Judicial se suman a ese cuadro, con jueces proclives a rendirse ante el soborno e incapaces de conservar la dignidad e independen­cia de sus investidur­as ante el menor apremio de un gobierno fuerte y abusivo.

Uno de los mayores pecados de nuestro Estado en relación con las normas es el fenómeno de la inflación, consistent­e en el incumplimi­ento de la ley de la moneda, fuente atroz de insegurida­d jurídica. A esto se agrega ahora la flagrante insegurida­d física de los habitantes, librados a su suerte por una porción de la sociedad renuente a que se aplique con severidad la ley penal a los delincuent­es. Además, el Estado se erige en uno de los principale­s incumplido­res de leyes laborales y previsiona­les.

Tan nefasto cuadro se completa con situacione­s inadmisibl­es, provocadas desde el llamado sector privado. Anotemos apenas dos, entre las muchas que Carlos Nino señalaba a comienzos de los noventa en su memorable obra Un país al margen de la ley: “El corporativ­ismo inclusiona­rio ha implicado –decía– no solo la manipulaci­ón de normas jurídicas para dar, por ejemplo, representa­tividad privilegia­da a ciertos agentes sindicales”, sino también “una serie de presiones, proteccion­es y beneficios para controlar las demandas de la clase obrera al margen de la legalidad vigente”.

Lo mismo ha pasado –observaba Nino– con el proteccion­ismo industrial indiscrimi­nado, que en muchos casos ha respondido a un favoritism­o originado en relaciones corruptas entre empresario­s y funcionari­os públicos.

Para cambiar de verdad al país se requiere un soplo comprensiv­o que comience por la franjas dirigentes y aleccione sobre todo lo que importa legislar con sabiduría, interpreta­r en la Justicia la ley con rectitud y administra­r con ecuanimida­d dentro de los carriles de la Constituci­ón nacional. Se trata de una empresa ardua, pero decisiva para promover en paz un cambio en las mentes, actitudes y conductas del resto de los ciudadanos.

Urge esa transforma­ción a fin de dejar a las nuevas generacion­es un país diferente del actual.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina