Para poder crecer, hay que aceptar la necesidad del cambio
La Argentina es una economía que está mutando. No sé si nacerá una mariposa o un gusano. Solo sé que no seguiremos como estábamos. Los próximos meses nos marcarán por varios años. Y no me refiero a la tasa de interés o al dólar, meros termómetros de la economía. Debemos concentrarnos en el cambio estructural de la economía argentina y del mundo, que nos está afectando como un tsunami, y dejar de hacer como el ñandú, que esconde la cabeza.
Estamos transitando un proceso de gigantesco cambio en la composición del gasto total, distribuido entre consumo, inversión y gasto público. El consumo tiene que caer para que pueda haber mayor inversión para poder crecer. También debería caer notablemente el gasto público, pero por diseño –y, hasta ahora, por decisión política– casi no está bajando. Adicionalmente, y por si fuera poco, la composición de la canasta de consumo de las personas se está modificando notablemente por el aumento de tarifas. No se puede seguir regalando lo que no se tiene.
La estructura de costos de las empresas también ha cambiado. Los ingresos se reparten entre salarios, ganancias e impuestos y la proporción de cada uno de ellos cambió. La inflación considera un promedio de precios y, por definición, hay sectores que están mucho más atrasados que otros, lo que genera “hipo” en la forma en que suben los precios. Nadie está en la misma situación que hace tres años, pero no todos están peor. Ayuda que hay muchísima más inversión pública, amén de mayor transparencia.
En este contexto, los errores y aciertos de este gobierno y de los que vengan son importantes, porque plantean el contexto en el que nos moveremos. Si la receta es desregular, abrir (lentamente) la economía y algún día eliminar el déficit fiscal, tendremos un contexto más apropiado para desarrollarnos. Esa es una receta necesaria, pero no suficiente.
Lo verdaderamente relevante es el cambio necesario en nuestra estructura económica. Claro que hay discusiones políticas, pero tristemente son sobre repartir una torta que se achica. ¿Nadie ve los cambios tecnológicos? Pensemos en el e-commerce que afecta al comercio tradicional, aun si hubiera un boom económico. La inteligencia artificial y miles de otros temas destrozan nuestros antiguos patrones educativos y de comportamiento. Es difícil reentrenar a los empleados, en parte por actitud y en parte por regulaciones más propias del siglo XIX.
La información y la logística acerca productos y oficios que antes eran muy lejanos. La competencia es con el mundo y no con la empresa vecina. Hay gente que cree que el campo no tiene valor agregado y hasta impide el uso de adelantos tecnológicos. ¿Cómo se puede progresar si –valga la redundancia– no aceptamos el progreso? Gran parte de la Argentina se niega a esa realidad. ¡Basta de perder tiempo en quejarnos en lugar de adaptarnos!