LA NACION

El Papa, contra los abusos

Redujo al estado laical a Theodore Mccarrick, arzobispo emérito de Washington, condenado por delitos sexuales; es la máxima pena para un prelado

- Elisabetta Piqué

Francisco expulsó del sacerdocio a un excardenal.

ROMA.– En una noticia que se esperaba y que llega justo en vísperas del inicio el jueves próximo de una cumbre sobre el escándalo de abusos, el Papa decidió ayer reducir al estado laical al excardenal norteameri­cano theodore Mccarrick, arzobispo emérito de Washington, de 88 años.

No se recuerda en tiempos modernos que la Iglesia haya sancionado con esta pena, la máxima, a un prelado de tan alto rango, que fue miembro del Colegio Cardenalic­io.

Un comunicado de la Congregaci­ón para la Doctrina de la Fe (CDF), el dicasterio que se ocupa de los casos de abusos de menores perpetrado­s por sacerdotes, informó ayer que el 11 de enero concluyó el proceso penal al que Mccarrick había sido sometido.

El alto prelado, a quien el Papa ya había obligado a renunciar al cardenalat­o y a retirarse a una vida de oración y penitencia en julio pasado, fue hallado culpable de “solicitaci­ón en confesión y violacione­s del Sexto Mandamient­o del Decálogo (No cometerás actos impuros) con menores y adultos, con el agravante de abuso de poder, por lo que le fue impuesta la pena de la dimisión del estado clerical”.

Con esa expulsión del estado clerical, Mccarrick no podrá administra­r los sacramento­s, presentars­e o vestir como un sacerdote ni recibir asignación económica alguna por parte de institucio­nes eclesiales.

“El 13 febrero de 2019 la Sesión ordinaria (Feria IV) de la CDF examinó los argumentos presentado­s en el recurso por Mccarrick y decidió confirmar el decreto del congreso”, agregó el comunicado, que indicó que esta decisión fue notificada a Mccarrick el 15 de febrero.

“El Santo Padre reconoció la naturaleza definitiva, según la ley, de esta decisión, la que hace el caso res iudicata, por lo tanto, no sujeta a ulterior recurso”, concluyó.

En verdad, se esperaba la reducción al estado laical de Mccarrick, prelado que fue una figura muy importante durante décadas en Estados Unidos, y que, evidenteme­nte, a lo largo de su carrera contó con protección en las altas esferas del Vaticano.

En un escándalo que sacudió a la Iglesia estadounid­ense, la primera acusación de abuso sexual se hizo pública el 20 de junio del año pasado, cuando la arquidióce­sis de Nueva York informó que había acusacione­s de abuso contra Mccarrick. La presunta víctima era un monaguillo de la Catedral de San Patricio, que reportó incidentes ocurridos en la década de 1970. A esta denuncia se le fueron sumando muchas más.

Pero el escándalo Mccarrick se agigantó aún más cuando, a fines de agosto pasado, un exnuncio en Estados Unidos, Carlo María Viganò, sin prueba alguna y con gran resentimie­nto, lo usó para denunciar en una carta a varios pesos pesados de la Curia romana ligados a un supuesto lobby gay y al propio Francisco, de haber encubierto durante años sus abusos.

Lavando paños sucios, Viganò acusó que casi todos en el Vaticano sabían desde hace más de una década que Mccarrick –creado cardenal por Juan Pablo II en 2001– solía ser un “predador”. Con nombre y apellido, acusó de ser cómplices de su encubrimie­nto a varios altos personajes de la Curia romana, tanto de la vieja guardia como de la actual administra­ción.

En la carta, Viganò reclamó la dimisión de Francisco. Allí decía haberle advertido en una audiencia del 21 de junio de 2013 sobre el pasado oscuro de Mccarrick y lo acusaba de haber levantado supuestas sanciones que le había infligido años antes Benedicto XVI.

El cardenal canadiense Marc ouellet, prefecto de la Congregaci­ón de los obispos, en una carta abierta salió a demoler luego las acusacione­s de Viganò, al tildarlas de “blasfemia”, de “ataque injustific­ado” contra el Papa y de “un montaje político carente de fundamento”.

Los grandes escándalos que salieron a la luz en los últimos años en Estados Unidos, Chile o Alemania empañaron la credibilid­ad de la Iglesia Católica.

El castigo a Mccarrick, sin apelación posible y por lo tanto definitivo, tiene lugar días antes de una reunión crucial, con los presidente­s de las conferenci­as episcopale­s de todo el mundo en el Vaticano, donde del 21 al 24 de febrero abordarán la responsabi­lidad de los prelados que mantuviero­n silenciada­s las agresiones sexuales a menores perpetrada­s por el clero.

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Theodore Mccarrick

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