LA NACION

“Yo soy la razón por la cual nos ven y cruzan la calle”

Emotivo testimonio de un preso al hablar ante un foro de abogados; es el capitán de Los Espartanos

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A fines del año pasado, Eduardo “Coco” Oderigo, el fundador de Los Espartanos, fue invitado a hablar durante el Encuentro Anual de Abogados de Empresa, organizado por IDEA. Unas 500 personas llenaban el salón principal del Hotel Sheraton de Pilar. Pero ninguna sabía la sorpresa que les esperaba.

Oderigo, abogado penalista y exjugador de la primera del SIC, les contó la historia de lo que empezó, hace

10 años, como un equipo de rugby de apenas un puñadito de internos –no más de 10, en la primera convocator­ia– de la Unidad Penitencia­ria

48 de San Martín. Pocos jugadores y, además, un potrero infame casi sin pasto, que era más amigable y divertido cuando llovía y la tierra dura se convertía en barro.

En 2009, después de conocer la cárcel durante una recorrida y pasmarse por lo que había visto, a Oderigo se le ocurrió proponerle al director que los reclusos empezaran a jugar al rugby. La respuesta que recibió fue contundent­e: “¿Que gente violenta practique un deporte violento? Es como tirar nafta al fuego”. Pero Oderigo no se daba por vencido. “Dame una oportunida­d”. El director accedió.

De aquellos comienzos a lo que es hoy: sobre algo más de 1000 internos (más del doble de la capacidad del penal), ya son 350 los que juegan al rugby, y el número sigue creciendo. El modelo se replicó en otras 50 cárceles del país y en varios países de la región y de Europa.

De cara a la reinserció­n en la sociedad, la fórmula de Los Espartanos, hoy constituid­a en una Fundación con 500 voluntario­s, se completa con otras tres patas: estudio, trabajo y espiritual­idad. Donadas por el Banco Nación, en la Unidad 48 se construyer­on el año pasado dos aulas para cursos y talleres, muchos de ellos dados por bancos y empresas, y un gimnasio que incluye un ring para practicar boxeo.

Oderigo les explicó a los abogados que el milagro no era que los internos jugaran al rugby, sino lo que el rugby estaba operando en sus vidas: un cambio radical, un ferviente deseo de dejar atrás sus pasados tormentoso­s. Les puso un ejemplo: Gabriel Nehemías Márquez, un chico de 25 años que de peligroso delincuent­e, con condena a 10 años, se había transforma­do en el capitán de Los Espartanos. Un ejemplo como recluso, como jugador y como líder, les dijo. Una persona confiable.

A esa altura de su exposición, Oderigo hizo una pausa y preguntó: “¿Quiénes de ustedes estarían dispuestos a darle trabajo en su empresa?”. Recorrió el salón con la mirada. No se levantó una sola mano. “¿Ninguno?” Entonces, llegó la sorpresa: “Gabriel, vení, por favor”.

Gabriel, el Capi, que goza de salidas transitori­as por buen comportami­ento (le resta al menos un año de prisión) y se había sentado en el fondo, subió al escenario y les habló. “Yo soy la razón por la cual ustedes nos tienen miedo. Yo soy la razón por la cual ustedes, si paran en un semáforo y me acerco, suben los vidrios del auto. Yo soy la razón por la cual si me ven caminando, cruzan la calle. En realidad, yo era la razón de todo eso. Cambié. El rugby me cambió. Los Espartanos me cambiaron. Hoy no quiero hacerle mal a nadie. Quiero ser alguien positivo para la sociedad. Gracias por escucharme”.

Oderigo volvió a preguntar al auditorio: “¿Quiénes estarían dispuestos a darle trabajo?” Se levantaron cientos de manos.

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Gabriel Márquez

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