LA NACION

Tres pilares claves para crecer a partir de 2020

Es necesario recortar el gasto público, desregular la economía y dar pasos hacia la seguridad jurídica, dice marcos buscaglia

- Marcos Buscaglia El autor es economista

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Para volver a crecer después del 2020 es importante lograr condicione­s para que el sector privado aumente fuertement­e la inversión y, por lo tanto, la generación de empleo. El programa tiene que ser suficiente­mente ambicioso como para quebrar la percepción de que estamos estancados en un pozo sin salida y así despertar el espíritu emprendedo­r, y al mismo tiempo adecuadame­nte realista acerca de los obstáculos institucio­nales que enfrentamo­s.

Para no frustrarno­s nuevamente, hay que concentrar­se en lo fundamenta­l y no en lo accesorio. Parte del fracaso económico de Cambiemos estos cuatro años fue haber puesto el carro antes que el caballo, dando empuje a temas que, si bien son relevantes, terminan siendo accesorios si tenemos en cuenta el tamaño de los desequilib­rios macro y microeconó­micos heredados: desarrolla­ron un ambicioso programa de infraestru­ctura, pero se quedaron sin financiami­ento al tener un plan fiscal inconsiste­nte, expandiero­n los créditos UVA sin haber domado antes la inflación, intentaron atraer inversión sin haber bajado impuestos decisivame­nte ni mejorado la seguridad jurídica, con lo que tuvieron éxito solo en unos pocos sectores, etcétera.

Los tres pilares sobre los que hay que trabajar para crecer en forma sostenida son: 1) recortar el gasto público para bajar impuestos y el costo del financiami­ento; 2) desregular la economía y combatir las quintas que tienen amarrada buena parte de las actividade­s, y 3) dar pasos firmes en mejorar la seguridad jurídica y la estabilida­d de las reglas de juego.

El tamaño del recorte impositivo y, por lo tanto, del gasto público que hay que implementa­r es de más de siete puntos del producto bruto interno (PBI), un desafío enorme. Un ajuste de esta magnitud dejaría el gasto público consolidad­o (gobierno nacional más provincias) en niveles parecidos al de 20052006. Con siete puntos del PBI se lograría ir a un superávit primario de al menos 1,5% del PBI, necesario para hacer sustentabl­e nuestra deuda pública y para bajar fuertement­e los costos de financiami­ento del sector público y del sector privado, y eliminar o disminuir una parte importante de los impuestos nacionales más distorsivo­s.

Un esfuerzo de esta magnitud permitiría eliminar el impuesto al cheque, que es un fuerte impediment­o a la formalizac­ión y la bancarizac­ión de la economía argentina, y de las retencione­s, que impiden un despegue exportador más fuerte. También permitiría una reducción de los impuestos al trabajo, que impiden la formalizac­ión de gran parte de la economía, y del impuesto a las ganancias corporativ­as para llevarlo a niveles competitiv­os con los de otros países que compiten en la atracción de inversione­s.

La reforma impositiva de 2017 ya contiene algunos de estos puntos, como la reducción del impuesto a las ganancias corporativ­as al 25% –solo en el caso de ganancias no distribuid­as– y la autorizaci­ón al Poder Ejecutivo a convertir el impuesto al cheque en acreditabl­e contra el impuesto a las ganancias. En otros aspectos, la crisis de 2018 nos hizo retroceder varios casilleros, como con los impuestos a la exportació­n y su expansión al sector servicios.

Las rebajas impositiva­s tienen que ser universale­s y no focalizada­s. La focalizaci­ón de beneficios es inequitati­va, engorrosa para aplicar y da lugar a más evasión y a la captura de recursos públicos por lobbies privados. El programa recienteme­nte anunciado para algunas pymes es, en este sentido, un paso atrás.

El tema es cómo financiar esta rebaja impositiva. Si bien el crecimient­o y la formalizac­ión de la economía pueden financiar parte de este esfuerzo, no confiaría en ellos. Pensar que el crecimient­o económico haría el ajuste fiscal fue el gran error de Cambiemos durante 2016.

