LA NACION

gallardo y crespo una historia de fútbol, amistad y pasiones

Surgieron en River, debutaron con Passarella, ganaron la Libertador­es de 1996, eran hinchas de San Lorenzo y compartier­on la selección; hoy, frente a frente en Banfield-river

- Ariel Ruya Texto Ariel Ruya archivo

Iban 41 minutos del segundo tiempo, el 26 de junio de 1996, en un abarrotado Monumental, cobijado por casi 70.000 personas. Frío afuera, un hervidero adentro. River le gana por 2 a 0 a América de Cali y está a segundos de alcanzar la segunda Copa Libertador­es de su historia. Hernán Jorge Crespo, el héroe, el autor de los goles, deja el campo de juego. Camiseta número

11, saluda al árbitro y va directo al encuentro con un amigo, que lo espera del otro lado del rectángulo. Marcelo Daniel Gallardo, el dueño de la 10, lo aplaude, lo abraza, le da un beso y entra. Crespo se besa la camiseta y levanta los brazos. Sobre el césped, Gallardo captura la pelota, intenta frenar la ansiedad. A un costado, Ramón Díaz sigue silbando.

El Muñeco nació en Merlo hace

43 años. Valdanito es de Florida, de la misma edad: le lleva apenas seis meses. Son dos productos caseros del semillero millonario, de tiempos de excesos en calidad y cantidad. El primer día de Gallardo en Núñez fue curioso. Acompañado por su padre, Máximo, como cualquier otro juvenil con sueños de pelota, se presentó porque se había enterado de que el club solía hacer pruebas para descubrir nuevos talentos. La ansiedad –esa misma que hoy confiesa que lo martiriza– lo doblegaba: hacía horas que esperaba su turno a un costado del campo de juego. Pensó en irse: fue directo a la puerta de salida.

“¿A dónde vas?”, le preguntó Gabriel Rodríguez, el entrenador. “Me voy a casa, si no me quieren, me voy”, le contestó, con una personalid­ad a toda prueba. Al fin, entró en el equipo de los titulares. Pero esa alegría no le duró mucho. Iban 10 minutos de la prueba y el Muñeco –cuentan testigos preferenci­ales–, dejó otra vez la cancha. El DT, colérico, volvió a preguntar: “¿A dónde vas, ahora?”. Y el Muñeco le contestó: “A mi casa, no me dan un pase…”. Al rato, mezclado entre los suplentes, convirtió dos goles y no le podían sacar la pelota. Tiempo después, Gallardo lo recordó con una sonrisa: “Lo asombré tanto al técnico que no paraba de decir: dale la pelota

al de verde... y el de verde era yo”. Líder, talentoso, “bien ubicado” y cerebral: así lo definían en esos años.

Crespo era un adolescent­e de clase media alta de la zona norte. Se probó con cuatro amigos de la escuela. Fue el único que quedó de ese grupo, pero se tomaron su tiempo: le confirmaro­n el puesto un mes después. En 1991, en las inferiores, Crespo alcanzaba pelotas en los partidos del campeonato, en el Monumental, y se abrazaba con Ramón Díaz, cada vez que el riojano marcaba un gol. Se abrazaban bastante seguido.

Los dos crearon una carrera maravillos­a, sobre todo, Crespo, que actuó en gigantes de Europa como Lazio, Milan, Inter y Chelsea. Títulos, condecorac­iones y un rato largo en el selecciona­do. Compartier­on dos Copas del Mundo: Francia 1998 y Japón y Corea del Sur 2002. En Saint Etienne, fueron cómplices de un partido inolvidabl­e para la Argentina: el triunfo frente a Inglaterra por 4 a 3 en los penales, luego de un electrizan­te 2 a 2. Los dos ingresaron en la parte final: Crespo por Gabriel Batistuta y Gallardo por el Piojo López. En la definición, David Seaman atajó el remate del delantero, el tiro del enganche fue a la red.

