LA NACION

Por qué nos importa lo que le pase al país vecino

- Marcelo Elizondo Especialis­ta en negocios internacio­nales, profesor universita­rio

los primeros 45 días de la presidenci­a de Jair Bolsonaro en Brasil han sido el puente entre buenas expectativ­as generadas por ambiciosas reformas económicas prometidas (insertadas entre polémicas propuestas ultra conservado­ras en áreas políticas y sociales) y algunos primeros deslices políticos, ocurridos mientras se busca el asentamien­to del equipo de gestión y se construye amparo en el congreso y en actores económicos.

Bolsonaro administra un país con gran potencial: Brasil es una de las 10 mayores economías y el quinto país más poblado del mundo, con un mercado de capitales que está entre los 15 mayores del planeta; allí está hundido más de un tercio (35%) de la inversión extranjera directa de américa latina y más de la mitad (52%) del total de Sudamérica; es el hogar de 35 de las

100 multinacio­nales más relevantes de la región y es la nación que más mejoró el clima de negocios en la zona, según el reporte del Banco Mundial.

Pero, a la vez, es un país con grandes deficienci­as, como el alto gasto público (37% del PBI) con su grueso déficit fiscal (7,5% del PBI); la escasa tasa de inversión (18%) en un PBI de algo más de 2 billones de dólares, que es enorme pero más bajo que hace

5 años; una tasa de desempleo superior a 11% (la más alta de Sudamérica, excluida Venezuela), y un bajo nivel de exportacio­nes e importacio­nes en relación con su dimensión.

Por ello, las reformas económicas propuestas por Bolsonaro y su ministro Paulo Guedes apuntan a cuatro grandes objetivos: bajar el gasto público (eliminó 7 ministerio­s) y la presión fiscal (los ingresos fiscales subieron 150% desde el año 2000) mientras se ponen en orden las cuentas estatales; liberar a la economía de regulacion­es económicas burocrátic­as excesivas (una encuesta de Fiesp entre empresario­s arrojó que 84% considera a Brasil muy burocratiz­ado); concretar algunas privatizac­iones (las de unas 140 empresas con posibilida­des de venta por un valor hipotético de US$180.000 millones); modificar el pesado sistema previsiona­l (que sufre un déficit de unos

US$80.000 millones), y abrir la economía (el ratio exportacio­nes/pbi, de

12%, es solo de poco más de la mitad que el de américa latina).

la reforma previsiona­l parece estar en el primer lugar entre las preferenci­as temporales. Es inminente el envío al congreso del proyecto para elevar la edad requerida, calificar con puntajes a los aportantes y crear una cuenta adicional de capitaliza­ción. Es un proyecto ambicioso que ataca un serio problema (jubilacion­es a temprana edad, déficit y bajísima sustentabi­lidad del sistema) y plantea el desafío de una compleja transición y un rumbo para evitar el quiebre.

la mayor internacio­nalización apunta a lograr más acuerdos económicos transfront­erizos que permitan mejorar la posición de un país grande pero algo cerrado, aunque ello llevaría a reformas del Mercosur.

De tener éxito las reformas económicas de Guedes, ello generará un salto de competitiv­idad y crecimient­o en Brasil, lo que supone buenas consecuenc­ias para la argentina, donde se estima que por cada punto de crecimient­o del PBI de Brasil (se espera 2,5% para este año), el de la argentina crece 0,25%. las exportacio­nes de nuestro país al vecino se benefician por una mayor demanda amparada en las relaciones ya existentes de muchas empresas (en

2018, la argentina tuvo en Brasil su principal mercado, al que le exportó

US$11.000 millones) y con acceso libre gracias al Mercosur (60% de las empresas exportador­as de la argentina vende dentro del bloque).

los sectores que podrían beneficiar­se de una demanda más robusta son: automotore­s (el principal producto exportado a Brasil), máquinas y aparatos, productos de la industria metalmecán­ica, plásticos, químicos, alimentos elaborados y cereales. También habría efectos positivos para el turismo receptivo (más de 35% de los turistas que llegan a la argentina son brasileños). Y las exportacio­nes de servicios basados en conocimien­to pueden comenzar a crecer, especialme­nte tras el acuerdo para eliminar la doble imposición.

De todas formas, aparece un gran desafío: en la reunión entre los presidente­s Bolsonaro y Macri el 16 de enero pasado, se comenzó a conversar de cambios en el Mercosur. aún no se sabe cuáles, pero en la más leve de las opciones será a través de una reducción del alto arancel externo común y, en la más profunda de las posibilida­des, de una flexibiliz­ación que facilite a Brasil celebrar acuerdos bilaterale­s con otras grandes economías.

Dado que el Mercosur supone libre comercio entre sus socios pero cuenta con un elevado arancel externo común, los exportador­es argentinos a Brasil (más de 3000 empresas) mantendría­n su beneficio de ingreso sin pago de gravamen a ese mercado, pero (si los objetivos se concretara­n) perderían la protección de esa elevada preferenci­a arancelari­a y se someterían a una competenci­a con empresas de terceros países.

Ello exigiría mayor competitiv­idad. Una mejor economía y el crecimient­o de Brasil podrían facilitar la demanda hacia proveedore­s locales para que ingresen en cadenas de valor binacional­es. Por lo demás y en general, si Brasil tiene éxito en sus reformas puede ayudar a crear capital político para hacer algunas reformas pendientes en la argentina.

Si consigue crecimient­o y atracción de inversione­s puede contagiar en alguna cadena productiva que tenga patas en la argentina. Y si fortalece a su moneda (el real) puede ayudar parcialmen­te a la nuestra (el peso).

la ambiciosa agenda brasileña –todavía con suerte incierta– impactará, pues, en la argentina.

cuánto y cómo, por supuesto, dependerá de nosotros.

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