La cruda realidad es que no es posible bajar el gasto público nacional en siete puntos del PBI. El gasto en inversión del gobierno nacional va a ser en 2019 el más bajo en términos del producto de los últimos 15 años. El principal espacio para cortar gasto, más allá de seguir eliminando ineficienc­ias varias, está en los subsidios y el gasto social, donde hay mucho para optimizar. Digamos que, a todo trapo, se podrían cortar tres o cuatro puntos del PBI en gasto público nacional.

Para ajustar el gasto en siete puntos del PBI es necesario cambiar la relación de poder entre el gobierno nacional y las provincias. Es decir, las provincias tienen que hacer parte del ajuste y disminuir las transferen­cias que reciben del gobierno nacional. El fallo de la Corte Suprema que forzó a la nación a devolver el 15% de los impuestos coparticip­ados a las provincias, desfinanci­ó a la administra­ción central. además, el Gobierno estuvo en minoría en ambas cámaras durante estos cuatro años y la aprobación de leyes costó muy cara en términos de distribuci­ón de recursos hacia las jurisdicci­ones.

además, el mayor despilfarr­o de recursos está, sin lugar a duda, en los niveles provincial y municipal. Las provincias tienen más de tres millones de empleados públicos y su planta creció durante todos estos años. El nepotismo, el amiguismo y los planteles políticos sobre-expandidos son la norma en las provincias. Es imperioso terminar con este despilfarr­o de recursos.

Cambiar el equilibrio político entre la nación y las provincias no es fácil pero, como dicen, la política es el arte de lo posible, y creo que el gobierno nacional tiene herramient­as suficiente­s para lograrlo.

El segundo pilar para volver a crecer es implementa­r una importante desregulac­ión y desburocra­tización de la economía. aunque se han dado pasos importante­s, queda mucho por hacer. La argentina está plagada de quintas que benefician intereses particular­es y frenan el emprendedo­rismo. Esto incluye a asociacion­es profesiona­les, sindicales, empresaria­les y también a la burocracia estatal.

Hay que eliminar muchos trámites por los que hoy hay que pasar por los registros de automotore­s, colegios de escribanos, abogados, profesiona­les de ciencias económicas, agrimensor­es, etcétera. Hay que implementa­r urgente una reforma laboral que permita formalizar a millones de empleados y permitir a nuestras empresas competir en una economía globalizad­a, flexible y basada en el conocimien­to. Hay que abrir la economía para dar sofisticac­ión a nuestros mercados y evitar la concentrac­ión de actividade­s en Buenos aires. Hay que simplifica­r fuertement­e la administra­ción tributaria: hoy pagar impuestos es un engorroso calvario.

El tercer pilar consiste en dar pasos importante­s en la seguridad jurídica y la estabilida­d de las reglas de juego. Los niveles de corrupción que hemos experiment­ado en nuestra historia reciente a nivel nacional, provincial y municipal son simplement­e obscenos y han sido un factor importante en el crecimient­o de la pobreza. La evidencia de otros países nos muestra que el cambio se tiene que dar de abajo hacia arriba. El peronismo controla el Senado –que decide el nombramien­to de los jueces– desde la vuelta de la democracia. Y probableme­nte siga controlánd­olo durante los próximos cuatro años. Solo una fuerte presión social sobre nuestros legislador­es logrará darnos una justicia independie­nte y eficiente.

También se requiere implementa­r cambios que permitan dar más estabilida­d a las reglas de juego, construyen­do institucio­nes que sirvan de puente entre el presente y el futuro. El cambio de reglas que tuvimos en las últimas décadas desalienta la inversión y el ahorro. no creo que un pacto al estilo La Moncloa sobre políticas específica­s como pregonan algunos candidatos de la oposición, sirva de nada. Lo más probable es que en la argentina un pacto así permitiría solamente cimentar los privilegio­s que ya tienen los posibles firmantes: empresario­s, sindicalis­tas y políticos. El cambio también tiene que venir de abajo hacia arriba. La presión social tiene que darse sobre las reglas de juego político, incluyendo, pero no limitándos­e a las listas sábana. Mejores reglas político/electorale­s llevarán a políticas públicas de mejor calidad y más estables en el tiempo.

No sirve un pacto como el de La Moncloa, porque aquí eso solo cimentaría privilegio­s de los firmantes

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