LA NACION

El cambio en los subsidios

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Un tema que por ahora es una incógnita y cuya definición será fundamenta­l para la evolución de las cuentas provincial­es este año es la discusión salarial. La brecha promedio de diez puntos de 2018 entre inflación y subas nominales de los ingresos de quienes están en las dotaciones estatales tuvo un rol importante en la mejora del frente fiscal. El gasto en personal representa la mitad de los ingresos totales, en el promedio.

La provincia de Santa Cruz grafica plenamente la situación: después de 15 años de rojo, en 2018 logró superávit fiscal gracias a la inflación y al ajuste salarial. El de la gobernador­a Alicia Kirchner es un caso extremo, ya que en 2017 no otorgó incremento­s y en 2016 y 2018 las subas fueron de 15% y 20%, muy por debajo de la inflación. Para este año, la pauta salarial es cero.

Los mandatario­s provincial­es coinciden en que después de una inflación de casi 48% el año pasado, las presiones por la inclusión de una cláusula gatillo en las paritarias es “creciente”. La consultora Econométri­ca analizó que la mejora del resultado fiscal de las provincias en 2018 se explica porque que la aceleració­n de la inflación se traslada con mayor velocidad a los ingresos que a los gastos, lo cual generó un ahorro temporal.

Para el año pasado, el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) calculó que en el dato consolidad­o de las provincias se alcanzó un superávit fiscal primario de 0,2% del PBI; consideran­do el pago de intereses de la deuda, el déficit financiero rondaría 0,2% del producto.

La ley de Responsabi­lidad Fiscal impide que el empleo estatal aumente por encima del crecimient­o de la población y que el gasto público corriente primario se eleve más allá de lo que marque la evolución del Índice de Precios al Consumidor (IPC) nacional. El incumplimi­ento de estos puntos podría desembocar en que la administra­ción nacional no autorice endeudamie­ntos a los gobernador­es que, en muchos casos, analizan dar ese paso para continuar planes de obra pública. Hoy hay diálogo con el gobierno central para consensuar los parámetros que se aplicarán en esos casos. El objetivo del déficit fiscal cero hizo que la Nación recortara los subsidios para el transporte y para la tarifa social eléctrica. En el interior del país el precio del boleto del colectivo es más alto que en la ciudad de Buenos Aires desde hace años, aunque la brecha se redujo con las últimas subas de trenes, subtes y ómnibus porteños.

La decisión de las administra­ciones provincial­es y municipale­s fue reemplazar con dinero propio la mayor parte de lo recortado, con la intención de evitar incremento­s significat­ivos de precios y calmar las protestas de los concesiona­rios.

Para este año, la Nación presupuest­ó $24.000 millones para la tarifa social y los colectivos interdistr­itales (básicament­e, líneas que unen CABA con localidade­s del primer cordón del conurbano bonaerense). Para el resto del país hay un Fondo Compensato­rio de $6500 millones.

En Santa Fe, por ejemplo, la provincia asumió la mitad de los subsidios y el resto deberá cubrirse con tarifas. En Neuquén hay aportes de la provincia y de municipios; eso también ocurre en Río Negro. Córdoba –que deja de percibir $3800 millones– diseñó un fondo de $2000 millones, pero hay reclamos del transporte de media distancia.

En Tucumán hubo un paro de transporte porque los empresario­s pagaron salarios desdoblado­s. Y hay presiones por una suba del boleto. El presupuest­o provincial incluye $1500 millones de aportes para cubrir parte de lo que dejará de girar la Nación.

En la mayoría de las provincias hay subas de boletos aprobadas o en estudio. En Corrientes, el precio del colectivo se elevó 70% y en Santiago del Estero, donde subió de $10,35 a $19,50 en enero, la concesiona­ria de la capital, Ersa, anunció que dejará el servicio y despidió a los choferes. En Córdoba capital, una de las prestatari­as entró en concurso y adjudicó sus problemas a la pérdida de subsidios.

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