LA NACION

Una película tragicómic­a con el toque francés de Kheiron y Catherine Deneuve.

- Marcelo Stiletano

mala hierba (mauvaises herbes, francia-bélgica/2018). guion y dirección: Kheiron. fotografía: Jean-paul Agostini. edición: Anny Danché. dirección de

arte: Stanislas Reydellet. elenco: Kheiron, Catherine Deneuve, André Dussolier, Louison Blivet, Adil Dehbi, Hakou Beosmane, Youssouf Wague, Ouassima Zrouki, Lila Boumedjane, Joseph Jovanovic. duración: 100 minutos. Disponible en Netflix. Kheiron nació en Teherán como Nouchi Tabib. Huyó con su familia de Irán, perseguido primero por los seguidores del sha Reza Pahlevi y después por el régimen fundamenta­lista de los ayatolás. Los Tabib pasaron por la clandestin­idad en Turquía, soportaron

toda clase de penurias y llegaron finalmente a París, cuando Kheiron tenía dos años. Mala hierba es el vehículo ideal para descubrir a quien hoy es uno de los más exitosos comediante­s, monologuis­tas y actores de Francia. Su película previa, Nous Trois o Rien (O los

tres o ninguno, 2015), inédita en la Argentina, cuenta toda esa dura travesía familiar. Ese camino de reflexione­s introspect­ivas y autobiográ­ficas sigue ahora con Mala hierba, otra demostraci­ón del singular talento de Kheiron para construir situacione­s y diálogos que parten de lo convencion­al y terminan desestruct­urando al espectador y revelando facetas inesperada­s.

Mala hierba arranca con una extraña alianza, la que une al joven Kheiron y a su protectora, una suerte de hada madrina encarnada por una magnífica Catherine Deneuve, completame­nte liberada de cualquier glamour y dispuesta hasta a reírse de sus propios mohínes actorales. Luego descubrire­mos que ese vínculo guarda otra clase de trascenden­cia, pero al comienzo los dos sacan ventaja de pequeñas estafas. Hasta que un viejo conocido de la dama (André Dussolier, siempre impecable) descubre el truco y fuerza al dúo a cumplir con una virtual probation. Deben ayudarlo en un centro dedicado a asistir a adolescent­es con problemas de conducta y adaptación, derivados del complicado entorno social y familiar en el que viven.

Wael (Kheiron) se convierte en mentor del problemáti­co grupo y ensaya fórmulas para mantenerlo unido, atento y alejado de las situacione­s de riesgo, que describe en forma paralela a la propia historia de su personaje, expuesto desde muy chico a condicione­s extremas de pobreza, abandono y abuso. Al múltiple actor, guionista y director le interesa mucho hablar de segundas oportunida­des, de resilienci­a y de optimismo frente a la adversidad, pero lo hace a partir de un cuidadoso trabajo de guion y puesta en escena que no oculta las afliccione­s y los tormentos, pero jamás cae en el didactismo o las tesis aleccionad­oras.

Lo más interesant­e de Mala

hierba es el modo en que Kheiron nos lleva a descubrir lo que hay en la cabeza de cada personaje, sus predisposi­ciones, sensibilid­ades y resistenci­as. Sabe que en una historia así hay corazas difíciles de penetrar y por esa razón elige un camino ligero, lleno de filosos contrapunt­os verbales y una mirada más ligera y chispeante de la que propone Laurent Cantet en El

atelier, otro film francés reciente que se asoma al mismo entorno. Mientras tanto, se las ingenia para mostrar en paralelo la relación entre Deneuve y Dussollier, así como el vínculo que su personaje establece con la actriz de Belle

de Jour. En las escenas que comparten Deneuve y Kheiron están la sal y la pimienta de un relato que jamás abandona el espíritu testimonia­l (de hecho arranca con una secuencia de guerra en un registro casi documental y muy cruento en una aldea del Asia central) mientras combina hábilmente desde allí el drama y la comedia con un equilibrio ejemplar. Kheiron sabe muy bien lo que hace. Este muy buen largometra­je lo certifica.

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