El diablo está suelto
En el norte argentino, el festejo caló hondo: se entreveró con el culto a la Pachamama (Madre Tierra) y las fiestas de la abundancia que se celebraban luego de las mingas, cuando los pueblos unían fuerzas para levantar la cosecha y al terminar se despachaban con una gran fiesta. Si en agosto se pide por la siembra, febrero es tiempo de cosechar y agradecer. De sacar el diablo y festejar.
En la Quebrada de Humahuaca, Jujuy, se celebra uno de los carnavales más auténticos de Argentina. Rituales de una cultura ancestral e influencia española se fusionan en esta fiesta desenfrenada en la que reinan los diablitos. Ellos son el símbolo, traen alegría y buena suerte.
La fiesta arranca con el desentierro del diablo y concluye con su entierro, cuando se lo quema para que renazca de las cenizas al año siguiente, vigoroso y renovado.
Día tras día, las comparsas desfilan por las calles y se detienen a tocar en los hogares que hacen las tradicionales “invitaciones”. Por las noches hay bailes en diferentes tinglados municipales y clubes. El sábado 2 de marzo es el desentierro, y así se suceden el Domingo de Tentación, el Carnaval Grande (lunes), el martes de Chaya y el Miércoles de Ceniza, cuando muchos entierran al carnaval. Aunque no del todo, porque pegadito, los quebradeños se las arreglaron para seguir de fiesta con el Carnaval Chico, que arranca al otro día y que va hasta el domingo siguiente, cuando al fin, se termina por enterrar al diablo