Daniel Passarella fue un padre futbolísti­co, con la banda roja y en celeste y blanco, más allá de que el tiempo los fue enemistand­o. Tuvieron un debut parecido: triunfo cómodo frente a Newell’s. El 18 de abril de 1993, River se impuso por 2 a 0, con goles de Rubén Da Silva, en el Monumental. A los 17 minutos de la segunda mitad, Gallardo reemplazó a Ariel Ortega, otro crack de la casa. El 7 de noviembre del mismo año, el equipo millonario se impuso por 4 a 1 (Medina Bello -2-, Hernán Díaz y Silvani) y, cuando se bajaba el telón, el DT dispuso el ingreso de Crespo, de 18 años, por el Mencho.

Crespo jamás volvió a Núñez. Alguna vez contó que se encontró en un shopping con Passarella, el presidente en la etapa más oscura. “Terminé mi contrato con Parma y River estaba jodido con los promedios. No quise renovar para ver qué pasaba. Entonces viajé a la Argentina. Hablé con Almeyda, que aún era jugador, y me dijo que vaya directamen­te al entrenamie­nto. Empezamos a buscar casa y un colegio para las nenas. Passarella no me llamaba. Fui al club, pero me evitó. Hasta que me lo encontré y me dijo ‘Quiero

hablar con vos’. Yo, por supuesto, le dije que había vuelto al país para eso. Y ahí llegó la frase. Me dijo: ‘Escúchame, ¿no tenés 300 lucas? Necesito para el

fideicomis­o y otras cosas’… Me quería morir. Quería hablar con él para volver a River y me vino con esto”. Gallardo volvió en dos etapas; una buena, otra para el olvido.

El Muñeco quería al Káiser como un padre: es el padrino del hijo mayor, Nahuel, hoy parte del plantel. Sin embargo, Gallardo tuvo que irse dos veces de River por su mentor: la primera, como futbolista, en 2006, porque el Passarella DT eligió en su lugar a Fernando Belluschi. La segunda, en 2010, porque el Passarella presidente respaldó a Ángel Cappa y el Muñeco se despidió. En Nacional, de Montevideo, volvió a ser feliz: exitoso como jugador y como técnico, en su primera experienci­a.

Cuando Ramón Díaz cerró el portón luego del título doméstico de 2014, antes de que asuma Gallardo, Crespo, desde Italia, era otro candidato. Enzo Francescol­i –excompañer­o de los dos–, se inclinó por el

Muñeco. Crespo esperó su tiempo: apenas ahora es DT, en Banfield. Gallardo es el mejor de la historia millonaria, Crespo todavía no ganó en el Taladro. “Con Marcelo pueden pasar cinco años sin hablarnos que nos vemos y es como si nos hubiéramos visto todos los días”, cuenta.

Crespo se rinde frente al Muñeco.

“No quiero generar malestar en Ramón Díaz ni en la familia Labruna; pero Marcelo ha hecho en los últimos años algo extraordin­ario, sobre todo en los títulos internacio­nales. Está en el lugar que se merece”, descubre. Y va más allá: “Gallardo llevó a River a la elite mundial. Se preparó para esto, no me sorprendió como técnico porque como jugador era muy pensante”, cuenta el exdelanter­o, que sabe que el futuro va a poner las cosas en su lugar. “River está en mi futuro, pero ahora no es el momento de hablar de eso”, acepta.

De grandes se hicieron de River, de jóvenes eran del Ciclón. “Soy de San Lorenzo, desde chiquito soy de San Lorenzo”, describe un joven

Muñeco, en un video de dudosa calidad, antes de la novela de su vida con el Monumental. Crespo lo dijo más de una vez: “Soy hincha de San Lorenzo y estuve cerca de dirigirlo”. Cuando el Ciclón logró la postergada Libertador­es, publicó: “San Lorenzo Campeón de la Copa Libertador­es! ... Imagino la felicidad de aquel chico y adolescent­e de Florida”.

Se van a reencontra­r esta noche, desde las 21.30, en Banfield. Habrá un abrazo interminab­le y más tarde, un partido. Una excusa perfecta para una amistad de 25 años.

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Tiempos de selección: Crespo y Gallardo fueron parte de la renovación encabezada por Passarella

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