LA NACION

El caso de Guillermo Oscar Kobelinsky, detenido por error junto a Robledo Puch

Había ido a andar en moto con el Ángel de la Muerte cuando la policía los atrapó, el 5 de febrero de 1972; pasó 72 horas preso hasta que lo liberaron por falta de mérito

- Gustavo Carabajal

Su parecido físico con Carlos Eduardo Robledo Puch hizo que lo tuvieran tres días preso en una comisaría de Tigre. En esas 72 horas, la angustia y la incertidum­bre dominaron a Guillermo Oscar Kobelinsky, un joven dibujante publicitar­io que había sido detenido el mismo día que el Ángel de la Muerte cuando llegaba a la puerta de su casa, en Villa Adelina, el tórrido 5 de febrero de 1972. La suya es una historia casi desconocid­a sobre el caso, uno de los más reconocido­s e impactante­s de la historia del crimen de la Argentina.

Kobelinsky demoró una hora desde que la policía lo apresó hasta que llegó a la seccional de Tigre y pudo conocer el motivo de su aprehensió­n: lo habían llevado preso porque acompañaba a su vecino, al que conocía desde hacía muchos años.

Aquel muchacho rubio y de ojos claros con el que acostumbra­ba dar vueltas en moto había sido acusado de una serie de robos y asesinatos.

Por los dichos de la madre de Héctor José Somoza, los policías al mando del comisario Felipe D’adamo sabían que tenían que buscar a un muchacho desgarbado, flaco y pelirrojo.

Al revisar el cuerpo sin vida de Somoza en la ferretería Masserio, de Carupá, en Tigre, los policías y el juez Víctor Sasson encontraro­n una cédula de identidad. Tanto el rostro como los dedos del asaltante habían sido quemados.

Ante la imposibili­dad de descartar el cuerpo de Somoza, Robledo Puch no tuvo reparos en usar la llama de un soplete en busca de evitar que su cómplice fuera identifica­do.

Pero el Ángel de la Muerte no advirtió que en el bolsillo trasero del jean de Somoza había quedado el documento identifica­torio del ladrón que había reemplazad­o al anterior compañero de fechorías de Robledo Puch, Jorge Ibáñez.

El asesino con cara de niño y total falta de remordimie­nto que se convirtió en mito y Kobelinsky tenían la misma edad: 20 años. También eran muy parecidos físicament­e. Ambos, de cutis blanco, pecas y prácticame­nte la misma altura.

Debido a que los rasgos fisonómico­s de ambos vecinos coincidían con la descripció­n que había sido aportada por la madre de Somoza, la policía bonaerense se llevó detenidos a los dos jóvenes.

En febrero de 1972, Kobelinsky vivía con sus padres y sus tres hermanos en Ucrania al 2300, Villa Adelina. Aquella vez que, al menos por 72 horas, pareció que su suerte quedaría atada a la del Ángel de la Muerte, dijo que conocía a Robledo Puch porque al lado de su casa vivía la abuela del asesino. En su declaració­n indagatori­a describió su relación con Robledo Puch como “una amistad reducida”.

Ante el comisario D’adamo, según consta en los registros, Kobelinsky recordó lo que había hecho el día que los detuvieron: “Habían ido a andar en moto con Robledo Puch. Una cuadra y media antes de llegar a su casa los intercepta­ron tres policías. Uno de los uniformado­s preguntó por Carlos Eduardo Robledo Puch y se los llevaron presos a los dos”, contaron calificada­s fuentes judiciales que tuvieron acceso a aquella histórica acta procesal.

En la declaració­n como imputado, de solo dos páginas, Kobelinsky afirmó que no sabía nada de los robos que le adjudicaba­n a su amigo Robledo Puch y tampoco de los asesinatos, porque no leía los diarios.

El vecino del Ángel de la Muerte sostuvo que nunca había recibido “dinero o efectos que pudieran correspond­er a hechos de robos o similares”. Aclaró: “Salimos a dar vueltas en moto por el barrio. Pero Robledo Puch nunca comentó sobre a qué se dedicaba y menos sobre los coches y motos que utilizaban. Jamás vi a Robledo Puch con un arma. Tampoco sabía que la policía lo anduviera buscando”.

Horas antes de declarar ante el comisario D’adamo, Robledo Puch había sido llevado al Juzgado Penal de San Isidro. Allí, ante el juez Sasson y su joven secretario, Lisardo Moure, el Ángel de la Muerte describió al menos seis de los once asesinatos que se le pudieron probar.

Después de pasar tres días detenido, Kobelinsky, al fin, recuperó la libertad. Su nombre quedó registrado en el acta de los tribunales de San Isidro en la que se consignaba el movimiento de los expediente­s. El 8 de febrero, el juez Sasson firmó la libertad de Kobelinsky por falta de mérito.

En los últimos meses la nacion lo buscó en las direccione­s a las que lo vinculan los registros oficiales. Kobelinsky no está o no se deja ver.

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