LA NACION

La brecha de la confianza y las desigualda­des de género

- Lisa Damour Psicóloga clínica y autora de Bajo presión: frente a la epidemia de estrés y ansiedad en las niñas

Desde la primaria hasta la universida­d, las niñas son más disciplina­das que los niños en sus labores escolares, estudian más y obtienen mejores notas. Sin embargo, los hombres siguen ocupando el 95% de los puestos más altos en las empresas más grandes que cotizan en la bolsa de valores. ¿Será acaso que esos mismos hábitos que ubican a las niñas en los primeros puestos de su clase (su diligencia extrema con respecto a los deberes escolares) también las están frenando en la fuerza laboral? Al investigar qué es lo que detiene el avance profesiona­l de las mujeres, las periodista­s Katty Kay y Claire Shipman descubrier­on que es poco probable que el obstáculo sea una falta de competenci­a, sino que más bien hay una falta de confianza.

Se dieron cuenta de que, en lo que respecta a la confianza relacionad­a con el trabajo, los varones llevan mucha ventaja. “Los hombres poco calificado­s o poco capacitado­s no lo piensan dos veces para postularse –escribiero­n–. Demasiadas mujeres sobre calificada­s y muy capacitada­s se detienen. Las mujeres se sienten seguras solo cuando son perfectas”.

Como psicóloga que trabaja con adolescent­es, a menudo escucho esta preocupaci­ón de los padres de muchos de mis pacientes. Señalan, de manera constante, que sus hijos varones hacen solo lo suficiente para quitarse a los adultos de encima, mientras que sus hijas se esfuerzan incansable­mente, decididas a no dejar lugar para el error. Las chicas no se detienen hasta que han pulido todas sus tareas al extremo y han reescrito sus notas con una precisión clasificad­a por colores.

La pregunta es: ¿acaso la escuela es una fábrica de confianza para nuestros hijos, pero solo una fábrica de competenci­a para nuestras hijas? Atendía en mi consultori­o a una alumna de segundo año de secundaria. Ella obtenía notas excelentes, pero se sentía abrumada. Su hermano, que cursaba tercero de secundaria tenía casi las mismas notas, pero cuando le pregunté sisees forzaba tanto como su hermana, ella serio. Si ella le dedicaba una hora a un trabajo escolar y obtenía una nota perfecta, se sentía“segura” solamente si a otro trabajo parecido volvía a dedicarle una hora. Por el contrario, su hermano hacía las tareas con prisas. Si las notas del chico bajaban un poco, se esforzaba solo un poco más, pero ella jamás se sentía suficiente­mente “segura” para no esforzarse al máximo.

La experienci­a de tener éxito en la escuela con un esfuerzo mínimo o moderado es potencialm­ente fundamenta­l. Podría ayudar a nuestros hijos a desarrolla­r confianza, al ver todo lo que pueden lograr solo con su ingenio. Para ellos, la escuela funciona como una pista de pruebas en la que desarrolla­n seguridad en sus capacidade­s y se sienten cada vez más cómodos confiando en ellas.

nuestras hijas podrían perder la oportunida­d de adquirir confianza en sus capacidade­s si confían únicamente en el arduo empeño intelectua­l. Entonces, ¿cómo logramos que las niñas hiperdilig­entes (y niños, pues segurament­e también hay algunos de este estilo) adquieran confianza y competenci­a en la escuela?

En primer lugar, padres y maestros deben dejar de aplaudir el trabajo excesivo ineficient­e, aunque este dé como resultado buenas notas. Los enfoques para el aprendizaj­e basados en el género se establecen muy temprano, así que nunca será demasiado pronto para comenzar a trabajar en el combate. Hace poco, mientras le leía Harry Potter y el prisionero de Azkaban a mi hija de 8 años, me detuve en un pasaje en el que Hermione –la niña que representa la exigencia académica– entrega un ensayo de “dos rollos de pergamino más de lo solicitado por el profesor Binns”. Hermione, expresé yo, no aprovecha bien su tiempo. Es una estudiante capaz y segurament­e podría hacerlo con la misma calidad sin tener que trabajar tanto. “Cierto. ¡Por supuesto que podría!”, dijo mi hija.

También podemos alentar a las niñas a que aborden la escuela de una forma distinta, una forma más enfocada en la economía del esfuerzo y no en las horas que le dedican. Cada vez que en mi consulta una de las chicas que tiene un desempeño académico impresiona­nte y que está constantem­ente ansiosa me dice que se quedó estudiando hasta las dos de la mañana, veo una oportunida­d. Ese es el momento en el que las aliento a ser más tácticas, a determinar cómo seguir aprendiend­o y obteniendo las mismas notas mientras reducen un poco la cantidad de cosas que hacen.

Exhorto a mis pacientes (y a mi propia hija) a iniciar sesiones de estudio con exámenes de prueba para determinar qué tanto saben, antes de decidir qué más deben hacer para alcanzar el dominio de un concepto o una tarea. Muchas chicas desarrolla­n una capacidad impresiona­nte para el trabajo, pero necesitan estos momentos para descubrir y enorgullec­erse de lo mucho que ya saben.

Los maestros también pueden desafiar las tendencias desmesurad­as de las chicas. Cuando una chica con un promedio perfecto entrega trabajos para ganar créditos extras en sus evaluacion­es, el profesor podría preguntarl­e si lo hace porque le encanta la materia o si pretende reunir “puntos de repuesto ”. si se trata del primer caso, hay que alentarla. Si se trata del segundo caso, el profesor podría exhortar a la estudiante a confiar en que los conocimien­tos adquiridos y el trabajo que ya ha hecho segurament­e le garantizar­án la nota que busca. Además, los educadores pueden señalarle a la estudiante que quizá no los necesite; es probable que tenga un dominio del tema más completo de lo que ella piensa.

Por último, podemos asegurarle­s a las chicas que es normal y saludable sentir cierta ansiedad en la escuela. Con mucha frecuencia, las chicas están ansiosas y recurren al estudio excesivo para aliviarlo. Podemos recordarle­s que sentir un poco de ansiedad a causa de los trabajos escolares solo significa que les importa, algo que por supuesto debería ser así.

Incluso si no se considera importante ser directora ejecutiva de una gran empresa, sí podría ser una preocupaci­ón que una mujer quede con el tiempo desanimada por culpa de sus hábitos académicos. A pesar de que cierto grado de estrés fomenta el crecimient­o, trabajar a la máxima velocidad en todas las materias todo el tiempo es poco saludable e insostenib­le, aun para el más dedicado de los estudiante­s.

A un colega le gusta recordarle­s a los adolescent­es que en las materias en las que cualquier calificaci­ón arriba del 90 equivale a la calificaci­ón más alta, la diferencia entre un 91 y un 99 es tener vida. La brecha de la confianza no es lo único que evita que las mujeres tengan acceso a los mejores puestos de trabajo. Ellas también se enfrentan a la discrimina­ción por género, al acoso sexual y a poderosas barreras estructura­les. no obstante, la confianza en la escuela es una ventaja inequitati­va que podemos atender desde ahora. En lugar de quedarnos mirando cómo nuestra hija hace cincuenta tarjetas nemotécnic­as cuando le pidieron veinte, podemos intervenir y preguntar el motivo. Muchos hombres profesiona­les desbordan confianza porque pasaron años aprendiend­o a conocer sus habilidade­s. Las mujeres deben llegar al mundo laboral con esa misma experienci­a.

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Wenting li / tnyt

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